El País tuvo durante mucho tiempo un prestigio inercial -como los langostinos congelados hasta que todos se percataron de que no saben a nada- pero hace mucho que editoriales como este lo circunscribieron al terreno del panfleto. El mensaje que hoy nos transmite es éste: los malvados empresarios han intentado corromper a los socialistas, pero no hay que apresurarse: no se ha demostrado la malversación. Pues para no cometer errores como los que pretende inducir EP conviene distinguir el Tito Berni judicial del Tito Berni político.
En el judicial, debemos –como apunta EP- respetar la presunción de inocencia y dejar que el proceso fluya por el cauce definido por la civilización –ese que continuamente pretende dinamitar Podemos-. Faltaría más. De este modo transcurrido un tiempo –que será excesivamente largo- se podrá decir si el comportamiento de Tito Berni -y eventualmente de algunos compañeros de bancada y banquete- merece reproche jurídico.
Pero en el político la cosa es diferente. Aquí corresponde aplicar los criterios de probabilidad y certeza que empleamos en nuestras interacciones cotidianas, y extraer de este modo las consecuencias pertinentes. Un ejemplo: ¿creería –si usted fuera su mujer- a Tito Berni cuando explica que fue despertado en mitad de la noche para ser presentado a unas amigas y por eso –educado pero medio dormido- no lleva camisa? ¿Y a ese concejal socialista que, en lugar de negar ser él quien aparece junto a una simpática chica, alega que según su madre él no tiene pantalones como los de la foto? («Mamá ¿soy yo? No hijo, no, tú no tienes esos pantalones, tranquilo. Ah, vale, qué susto»). ¿Esperaría en ambos casos a una posible decisión judicial? No es probable, aunque EP lo recomiende. Tampoco le ha hecho falta al PSOE para empapelar al Tito Berni: le bastaron unas fotos chuscas para exprimir al diputado juerguista hasta que expelió el acta. Y para nosotros, espectadores del asunto, el propio comportamiento del PSOE incrementa de forma bayesiana el tufo del mismo. Y es que la probabilidad de estar ante una ciénaga se incrementa por cada foto o mensaje que vamos conociendo.
Oiga que no se ha demostrado la malversación, protesta EP. Ni falta que hace. Verán, esos empresarios malvados y corruptores que invitaban a los diputados –algo también reconocido por el PSOE- no lo hacían por amor a la causa socialista, sino para hacer negocios. Ellos saben que uno de los impulsos más potentes del sapiens es la reciprocidad, y que cuando nos hacen un favor estamos inclinados a devolverlo. Por eso está muy feo que los legisladores reciban regalos de los legislados: porque pueden perder la ecuanimidad. Es decir, ya existen motivos para que PSOE dé muchas explicaciones. Y después, cuando se descubran cohechos, malversaciones y mangancias concretas tendrá que dar muchas más. Y mientras tanto –mientras Pachi López regula los hobbits- adopten medidas concretas: obliguen a los diputados a incluir en su agenda estos saraos, para que los conozcamos todos. O mejor, prohíban recibir regalos.
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