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CUANDO LOS VOTANTES PIERDEN LA PACIENCIA


Cuando la economía va mal los gobernados pierden la paciencia, los gobernantes pierden el empleo, y los que los sustituyen tienen fuertes incentivos para adoptar políticas diferentes. Esto es lo que ocurrió en 1932 cuando el presidente Hoover, incapaz de dar respuesta a la Gran Depresión, fue reemplazado por Roosevelt. En realidad el proceso no fue estrictamente racional. No es que el votante entendiera cuáles eran los defectos de las políticas que pretendía penalizar, ni cuáles eran los remedios que se debía aplicar. Lo que tenía claro es que lo estaba pasando mal, y en esos casos procede culpar al gobernante -esto, por cierto, ocurre también ante sucesos que escapan por completo a su control: en 1916 Woodrow Wilson perdió muchos votos en las zonas costeras por los ataques mortales de un tiburón blanco en New Jersey-. Tampoco es que Roosevelt tuviera las respuestas en el bolsillo: las políticas que decidió aplicar no venían en su programa, y de hecho ya habían comenzado a ser aplicadas por Hoover. Pero funcionaron, y esto lleva al último punto de la secuencia: las nuevas teorías económicas estaban en construcción, y aprovecharon las recetas exitosas para ser definitivamente formuladas (Keynes no completaría la suya hasta 1936).
El proceso parece una versión corregida de la teoría competitiva de Schumpeter en la que ni el cliente sabe muy bien lo que quiere ni el político qué producto ofrecer y el economista - con frecuencia la praxis se adelanta a la teoría- observa prudentemente los acontecimientos. Pero esta secuencia (crisis económica-cabreo del gobernado-cambio de gobernante-nuevas políticas-nuevo «paradigma» económico) provoca movimientos pendulares que marcan la historia política y económica, y el profesor del Instituto de Empresa Rafael Pampillón los ha resumido en un excelente libro. Enfocado en Europa y Estados Unidos a partir del siglo XIX –aunque con una aproximación al caso chino- Pampillón emprende un viaje por los distintos modelos económicos: mercantilismo, librecambismo/teoría clásica, keynesianimo, economía de la oferta y neokeynesianismo. El lector aprenderá que es un error identificar keynesianismo con partidos de izquierda y liberalismo -o políticas de oferta- con partidos de derecha: tanto Blair como Clinton continuaron con las políticas emprendidas respectivamente por Thatcher y Reagan, y Trump no ha sido en absoluto liberal sino keynesiano. También aprenderá que los hombres práctcos suelen ser esclavos de algún economista difunto, y que la curva de Laffer se presentó literalmente en una servilleta.

Permítanme algunos comentarios. Uno, desconfíen de la virtud taumatúrgica del enfado del votante: el mismo cabreo que llevó al poder al poder a Roosevelt en Estados Unidos condujo en Alemania a Hitler; y recuerden que ahora nos rodean los populistas, que de avivar el resentimiento saben bastante. Dos, las motivaciones de los gobernantes que emprenden el cambio exitoso no son homogéneas: Roosevelt actuó por conveniencia en los 30; Thatcher lo haría en los 90 movida por su creencia en la libertad y responsabilidad individuales. Tres, el gobernante siempre estará sesgado hacia el keynesianismo porque lo anima a gastar más y a colonizar más espacios en la sociedad. Cuatro, en este asunto conviene abandonar los dogmatismos, apostar por el ajuste fino, y entender que no sólo no hay recetas mágicas, sino que las que resultan exitosas en un momento o lugar pueden ser venenosas en otro por la acción de distintos ingredientes no tomados inicialmente en cuenta.

¿Qué hemos aprendido en esta historia? En el último capítulo Pampillón lo resume en diez puntos que no se deben perder.

Cuando los votantes pierden la paciencia. Rafael Pampillón Olmedo.

Comentarios

viejecita ha dicho que…
Yo ya no me compro libros directamente en papel, que cada vez que coloco uno nuevo en mis estantes, tengo que quitar otro que ya no relea. Miraré a ver si está en Kindle, y si está me lo compraré. Y si me gusta de verdad, me lo compraré en buena edición, y desterraré a otro. Es un buen método de tener una biblioteca viva. Lo malo, es que ya casi no me quedan libros de esos que leía de joven, para cultivarme ; como de filosofía y así. Ahora , ya, el tiempo que me quede lo dedico a disfrutar, y mi biblioteca es mucho menos fardona.
Pero este libro , parece que promete, y que me puede ayudar en las discusiones sobre economía con mi chico el pequeño ( 47 añitos , y le encanta Krugman al que detesto )
Muchas gracias pues, por la recomendación, Querido Don Navarth.
viejecita ha dicho que…
El libro no está en Formato Kindle. He estado en el Hipercor a por víveres, y lo he pedido en la librería :
"Que lo tienen clasificado como libro de autoayuda, y no está en ninguna de sus librerías , así que ni siquiera me lo pueden conseguir. Que lo intente dentro de unos meses, por si estuviera en reedición".
He ido a Amazon.es, Y me llega en dos días. En tapa dura. Si no me convence como para quitarle el sitio a otro libro, le buscaré un nuevo hogar. Pero antes, lo pienso leer entero.

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