
Por alguna razón el nacionalismo, una ideología de raíz xenófoba y que aborrece la igualdad, se ha integrado perfectamente en el pack moral de la izquierda. Posiblemente porque se forma por contraposición a la derecha, y hablar de España siempre les ha sonado franquista. Esto del pack especular explica las posiciones más disparatadas de la izquierda en torno al aborto: cuanto más escandalicen a la derecha, más progresista serán. La derecha, por cierto, también forma sus packs por oposición, y ahora ante los excesos animalistas de la izquierda tiende a contemplar con desconfianza a quien siente afecto por sus perros. Pero no sólo es que el nacionalismo se incluya en el pack progresista: es que ocupa una situación inatacable. Fíjense lo que ocurrió con las pobres niñas que saltaron por la ventana en Sallent. Cuando se apuntó a la transfobia como posible explicación el Ministerio de Igualdad abandonó apresuradamente la patatilla –puede verse aún en las mesas- para grabar un video repitiendo «se llamaba Iván». Pero cuando un familiar dijo que los problemas de inadaptación se debían a que las niñas no hablaban catalán y les llamaban sudacas el silencio fue atronador: nada de criticar la progresista inmersión, que aumenta tan exitosamente el fracaso escolar de los castellanoparlantes. Por cierto Irene Montero siguió repitiendo lo de Iván después de que los padres dijeran que en realidad se llamaba Alana y que por favor dejaran de politizar. Incluso algunos hooligans –una diputada podemita entre ellos- se animaron a descalificar a los padres que les estaban aguando la fiesta. Lo que demuestra que, con frecuencia, no es la compasión por otras personas lo que mueve a algunos, sino la señalización virtuosa de uno mismo.
Ahora el feminismo ha callado ante el acoso mediático, institucional e incluso por parte de un cantante calvo contra una joven enfermera que se ha descojonado de un dogma: la exigencia del C1. Incluso le han abierto un expediente no sé sabe muy bien por qué, y un sindicato –la UGT*- se ha alineado alegremente con el acoso contra una trabajadora. Otro –éste de los Mossos- ha salido a defender a la UGT de las críticas diciendo que está defendiendo el derecho de los trabajadores a ser atendidos en su lengua materna». No consta que este mismo sindicato haya alzado su voz cuando son los niños los que son privados de su lengua materna en la educación.
No, amics, la enfermera no estaba haciendo política, sino un TikTok chorra. No, no expresa odio contra los catalanes ni contra el catalán; si buscan odio sigan la pista del epíteto «nyordo». Y es difícil escandalizarse por lo del «puto C1» cuando en la televisión pública regional se escucha rutinariamente «puta Espanya» por aquello de la libertad de expresión. ¿Dónde está la de la enfermera? En fin que la compasión, la libertad de expresión, la defensa de los trabajadores y el normal anhelo de no hacer el ridículo se evaporan ante el nacionalismo, demostrando quizás que estaban ausentes desde el comienzo. Y otro día hablamos de lo de la exigencia del C1.
* Sugiero a la enfermera esta coplilla sindicalera para su próximo TikTok:
«El médico me dice
que CENE-TÉ
y luego me escuece
el U-GE-TE».
Aunque le recuerdo -para el C1- que en catalán té no lleva acento.
Comentarios
Pero esa afinidad viene de lejos. Siempre han defendido por lo bajini el derecho de autodeterminación. Incluso antes de Franco. Como un comodín a sacar cuando hace falta en política pero que tampoco es cuestión de sacarlo a pasear no sea que se mosquee demasiada gente.
Es muy igualitario negar a los demás lo que se declara como derecho del grupito. Muy de no dejar a nadie atrás.
Porque la chica decía Puto C1, no Puto catalán, Ni siquiera P*** Catalunya. Es como si nos castigasen por maldecir a Hacienda y a los impuestos que nos aplastan...
Y, ya que nos aplastan, con el C1 , con los impuestos , por lo menos, que nos expliquen de verdad su necesidad, y los beneficios para todos, de esas imposiciones , y que si no nos convencen, que nos dejen el derecho al pataleo.
¡ Vamos, digo yo !