
El presidente José Luís nos advirtió de que el origen del terrorismo estaba en el "mar de injusticia universal" en que flota nuestro mundo globalizado. Con esto conseguía trasladar parte de la culpa a las víctimas, algo muy apreciado por el pensamiento equidistante, y de paso también al traidor occidente, culpable de haberse dejado ganar por el capitalismo y la democracia. Enzensberger enfoca el asunto de manera muy distinta: la violencia se desencadena por la frustración personal. Esa es la motivación que induce a un ciudadano a subirse a un campanario y liarse a tiros con los viandantes hasta que él mismo es abatido. También, la que mueve a los terroristas. Estos son los "perdedores radicales". Analizar el asunto de otro modo es mirar el dedo en vez de la luna.
El perdedor radical suele ser, me temo, hombre. Posee un exagerado concepto de su propia importancia, y un perfecto desinterés hacia la de los demás. Por eso, aunque frecuentemente se envuelva en sonoras palabras como ‘justicia’ o ‘solidaridad’, es impecablemente egoísta. Su frustración y su rabia (van en el mismo lote) no surgen exactamente de sus condiciones de vida, sino de su comparación con los demás. El perdedor radical se siente humillado por el triunfo ajeno, ya que evidencia su propio fracaso. En este sentido, podemos corregir ya a José Luís: el terrorista no es fruto de la injusticia, sino de la ausencia (afortunada) de igualitarismo (esto no lo dice Enzensberger, lo digo yo)
Hay que hacer dos distinciones inmediatas. Una, que no todos aquellos a los que no les va bien en la vida se transforman en perdedores radicales. Dos, que la situación insatisfactoria puede ser imputable a factores externos o a la actuación de uno mismo, pero tampoco en este último caso se atenuará la rabia del perdedor. En realidad, el perdedor radical sospecha que es culpable de su situación, y de este modo conviven en él el odio hacia los demás con el desprecio hacia sí mismo. Y por eso cuando se sube al campanario pretende acabar tanto consigo mismo como con los otros. Esto podría explicar la satisfacción de Hitler en su búnker al contemplar como los alemanes, perdedores como él, lo precedían en el camino a la muerte.
¿Qué diferencia al terrorista propiamente dicho del asesino del campanario? Enzensberger no lo menciona, pero el primero se acoge a una ideología de disolución, que le permite renunciar a su individualidad y fundirse en una masa ideal. También le posibilita descargar su odio, pues los movimientos de disolución se definen siempre en contraposición a un enemigo. Podríamos decir que en el perdedor radical concurren un factor subjetivo y previo, la frustración, y una ideología de masas. Este es el caso del nazismo, ideología que vino a vestir la frustración derivada de la derrota bélica y la crisis económica.
En la actualidad el único movimiento de masas fracasadas con alcance mundial, capaz de proporcionar una cantera inagotable de perdedores radicales, es el islamismo. El mundo musulmán ofrece, tanto las condiciones idóneas para la frustración, pues su atraso con respecto a occidente es innegable, como la ideología. ¿Hay solución? Enzensberger no es optimista al respecto, y sugiere que nos acostumbremos a vivir con ello. Pero afrontemos el problema sin complejos. Y sin Currin.
Comentarios
No sé si ha visto las dos últimas entradas del blog de Arcadi, a cuenta del asesino de Toulouse. Si hace dos días, cuando todos pensaban que era un nazi europeísta, El País lo tildaba de puro psicópata, con un 100 % de voluntad homicida, representante del Mal absoluto, ahora se comienza a recular para hablar de las famosas 'causas' (ya sabe, la banlieu, la dejación de la República francesa, bla bla bla).
saludos
En cuanto a la matanza de Toulouse, nuestras élites de izquierda y su "compasión" viscosa e hipócrita por los criminales cada vez me recuerda más a esas mujeres desequilibradas que les escriben cartas de amor a serial killers encarcelados.
Un saludo.
Gracias a usted BEN GUNN, que fue quien me recomendó a Enzensberger. Este librito es muy breve, poco más que un artículo largo, pero tiene ideas interesantes.
Saludos.
¿Por qué no ha vuelto donde Santiago González?
Cito unas frases para crear dependencia (pp. 37-38):
"Nada más occidental que el odio a Occidente". (...) El espíritu crítico se vuelve contra sí mismo y consume su forma. (...) Del rechazo de nuestros dogmas nace el nuevo dogma de la demolición". (...)
"El mal sólo puede venir de nosotros; los demás están animados por la simpatía, la benevolencia, el candor. Paternalismo de la mala conciencia: considerarse los reyes de la infamia es tanto como seguir en la cima de la historia."
Y paro ya, que si no se lo voy a destripar.
Enhorabuena por tan acertada entrada. Me haré con el librito de Enzensberger.
"Nada más occidental que el odio a Occidente"(...) Del rechazo de nuestros dogmas nace el nuevo dogma de la demolición". Es que además el comentario coincide milimétricamente con algo que acabo de escribir en el blog de SG. Y coincide con una serie que tenía pensado escribir en el futuro sobre los nihilistas rusos. Saludos.
Gracias a ambos.
Saludos.