Suele ocurrir que la política sea un asunto tan complicado que normalmente sólo podamos aspirar a conocer bien los asuntos de nuestro propio país, teniendo que conformarnos, cuando salimos al exterior, con unos cuantos estereotipos. Esto parece haber ocurrido al filósofo Paolo Flores D’Arcais, defensor de turno de Garzón en El País, capaz de discutir con soltura sobre la existencia de Dios con Habemas o Ratzinger y, simultáneamente, de escribir un artículo repleto de chorradas como el de hoy. “El ostracismo al que los sectores antidemocráticos de España quieren condenar al juez Baltasar Garzón no es una mera cuestión interna española, sino que atañe a Europa entera y a su porvenir”. Nada menos. Desde la primera línea Flores D’Arcais adopta un enfoque peculiar - se trata de una lucha heroica entre un Juez independiente, al mejor estilo de las películas de Capra, y los franquistas, al mejor estilo de Forges- que condiciona el resto de la argumentación. Sólo así se explica que se anime a decir que “lo que está en juego en el caso Garzón es, en efecto, la propia autonomía de la judicatura”, una afirmación que causa risa a todo aquél que conoce la trayectoria de Garzón y lo ha visto cazando con el Ministro de Justicia y miembros de la fiscalía y la policía judicial durante la instrucción de un caso contra la oposición.
« Es lamentable la falta de interés de la justicia y de la derecha para que haya mecanismos para reparar estos delitos de lesa humanidad . El PSOE debe sumarse a este esfuerzo ». Los delitos de lesa humanidad a los que se refiere Enrique Santiago son los «bebés robados» del franquismo, y el esfuerzo que requiere del PSOE es seguir adelante con la proposición de ley presentada en 2020 en Cortes por ERC, PSOE y Podemos, Bildu y Baldo(ví), y que lleva atascada desde entonces. La exposición de motivos de la empantanada iniciativa nos cuenta esta historia. Queridos niños… « Durante décadas, y hasta etapas muy próximas, en España se ha producido, amparada en la impunidad, una de las mayores atrocidades que ha vivido nuestro país. Un número inmenso de niños fueron sustraídos en cárceles, clínicas y maternidades, y sus familias biológicas siguen sin saber su paradero a día de hoy ». No me dirán que no es una historia tremenda, y que la desolación de Enrique Santiago no está justificada. Se tr
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