La democracia es un sistema torpe y perezoso, obligado a compromisos y transacciones que disminuyen su eficacia para resolver los problemas. Lo malo de la dictadura es que te puede tocar un Nerón pero ¿y si te toca un Marco Aurelio? Tal vez idealmente el mejor sistema no es la democracia sino el dictador abnegado, sabio, preocupado por el bienestar de la sociedad y provisto de poderes irrestrictos para alcanzarlo eficazmente. Seguro que alguna vez lo pensaron cuando eran jóvenes; luego se hicieron adultos e intuyeron que el argumento tenía fisuras –quién decide, para empezar, qué es lo mejor para la sociedad-. Ahora incluso los que infantilmente añoran dictaduras benévolas entienden que hay que disimular, y hablan mucho de democracia mientras votan a Sumar.
El caso es que, por alguna razón, este sueño del dictador abnegado deja de parecer infantil en el interior de los partidos. De repente parece de lo más razonable que toda las decisiones emanen de la sabiduría del líder mirífico asistido por un benévolo sanedrín: Rivera y Villegas/Hervías; Abascal y Buxadé/Garriga; Pablo Iglesias y Pablo Iglesias. Y ante esto hay que recordar una vez más lo obvio. Primero, el líder no tiene por qué ser bueno (miren ustedes a su alrededor). Segundo, aunque empiece abnegado acaba inexorablemente volviéndose tarumba, y si Marco Aurelio no se convirtió en Nerón es porque se entretuvo en formular unas reflexiones aburridísimas. Tercero, convertir al líder de un partido en gurú de una secta extingue los cauces de formación de inteligencia colectiva y expulsa la inteligencia individual; al final sólo quedan los trepas para integrar el sanedrín, y el líder acaba despistado y besando perros. Y cuarto, y tal vez más difícil de asumir: los humanos no somos omniscientes. No tenemos ni puta idea. Los líderes y acólitos, aunque pongan cara de maquiavélicos y vean muchas series de televisión, no suelen entender ni remotamente el funcionamiento de sus propios partidos, lo que a medio plazo suele provocar su explosión.
Aprovechemos entonces esta lección sobre las limitaciones humanas que los partidos nos ofrecen día sí y día no: si carecemos del conocimiento necesario para dirigir dictatorialmente una organización política, tanto más para organizar totalitariamente una sociedad. En realidad cada vez que hemos sucumbido a la tentación –y la oportunidad- de crear una utopía en el laboratorio de la razón hemos conseguido resultados pintorescos, sangrientos o -más frecuentemente- ambos. Y es que lo bueno de la democracia es, precisamente, que limita las fantasías individuales. Que sus formalismos, sus complejos procedimientos, y sus consensos ponen obstáculos a los aventureros charlatanes e idiotas, y así vamos tirando.
Sí amigos, soy conservador. Creo en la valla de Chesterton y en las instituciones que han pasado la prueba del tiempo; creo que la modesta tarea del político debe ser introducir graduales ajustes para mejorarlas. Y me alarman bastante los que pretenden desmontarlas para sustituirlas por sus delirios, ya sean religiosos, comunistas, ecologistas o todos a la vez. Aunque pretendan ser dictadores benévolos.
Comentarios
Ahora bien si las dictaduras in péctore, se disfrazan como democracias hasta que alcanzan el poder, y se perpetúan como dictadura ( aunque sea la dictadura "del pueblo", o de lo que los partidos gobernantes y sus cabezas visibles llaman "el pueblo" que no tiene por qué coincidir con lo que otros llaman "ciudadanía", o "pueblo" ),
Y, es que además la Democracia, en realidad, es el gobierno de La Mayoría. O sea, de la mitad más uno. Aunque fuera de una gran mayoría cualificada. ¿ Que pasa con los que no pertenecen a esa mayoría ? ¿ se les puede aplastar ?
¿ Que podemos hacer aparte de intentar que se establezcan contrapoderes efectivos para protegernos ?
Y, Los partidos políticos, con sus listas cerradas, su nepotismo, su "ayuda a los suyos ?
¿ Iban a permitir esos contrapoderes ?
Y, que conste, que a mí Marco Aurelio no me pareció en absoluto aburridísimo. Claro que cuando leí sus pensamientos, estaba metida en casa, haciendo mi imitación de la madre de familia tradicional, y me lo leía Todo, y lo disfrutaba.
Por decir algo, mejor que “el dictador abnegado” yo habría titulado “el autócrata…”
Y, ya que habla del líder, habrá que hablar de la formación política del pueblo que lo elige.