Si yo hubiera sido Lord Chesterfield habría añadido dos consejos finales en las cartas a su hijo. El primero, intenta siempre distinguir si estás razonando o más bien construyendo racionalizaciones de una posición que ya has tomado, generalmente sin saber por qué. El segundo, recuerda que todos los humanos –incluidos los Chesterfield- somos animales tribales: intenta domesticar esa pasión para que galope en la dirección adecuada.
De esto último quiero hablar, de esa tendencia innata que tenemos a dividir el mundo entre Nosotros y Ellos, con implicaciones muy diferentes para unos y otros. Un impulso tan fuerte que se activa con los estímulos más insignificantes, como repartir camisetas de colores e incluso arrojar una moneda al aire. Los estudios arrojan sistemáticamente la misma conclusión: tendemos a privilegiar a los de nuestro grupo, y disfrutamos con las pérdidas de los de fuera aunque no nos beneficien. Esta es una característica básica que explica nuestro éxito como especie: somos muy buenos colaborando con los de dentro, y extraordinariamente malos hacia los de fuera. Son las dos caras inseparables de nuestra moneda, la Fuerza y el Reverso Tenebroso, el yin y el yang.
Se trata entonces de un material altamente inflamable, y la receta para manejarlo –para galoparlo diría Chesterfield- es doble.
Hacia fuera, para atenuar nuestra inclinación destructiva y xenófoba, debemos ampliar progresivamente el círculo del Nosotros. Objetarán, con razón, que cuando ya no quede Ellos –por haber incluido a toda la Humanidad- podría desvanecerse el Nosotros, que se construye en parte frente a aquél. Por eso se sugiere que la solución sería una invasión extraterrestre manejable, pero en todo caso cuando lleguemos a ese río ya nos plantearemos cómo cruzarlo.
Pero he dicho que la receta es doble: hacia dentro debemos dejar que nuestro instinto para la cooperación fluya. Entenderán entonces que aquí existe una estupidez suprema, equivalente a dar una pistola a un mono o un martillazo a la nitroglicerina del Salario del Miedo: desatar el tribalismo dentro del propio grupo. Compartimentar la sociedad en Mininosotros y Miniellos enfrentados en una lucha suma-cero: mujeres contra hombres, gays contra heterosexuales, etnias contra «colonos», la «gente» contra los «fascistas»… Un yang sin yin, y un Reverso sin Fuerza. Decía el otro día JuanCla de Ramón en un estupendo artículo que había que tener mucho cuidado con parcelar la ciudadanía y que él había llegado a una posición en la que sólo admitía la discriminación positiva a favor de los pobres –es decir, la redistribución de la riqueza-. Completamente de acuerdo y me permito añadir que incluso el manejo de ésta debe ser delicado y basado en la cooperación: el pecado original del marxismo fue –si es que pretendía defender a los trabajadores- introducir el virus tribal en la forma de lucha de clases.
Imaginen ahora un país con tribalistas woke en un Gobierno apoyado por tribalistas etnolinguïsticos, y cuyo presidente encomendara su éxito personal a otra división tribal entre medio país –Nosotros los Progresistas- y medio país –Ellos la Derecha- (sí, yo también he visualizado el cañonazo al camión de la nitroglicerina). Y concluyo aprovechando el 8-M -dado mi sentido de la oportunidad- para decir que la lucha por la igualdad de la mujer ya está ganada hace décadas, y que quien se manifiesta hoy por las calles está practicando más bien una versión tribal del feminismo.
Comentarios
Lo que pasa es que sabe que su efecto es distinto según se aplique a su grupo o al otro. En su grupo la unión *esencial* no se rompe. En el grupo opuesto logra que una pàrte de la escisión creada se le una. Ya es mas grande.
En plan chapucero: Un grupo busca aumentar su influencia dividiendo los hombres y las mujeres prometiéndolas a estas placer y sinecuras. Pues bien, las mujeres del otro grupo se le unen. Los hombres del otro grupo siguen igual aunque estupefactos.
Sus hombres siguen en el grupo divisor porque esa división no afecta a su unión *esencial*
Conclusión numérica: De ninguna manera se forman dos nuevos grupos, uno de hombres y otro de mujeres como parecería lógico. Sólo hay un trasvase de mujeres que no pararán de dar guerra a sus machos inmovilistas de ambos grupos.
Conclusión social: Los machos están degenerando.