¿Por qué triunfa una religión? A comienzos del siglo I nadie habría dado un duro por el cristianismo -su líder, que afirmaba ser hijo de Dios, acababa de ser crucificado sin mayores ceremonias junto a dos malhechores- pero décadas más tarde dominaba Europa, y la cosa no salió mal. Lo mismo podría decirse dos mil años más tarde del marxismo, aunque esto salió bastante peor –hubo incluso hubo quienes intentaron brevemente unir el cristianismo y el marxismo en la Teología de la Liberación, y eso ya fue el descojono-. Visto retrospectivamente hay que concluir que en ambos casos el Zeitgeist era propicio. Sin duda el combinado emocional de cada época –esa mezcla peculiar de ideas, anhelos y frustraciones, de necesidad de encontrar sentido a la vida o alguien al que echar la culpa- encajaba a la perfección con la propuesta religiosa triunfante. Piensen por ejemplo que el éxito del marxismo consistió en llenar un vacío religioso con un artefacto de apariencia racional, que era lo que la Europa post Ilustración necesitaba imperiosamente. ¿Y qué anhelos, inquietudes y frustraciones padece hoy occidente, estancado bajo la trompa del elefante de Milanovic? Pues sean lo que sean han convocado a la más improbable de las religiones, el woke, restos del naufragio del marxismo pasados por el post-estructuralismo francés y las universidades americanas.
Quedémonos entonces con esto: hay actualmente una numerosa corriente religiosa en marcha, cuyos adeptos reaccionan un tanto histéricamente cuando se les nombra el cambio climático, el heteropatriarcado o los derechos LGTB. Y ya han tomado nota los que más saben de vender cosas a la gente: empresarios y políticos. Ahora todo lo que los bancos o constructoras hacen es ecosostenible, feminista y sin huella de carbono, y los políticos están sustituyendo la agenda política por dogmas y liturgia. Ayer mismo Pedro Sánchez declaró que el incendio de Castellón se debe al cambio climático, y declaró «negacionista» -que equivale a «anatema»- a todo el que se atreva a apuntar, por ejemplo, que el fuego lo inicio en realidad una desbrozadora de la Generalitat. Mientras tanto su ministra de Defensa acusaba de negligencia a otra comunidad, ésta gobernada por el PP, por un incendio producido un año atrás, y esto lo pueden hacer porque controlan la agenda.
Porque para el político la sustitución de la agenda política por la religiosa es genial: le permite cambiar los problemas reales del país, que son complicados de resolver y sujetos a evaluación de resultados, por un relato épico en el que los papeles están repartidos de antemano. Esto es lo que –algo toscamente- quería decir Carmen Calvo cuando aseguraba que el feminismo es nuestro, bonita, y lo mismo se aplica al cambio climático y los asuntos LGTB. Y luego está la miríada de expertos, estudiosos, enterados y gorrones afines que brotan en los presupuestos gracias al BOE, o hacen negocios a su sombra. En definitiva, el que controla la agenda religiosa vive bien; los demás pueden participar en ceremonias y manifestaciones, pero sólo para que les tiren pis.
Pero si para los políticos y rumiantes del erario la incursión del César en lo que es de Dios es ventajosa, para los ciudadanos es un desastre. Es verdad que los adeptos de la religión devenida oficial estarán entretenidos y reconfortados un tiempo, pero a la larga serán también alcanzados por la ley de la gravedad. La realidad –en la forma de paro juvenil, crisis demográfica, insostenibilidad de las pensiones y educación deficiente, es decir, de todos los problemas eliminados de la agenda- también los alcanzará. Y también acabarán alcanzándolos los dichosos chinos, que no pierden el tiempo en chorradas. Pero mientras tanto los políticos habrán vivido estupendamente, y podrán alegar que se limitaron a proporcionar lo que los votantes pedían: a fin de cuentas el cliente siempre tiene razón.
Comentarios
Puede usted añadir que esa religion, amen de su teologia (la creencia en un futuro mundo mejor, en el que participo con mis actos y mi creencia), tiene su ascesis que es la dieta- cualquiera que sea- y el reciclado. Ojo, que no digo que el reciclar esté mal, ni que uno deba combinar el disfrute y la salud: sino que el modo de practicar el reciclado, al margen de la asusencia de triaje por parte de las empresas municipales de residuos, se transforma en una via ascética para ese mejor mundo. y no comer carne, o huevos, o ser crudivoro, me permiten mirar a los demás con la satisfacción que da estar en la verdad.
Y el problema es que amen de mistica y ascesis, esa religion tiene una moral, y no solo para sus practicantes, sino para el mundo restante, al que puedo , en buena fe, desacalificar como inmoral, en tanto que no participa de mis objetivos. Y aun peor, esa moral es protestante, o jansenista, y no admite ni el arrepentimiento ni el perdón. Hoy el "ther is no planet B", es una jaculatoria válida para todo.
Como decia el clásico, creo poco en mi religión, que es la única verdadera, y voy a mis años a caer en esta..
El opio es la religión del pueblo
Jajaja, Don Luigi. Fucking hippies!
Inevitablemente.
Irremediablemente.
Cuando se enteren de que ya están encerrados en la ratonera.
Esperando que no les metan el ratón.
Yo me apresuré a decir que sí, para que no me soltara el rollo institucional, recogí mi regalo y salí pitando.