Ir al contenido principal

EL LOGOS Y LA CACA


Para Platón hay Formas o Ideas perfectas e inmutables, pero una vez que se introducen en el flujo del tiempo se van corrompiendo. Eso somos nosotros, exiliados de la eternidad: seres imperfectos y corruptibles que sólo perciben las sombras de esas Ideas y así nos va. Por eso unos siglos más tarde Plotino afirmará que la salvación de los hombres consiste en retornar y disolverse en el Absoluto atemporal o Logos. El Absoluto queda así identificado con una especie de razón cósmica.

En todo caso la perspectiva de disolverse -por muy Logos que sea- no es especialmente tentadora. ¿Qué pasa con las vivencias, emociones y memorias humanas? ¿Qué hay de todas las cosas que hacen la vida agradable? Todo eso debe dejarse atrás porque no son más que subproductos de la maldición del tiempo. Pero el hombre no quiere perder las cosas que le gustan sino continuar teniendo acceso a ellas. No parece que abandonarlas –o congelarlas en una absoluto atemporal- sea una solución estimulante, y todo esto pone de manifiesto que nuestro problema no es tanto la mortalidad sino una deficiente comprensión de la fugacidad.

Para los pensadores cristianos era fácil identificar el Logos con Dios: ya lo había hecho enigmáticamente el Evangelio de San Juan. Desde San Agustín –y especialmente Escoto Erígena- acabaron diseñando una cosmogonía según la cual no es que Dios se despistara y se le cayera la Creación en el flujo del tiempo, sino que la necesita para autorrealizarse. La Creación es la representación total, la película divina protagonizada por cada uno de nosotros. Los hombres entonces ya no somos náufragos perdidos en el torrente del tiempo, sino partícipes necesarios de la grandeza de Dios. O, como dice John Gray «en lugar de ser una mancha en la faz de la eternidad, la humanidad era un espejo en el que el Espíritu podía verse a sí mismo». Dicho de otro modo, el Logos se va autorrealizando en la Historia, y esto ya empieza a sonar a Hegel.

Marx hereda esa idea teatral de la historia, pero con la Humanidad como protagonista. Es ésta la que va encaminándose hacia su plenitud -a través de un itinerario que el propio Marx dice haber descifrado- hasta llegar a su culminación y perfección. Es ésta –la creencia en que existe un estado ideal de la humanidad – la más destructiva de las ideas pues a su consecución puede ser sacrificado todo: la discrepancia, la tolerancia y las personas concretas. Este espejismo –en una versión mucho más benévola- es el mismo que sufrieron los que creyeron que el final de la historia era la democracia liberal occidental.

Sirva esto para reivindicar a los que como Herzen o Berlin entendieron que nuestra labor es mucho más modesta. Que no existe, dispuesta a ser encontrada por el profeta de turno, la sociedad ideal en la que todos los valores encajarán perfectamente como las piezas de un rompecabezas. Que lo nuestro es el presente, y no un futuro permanentemente inalcanzable. Que lo bello no se puede sacrificar a las abstracciones. Que las mejores sociedades no son las perfectas –tal significado no existe- sino las que impiden florecer los peores instintos humanos. Y que, como dice el filósofo práctico Jorge San Miguel, «cuando caminas con la vista permanentemente puesta en el Logos puedes acabar pisando una caca de perro».

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA INAUDITA HISTORIA DE LOS BEBÉS ROBADOS

« Es lamentable la falta de interés de la justicia y de la derecha para que haya mecanismos para reparar estos delitos de lesa humanidad . El PSOE debe sumarse a este esfuerzo ». Los delitos de lesa humanidad a los que se refiere Enrique Santiago son los «bebés robados» del franquismo, y el esfuerzo que requiere del PSOE es seguir adelante con la proposición de ley presentada en 2020 en Cortes por ERC, PSOE y Podemos, Bildu y Baldo(ví), y que lleva atascada desde entonces. La exposición de motivos de la empantanada iniciativa nos cuenta esta historia. Queridos niños… « Durante décadas, y hasta etapas muy próximas, en España se ha producido, amparada en la impunidad, una de las mayores atrocidades que ha vivido nuestro país. Un número inmenso de niños fueron sustraídos en cárceles, clínicas y maternidades, y sus familias biológicas siguen sin saber su paradero a día de hoy ». No me dirán que no es una historia tremenda, y que la desolación de Enrique Santiago no está justificada. Se tr

VIERNES DE SEXO (10) (THIS IS THE END, MY FRIEND)

  Las dos primeras décadas de este siglo han presenciado cambios notables en la actividad sexual de los hombres. Un estudio de Peter Ueda expone que el porcentaje de estadounidenses entre 18 y 24 años, que reportan no haber mantenido relaciones sexuales en el último año, ha ascendido del 19% al 31% , y otras encuestas indican que -en ese mismo periodo- el porcentaje de hombres que llegan vírgenes a los 30 años ha subido del 8% al 27% . Estas tendencias –que se repiten en otros países- afectan abrumadoramente a hombres de bajo estatus, y no se repiten en mujeres, lo que indica –para empezar- que algunos hombres están follando más. ¿Qué está ocurriendo? Los sospechosos habituales son las redes sociales y el porno, pero no parece que, ni remotamente, la respuesta se encuentre allí.  Las apps de citas proporcionan datos interesantes.  - Ordenados en función de su atractivo para el otro sexo, el 20% de los hombres más deseados acapara la atención del 80% de las mujeres. Esto presenta un pa

ISRAEL Y EL DILEMA DEL TRANVÍA

Seguro que han visto mil veces el dilema: un tranvía circula sin frenos por una vía en la que hay tres personas despistadas. Sin embargo usted, que por alguna razón misteriosa maneja un cambio de agujas, puede desviarlo a otra vía donde también hay una persona despistada, pero sólo una. ¿Qué hacer? Este es el dilema favorito de los utilitaristas: si en una vía hay 3, y lo desvío a otra donde hay 1, ahorro 2. Perfecto, dilema moral resuelto y a otra cosa. Es una forma de cálculo satisfactoria para los totalitarios. Primero porque elude ciertos juicios morales previos (¿por qué circula el tranvía?; ¿por qué están ahí las personas?) pero sobre todo porque convierte a los humanos en números, que son más fáciles de manejar (¿qué importan unos millones de muertos actuales cuando está en juego la felicidad de todo el mundo en el futuro?) No es de extrañar que esta doctrina moral fuera desarrollada, con su mejor intención, por Jeremy Bentham, que al parecer sufría serias deficiencias en su