Querido Andrés. Cuando el 25 de enero defendí en el Consejo General la enmienda a la totalidad al proyecto de Estatutos, tu respuesta fue una descalificación ad hominem: sólo desde la mala fe y la ignorancia –alegaste- se podía presentar tal enmienda ¿Para qué debatir entonces? Tu artículo de hoy prosigue con otra desautorización más novedosa: la enmienda es sospechosa porque se inspira en los estatutos de UPyD. ¿No provienen –recuerdas- sus defensores de ese partido? Pues asunto zanjado.
Parece que los estatutos de UPyD son muy versátiles: servían antes para calificar al partido de jacobino, y ahora para acusarlo de defender baronías. Por cierto, recuerdo otra cosa de los peores momentos de ese partido que quizás sea más aplicable a este caso: la descalificación inmisericorde del discrepante, y la asunción acrítica de los argumentos más inverosímiles proporcionados por la Nomenklatura.
Ciertamente hemos consultado los estatutos de partidos muy diversos: eso que llamas “copiar” se llama ahora “benchmarking”, que es más fino. En algunos casos hemos encontrado cosas sorprendentes como esta: «derecho de todo afiliado a ejercer la crítica o a emitir opinión sobre las políticas y líneas estratégicas adoptadas por los órganos competentes». Este derecho está incluido en los estatutos de un partido difícilmente calificable como liberal –Vox-, y en los nuestros ha sido catalogado en los apartados “faltas graves” y “faltas muy graves”; en este último caso si el Comité de Régimen Disciplinario –recordemos que la Ejecutiva nombra a TODOS sus miembros- decide que concurre con el temible derecho el muy indeterminado término jurídico “deslealtad”.
Termino aclarando una acusación que ya me fue formulada en ese Consejo del 25 de enero: algunos de los que ahora presentamos la enmienda votamos favorablemente los anteriores estatutos, de los que el actual proyecto es mera continuidad. ¿No es esto una muestra clara de inconsistencia o, incluso, deslealtad?
Efectivamente –contesté en el Consejo- voté a favor de los anteriores estatutos, y me equivoqué. Me equivoqué gravemente al no darle la relevancia que tenían. Al no entender que lo que predicamos para una sociedad saneada –instituciones inclusivas, contrapoderes, ausencia de élites extractivas, derechos de las personas- debemos aplicarlo también en el interior de los partidos. Que es necesario llevar en el frontispicio de nuestro partido eso de «ciudadanos, libres, iguales y solidarios», pero que todo eso no se debe dejar colgado en la puerta junto a los abrigos. Pero ahora no tenemos excusa, porque hemos podido ver en qué se ha convertido la Organización del partido gracias a los anteriores estatutos. No añadamos al error la contumacia en el error.
Y sobre eso de que nuestra enmienda es «una enmienda a Ciudadanos» hablamos, si te parece, otro día. Parece, más bien, que la enmienda a Ciudadanos es abandonar nuestro proyecto reformista de centro, pensado para romper una política cainita de bloques, para acabar disolviéndonos en uno de ellos.
Parece que los estatutos de UPyD son muy versátiles: servían antes para calificar al partido de jacobino, y ahora para acusarlo de defender baronías. Por cierto, recuerdo otra cosa de los peores momentos de ese partido que quizás sea más aplicable a este caso: la descalificación inmisericorde del discrepante, y la asunción acrítica de los argumentos más inverosímiles proporcionados por la Nomenklatura.
Ciertamente hemos consultado los estatutos de partidos muy diversos: eso que llamas “copiar” se llama ahora “benchmarking”, que es más fino. En algunos casos hemos encontrado cosas sorprendentes como esta: «derecho de todo afiliado a ejercer la crítica o a emitir opinión sobre las políticas y líneas estratégicas adoptadas por los órganos competentes». Este derecho está incluido en los estatutos de un partido difícilmente calificable como liberal –Vox-, y en los nuestros ha sido catalogado en los apartados “faltas graves” y “faltas muy graves”; en este último caso si el Comité de Régimen Disciplinario –recordemos que la Ejecutiva nombra a TODOS sus miembros- decide que concurre con el temible derecho el muy indeterminado término jurídico “deslealtad”.
Termino aclarando una acusación que ya me fue formulada en ese Consejo del 25 de enero: algunos de los que ahora presentamos la enmienda votamos favorablemente los anteriores estatutos, de los que el actual proyecto es mera continuidad. ¿No es esto una muestra clara de inconsistencia o, incluso, deslealtad?
Efectivamente –contesté en el Consejo- voté a favor de los anteriores estatutos, y me equivoqué. Me equivoqué gravemente al no darle la relevancia que tenían. Al no entender que lo que predicamos para una sociedad saneada –instituciones inclusivas, contrapoderes, ausencia de élites extractivas, derechos de las personas- debemos aplicarlo también en el interior de los partidos. Que es necesario llevar en el frontispicio de nuestro partido eso de «ciudadanos, libres, iguales y solidarios», pero que todo eso no se debe dejar colgado en la puerta junto a los abrigos. Pero ahora no tenemos excusa, porque hemos podido ver en qué se ha convertido la Organización del partido gracias a los anteriores estatutos. No añadamos al error la contumacia en el error.
Y sobre eso de que nuestra enmienda es «una enmienda a Ciudadanos» hablamos, si te parece, otro día. Parece, más bien, que la enmienda a Ciudadanos es abandonar nuestro proyecto reformista de centro, pensado para romper una política cainita de bloques, para acabar disolviéndonos en uno de ellos.
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