Para explicar la historia y las sociedades Marx ha propuesto el materialismo histórico y la lucha de clases. Según el primero, para comprender una sociedad es inútil atender a manifestaciones externas tales como sus instituciones jurídicas o políticas, o sus expresiones culturales. Lo que hay que estudiar es su estructura económica, entendida como a) el modo en que en ella se distribuye la propiedad y la renta (en terminología marxista, las ‘relaciones de producción’), y b) el nivel científico y tecnológico (las ‘fuerzas productivas’) que ha alcanzado en cada momento. La irregular distribución de las ‘relaciones de producción’ determina la aparición de clases, y cada una desarrolla sus propios intereses derivados de sus respectivas situaciones económicas. Porque, aunque el sujeto no sea consciente de ello, su adscripción a una clase determina incluso su forma de pensar: "no es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, es por el contrario su existencia social lo que determina su conciencia [1]". Los hombres se convierten así en esclavos de sus intereses de clase, que es realmente la que determina sus convicciones y valores [2]. Por eso Marx distingue la estructura económica, que es lo realmente relevante, de la superestructura social, el edificio jurídico, político, cultural y moral que las sociedades edifican sobre su sustrato económico, y que se adapta necesariamente a la forma de éste.
Los movimientos de la sociedad se producen porque en determinadas épocas los avances técnicos provocan discordancias entre las ‘fuerzas productivas’ y las ‘relaciones de producción’. En ese momento la clase privilegiada se aferra a las relaciones de producción que han quedado obsoletas por la irrupción de las nuevas fuerzas productivas, y la otra clase, que se acomoda mejor a éstas, se convierte en representante del progreso. El motor de la historia es, pues la lucha de clases, y la revolución no es algo a evitar, sino la expresión de una necesidad histórica. La violencia es la partera de la historia [3], y la tarea del intelectual es facilitar y acelerar el parto. Las ‘relaciones de producción’ del capitalismo consisten en que unos tienen la propiedad de los medios de producción (el ‘capital’) y otros sólo tienen su fuerza de trabajo. En realidad el capitalismo ya ha entrado en una fase de ‘contradicción’: gracias a los avances tecnológicos el capitalismo cada vez puede producir más, pero (según Marx) cada vez genera más miseria. El capitalismo está provocando la pauperización de la sociedad, es decir, su polarización en una minoría muy rica y una aplastante mayoría cada vez más pobre: el proletariado. Lo único que hace falta es que el proletariado adquiera conciencia de clase y se encargue de dirigir la revolución progresista que llevará a la destrucción del capitalismo. Pero esta revolución, según Marx, tiene un carácter único. Hasta ahora todas las revoluciones han sido hechas por minorías en beneficio de minorías: la del proletariado será una revolución de la mayoría en favor de todos. Una vez que haya triunfado el proletariado instaurará una dictadura que abolirá la propiedad privada de los medios de producción, organizará una sociedad comunista, y, tras un periodo no definido (pero sin duda breve), provocará el nacimiento de una sociedad sin clases y por tanto sin conflictos.
Vilfredo Pareto (1848-1923) comparte algunas cosas con la visión marxista, y difiere notablemente en la mayoría:
”Muchas personas piensan que si fuese posible encontrar una receta para conseguir la desaparición del ‘conflicto entre el capital y el trabajo’ desaparecería también la lucha de clases. Se trata de una ilusión propia del grupo muy numeroso de los que confunden la forma con el fondo (...) Supongamos que el colectivismo ha quedado establecido, que ya no existe el ‘capital’: es claro que este ya no podrá competir con el trabajo. Mas lo único que habrá desaparecido será una forma de lucha de clases, y habrá otras que vengan a reemplazarla. Surgirán conflictos entre los distintos grupos de trabajadores del Estado socialista, entre los ‘intelectuales’ y los ‘no intelectuales’, entre los diversos tipos de políticos, entre éstos y sus administradores, entre los innovadores y los conservadores. ¿Puede haber realmente personas que piensen seriamente que el advenimiento del socialismo habrá de destruir definitivamente la fuente de las innovaciones sociales. ¿Qué la fantasía de los hombres no engendrará nuevos proyectos, que el interés no impulsará a algunos a adoptar estos proyectos con la esperanza de conquistar un lugar preponderante en la sociedad?”. [4]
Dice Pareto (y confirmará posteriormente la realidad) que si la revolución prevista por Marx tiene lugar no desembocará en un paraíso sin clases, sin oprimidos ni opresores. Por el contrario, una nueva élite privilegiada surgirá: la de los sumos sacerdotes marxistas que se erijan en augures de la voluntad del proletariado y afirmen hablar en su nombre. Esta nueva élite gobernará y disfrutará de sus privilegios en nombre de un paraíso permanentemente futuro:
”’Todos los movimientos históricos – decía en 1848 el Manifiesto del partido Comunista – han sido hasta ahora movimientos de minorías en beneficio de minorías. El movimiento proletario es el movimiento espontáneo de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría’. Desgraciadamente esta auténtica revolución, que debe aportar a los hombres una felicidad sin sombra, no es más que un engañoso espejismo que nunca se hará realidad. Se asemeja a la edad de oro de los milenaristas [5]: siempre esperada, se pierde en las brumas del provenir, y siempre escapa a sus fieles en el momento mismo en que creen aferrarla”. [6]
Porque para Pareto el fenómeno socialmente más relevante para explicar la sociedad no es la lucha de clase, sino el ascenso y caída de las élites gobernantes: ”La historia de las sociedades humanas es en gran parte la historia de la sucesión de las aristocracias” [7]. La historia es “un cementerio de aristocracias”, eliminadas por aquellas que las han sucedido en el poder. Hay que decir inmediatamente que con el término “élite” Pareto se refiere a una situación de hecho, independiente de toda valoración: aquéllos que, en cada campo, han alcanzado el nivel más alto. La élite de los ajedrecistas está integrada por los mejores jugadores; la élite de los ladrones por aquellos que roban más eficazmente y logran eludir durante más tiempo la acción de la justicia; la élite de los gobernantes está compuesta por los triunfadores en la lucha por el poder. En la sociología de Marx la clase es el elemento clave; en la de Pareto lo es la distinción entre la masa y la élite:
”Este fenómeno de las nuevas élites, que por un movimiento incesante de circulación surgen de las capas inferiores de la sociedad, ascienden a las capas superiores, así se desarrollan, y luego entran en decadencia, son aniquiladas, y desaparecen, es uno de los principios de la historia, y es indispensable tenerlo en cuenta para comprender los grandes movimientos sociales”.
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Pareto está de acuerdo con Marx en que, en su mayor parte, los actos humanos no están guiados por la razón. Pero en lugar de hacerlos depender de una supuesta “conciencia de clase”, sitúa su origen en la propia naturaleza humana. Pareto, además de sociólogo, es ingeniero y economista. Y observa que el comportamiento del hombre en cada uno de estos campos es completamente diferente. El ingeniero afronta su tarea racionalmente usando el conocimiento científico a su alcance: calcula las fuerzas y tensiones en juego, diseña las estructuras, y ello le permite construir un puente estable. El agente económico es también, hasta cierto punto racional, y se supone que busca racionalmente maximizar su utilidad. Ambos realizan lo que Pareto llama "actos lógicos". Pero en la mayoría de sus facetas el hombre es un ser no-lógico. Cuando el general romano intenta averiguar el desenlace de la batalla en las entrañas de un ave ejecuta un acto no-lógico. Cuando el druida atribuye virtudes taumatúrgicas a un roble comete un acto no-lógico. Cuando el socialista predica la destrucción de una clase en nombre de la humanidad realiza un acto no-lógico [8]. El campo de estudio de la sociología es el de los actos-no lógicos. ¿Cuál es el origen de estos actos no-lógicos?
"Para empezar, debemos hacer constar que la mayor parte de las acciones humanas tienen su origen, no en el razonamiento lógico, sino en el sentimiento. (…) No obstante al hombre, impelido a actuar por motivos no-lógicos, le gusta relacionar lógicamente sus actos con ciertos principios; de este modo inventa estos a posteriori para justificar sus acciones. Así sucede que una acción A, que en realidad es el efecto de la causa B, es presentada por su autor como el efecto de una muy frecuentemente imaginaria causa C. El hombre que engaña a sí a sus iguales comienza engañándose a sí mismo, y firmemente cree en su propio argumento”. [9]
Los hombres no somos racionales, sino razonadores. En la mayoría de los casos nuestros actos son fruto de nuestros instintos y pasiones, y no de la razón. Pero como nos gusta pensar que somos racionales, tendemos a disfrazar nuestras acciones con formulaciones lógicas construidas ex post, como si hubieran sido éstas las que realmente nos han movido a la acción. Las emociones se disfrazan así de razones, y este enmascaramiento consigue engañar tanto al protagonista como a los espectadores. Pareto lo simboliza en el siguiente esquema, en el que A representa el estado emocional del individuo, B sus acciones y C las razones invocadas para éstas, que pueden tomar el aspecto de una teoría o una ideología. Y explica:
”La tendencia muy marcada que tienen los hombres a tomar las acciones no-lógicas por acciones lógicas los lleva a creer que B es un efecto de la ‘causa’ C. De este modo se establece una relación directa CB en lugar de la relación indirecta que resulta de las dos relaciones AB, AC”.
Puesto que son los sentimientos (A) los que determinan nuestra conducta (B), las refutaciones lógicas de la cobertura ideológica (C) tienen escasa utilidad. Es ésta una aparente paradoja que explica cómo personas inteligentes soportan ver demolida argumentalmente su ideología sin que esto les haga variar un ápice su posición. Para modificar los comportamientos hay que actuar sobre los sentimientos. Sólo a largo plazo las discusiones en las ideologías pueden influir en ellos. Por eso “para actuar sobre los hombres los razonamientos necesitan transformarse en sentimientos” [10]. El propio Pareto revela algunos mecanismos dialécticos para influir en el comportamiento humano:
”Aunque no tenga el más mínimo valor lógico-experimental, la repetición vale más y es mejor que la más rigurosa demostración lógico experimental. La repetición actúa especialmente sobre los sentimientos y modifica los residuos. La demostración lógico experimental actúa sobre la razón; en el mejor de los casos, puede modificar las derivaciones, pero tiene escasa influencia sobre los sentimientos.” [11]
Pareto llama residuos a las expresiones de los instintos, sentimientos o pasiones codificados en la naturaleza humana, y derivaciones a las construcciones intelectuales con los que las personas disfrazan los residuos y pretender dar apariencia de racionalidad a comportamientos que carecen de ella. En el gráfico, A representa a los residuos, y C a las derivaciones.
Los residuos son, pues, manifestaciones de nuestro sustrato instintivo y emocional. A partir de la observación y los datos históricos Pareto realiza una exhaustiva clasificación en cinco clases. Sin embargo las más importantes parecen la primera y la segunda y, en otro orden, la cuarta:
- La primera clase de residuos es “el instinto de las combinaciones”. Refleja la tendencia a establecer relaciones entre las cosas, a realizar desarrollos lógicos, a razonar. Las sociedades más brillantes de la historia son aquellas en las que, según Pareto, han predominado los residuos de la primera clase, como la Atenas de Pericles. [12]
- La segunda clase es “la persistencia de los conglomerados”, y es en cierto modo la otra cara de la moneda de la anterior. Si el instinto de las combinaciones impulsa a las sociedades hacia el cambio y la renovación, la persistencia de los conglomerados refleja la tendencia a conservar las instituciones ya formadas y a rechazar los cambios. Dentro de los residuos de segunda clase Pareto incluye las costumbres, creencias, y religiones. Y si la Atenas de Pericles estaba saturada de residuos de la primera clase, en Esparta predominaban más bien los de segunda.
- La cuarta clase es la de los ”residuos en relación con la sociabilidad”, cuyo género más importante es el de la ”necesidad de uniformidad”. Este género recoge una de las tendencias más intensas en los hombres, derivado de su tendencia a pensar que su modo de vivir es el único adecuado. La “necesidad de uniformidad” es lo que lleva a las sociedades, a través de mecanismos de mimetismo y pertenencia, a que todos sus miembros se comporten de manera uniforme y a perseguir la divergencia.
En cuanto a las derivaciones, de la gran y vistosa variedad de argumentos con que los hombres pueden justificar sus actos Pareto se limita a establecer cuatro categorías, que recogen aquellas argumentaciones que suelen ser más convincentes, tanto para el que las emite como para el que las recibe:
1. Las simples afirmaciones.
2. Los argumentos de autoridad.
3. La apelación a entidades sobrenaturales o a principios abstractos (la igualdad, la democracia…)
4. Las acrobacias verbales.
Según Pareto, aunque el catálogo de residuos es relativamente estable en el espacio y el tiempo (es similar a lo largo de los siglos, y en un país u otro) varía el peso relativo de los mismos, tanto en las personas, como en los grupos sociales. De hecho puede observarse que en esta variación está sujeta a oscilaciones o ciclos temporales. Dado que los residuos de primera clase favorecen el progreso (o, al menos, el movimiento), el individualismo, la sofisticación y, quizás, la decadencia de las sociedades, y los de la segunda y cuarta clase favorecen la estabilidad, unos contrapesan a otros. De modo que la alteración cíclica de pesos y contrapesos determina los movimientos sociales.
Pareto dice que hay momentos de la historia en que es detectable un fuerte incremento del sentimiento religioso. Uno de ellos coincide con la expansión del cristianismo en el imperio romano. Otro con la expansión del socialismo. Tanto el cristianismo como el socialismo son, para Pareto, meras derivaciones, expresiones ambas de un sentimiento religioso predominante. Pero el enorme éxito de la derivación “socialismo” proviene de tener, además, una convincente apariencia científica. La Ilustración no significó tanto el triunfo de la razón como el triunfo del prestigio de la razón, y desde entonces toda derivación necesita tener una buena apariencia de racionalidad. Podría decirse que esa necesidad de apariencia de razón se ha incorporado ya a los residuos.
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Los residuos nos permiten entender la circulación de las élites. ¿Por qué decaen las élites? En la Edad Media, cuando se trataba de aristocracias militares la cosa estaba clara: sus miembros tenían tendencia a acabar muriendo en combate. Otro factor de decadencia está en que el talento no es estrictamente hereditario, y no está garantizado que los descendientes de los que adquirieron el poder tengan la misma habilidad para conservarlo. Por eso, en cada momento hay en la élite individuos que no merecen formar parte de ella. Y simultáneamente en la masa hay otros que sí tienen capacidad, y por supuesto ganas, de alcanzar el poder. Un buen sistema, por tanto, para mantener la estabilidad es permitir el acceso de estos últimos a la élite, como ocurre con la aristocracia inglesa.
Pero sucede también que las sociedades se ven sacudidas por oscilaciones en el peso de los residuos de primera, segunda y cuarta clase. La desgraciada paradoja de la civilización es esta: las sociedades que abundan en residuos de la primera clase son más brillantes, más avanzadas y más refinadas, pero también más débiles y propensas a la decadencia. Por el contrario las sociedades en las que predominan los residuos de segunda y cuarta clase son más toscas, más primitivas y en general más próximas a una tribu, pero por esa razón más sólidas y cohesionadas. Tal vez una situación más estable sería aquella en la que en la élite predominan los residuos de primera clase, pero sin pasarse, y en la masa los de segunda y cuarta clase.
Por su parte las élites también tienden a sofisticarse cuando llevan mucho tiempo en el poder saturándose de residuos de primera clase. Pero al volverse más tolerables atraen las revoluciones. Porque la élite gobernante no puede renunciar a imponer cierto grado de fuerza. Las élites más primitivas, con sus residuos de segundo y cuarto grado, lo hacen con brutalidad y sin miramientos: estamos ante una “élite de leones”. Las élites que llevan más tiempo en el poder, más sofisticadas, intentan hacerlo con sutileza: son ”élites de zorros” [13]. Pareto coincide con Tocqueville en que lo que desencadena las revoluciones (y esta es otra desgraciada paradoja) no suele ser el rigor de la clase gobernante, sino su debilidad, y que las aristocracias más moderadas, y por tanto menos molestas para la masa gobernada, son más vulnerables a ser eliminadas y sustituidas por una nueva élite violenta:
”Toda élite que no esté dispuesta a librar batalla para defender sus posiciones se encuentra en plena decadencia. Y no le queda otra salida que la de dejar su lugar a otra élite que posea las cualidades viriles que a ella le faltan. Será presa de una mera ensoñación si imagina que los principios humanitarios que ella ha proclamado le van a ser aplicados: los vencedores harán resonar en sus oídos el implacable vae victis. La cuchilla de la guillotina estaba siendo afilada en la sombra cuando a finales del siglo XVIII las clases dirigentes francesas se dedicaban a cultivar su “sensibilidad”. Aquella sociedad ociosa y frívola, que vivía como un parásito de su país, hablaba en sus cenas elegantes de liberar al mundo de “la superstición y de aplastar al infame”, sin advertir que era ella misma la que estaba tan cerca de ser aplastada”. [14]
Naturalmente Pareto cree que el mejor sistema político es aquel en el que existe un menor nivel de violencia, pero también que la pretensión ilusoria de hacer desaparecer por completo la fuerza acaba desatándola. Los pacifistas, dice Pareto, acaban contribuyendo al estallido de las guerras; los “humanitarios” a precipitar las revoluciones. Para el fascismo italiano será fácil encontrar justificación en los escritos de Pareto para su actuación violenta.
Pero ¿apoya Pareto el fascismo? Desde luego no ha demostrado gran admiración por lo que llama "pluto-democracia", según él un régimen débil y decadente, muy vulnerable a revoluciones sangrientas como la producida en Rusia, gobernado por una “élite de zorros” repleta de residuos de la primera clase y falso humanitarismo. A esta visión no es ajeno el haber sido espectador de los gobiernos de Giolitti [15]. Como Pareto morirá en 1923, poco después de la marcha sobre Roma, es imposible predecir su reacción ante el desarrollo del fascismo. No es descabellado aventurar una evolución similar a la de Benedetto Croce, que ha acogido con inicial simpatía al nuevo régimen, pero acabará convirtiéndose en líder de la oposición liberal. En principio Pareto acepta un cargo de senador ofrecido por el nuevo régimen, pero poco antes de su muerte escribe un artículo titulado “Libertad” en Gerarchia, la revista oficial del Partido Fascista, en el que lo previene contra tentaciones tales como las aventuras guerreras, la restricción de la libertad de prensa, la limitación de la libertad de enseñanza y la sumisión a la Iglesia. También contra la imposición excesiva de impuestos porque nadie puede dudar que, al menos en lo económico, Pareto es un liberal.
Como economista Pareto estudia dos tensiones que también contribuyen a los movimientos sociales, la que se produce entre creadores de riqueza y burócratas, y la que tiene lugar entre especuladores y rentistas. En cuanto a la primera, Pareto defiende que es la iniciativa privada la que crea riqueza en la sociedad, y observa que las élites con el fin de acrecentar su poder, intervienen cada vez más en la economía, provocando la sustitución de los agentes privados por los burócratas y con ella la esclerosis económica de las sociedades. En cuanto a la contraposición entre especuladores y rentistas, Pareto también atribuye la diferencia de carácter entre ambos a la preponderancia de residuos de la primera clase (en el caso de los empresarios) y de segunda clase (en el caso de los rentistas):
”Entre los empresarios se cuentan también las personas cuyo instinto de las combinaciones está bien desarrollado, un instinto que es indispensable para tener éxito en esta profesión. Las personas en las que predominan los residuos de la persistencia de los agregados se quedan en simples poseedores de ahorro. Por eso los empresarios son generalmente personas audaces, a la caza de novedades tanto en el terreno económico como en el social. No les arredran los movimientos porque esperan aprovecharlos. Por el contrario los simples poseedores de ahorro son a menudo personas tranquilas, timoratas, con el oído siempre alerta como la liebre. Esperan poco y temen mucho de cualquier tipo de movimientos, pues una dura experiencia les ha enseñado que casi siempre son ellos quienes tendrán que pagar los gastos”. [16]
Pareto observa que, tan constante como la división entre élite y masa, y paralela a ésta, existe en las sociedades una desigual distribución de la renta:
”Estos resultados son muy notables. Es absolutamente imposible que respondan sólo al azar. Hay ciertamente una causa que produce la tendencia de los ingresos a distribuirse siguiendo una cierta curva. La forma de esta curva depende al parecer solamente en pequeña medida de las diferentes condiciones económicas, porque los efectos son aproximadamente los mismos para países con situaciones económicas tan diferentes como las de Inglaterra, Irlanda, Alemania, las ciudades italianas e incluso el Perú” [17].
Pareto desarrolla una curva logarítmica [18] que refleja esta desigual distribución, que no responde tanto a la organización política como a la naturaleza de los hombres:
”La desigualdad en la distribución de los ingresos parece por tanto depender mucho más de la naturaleza misma de los hombres que de la organización económica de la sociedad. Las modificaciones profundas de esta organización ejercerían una influencia muy escasa en el sentido de la modificación de la ley de la distribución de los ingresos”. [19]
Vistas así las cosas, el mejor sistema para incrementar el bienestar de la población no es la búsqueda e una ilusoria igualdad, sino el fomento del crecimiento económico:
”El problema del aumento del bienestar de las clases pobres es más bien un problema de producción y de conservación de la riqueza que un problema de distribución. La manera más segura de mejorar la condición de las clases pobres es arreglar las cosas de manera que la riqueza crezca más velozmente que la población” [20]
NOTAS.
[1] ”En la producción social de su existencia los hombres configuran relaciones determinadas, necesarias e independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado dado del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el que se eleva el edificio jurídico y político, y al que corresponden formas determinadas de la conciencia social. El modo de producción de la vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política, e intelectual. No es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, es por el contrario su existencia social lo que determina su conciencia”. Marx, Contribución a la crítica de la economía política.
[2] Y con esto Marx se anticipa al mecanismo del ajuste de disonancia descrito por Festinger.
[3] “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva”. K. Marx, El capital.
[4] Pareto: Los sistemas socialistas.
[5] La negrita es mía. Sobre la relación entre el milenarismo, el gnósticismoy el socialismo he hablado en algunas ocasiones.
[6] Pareto: Los sistemas socialistas.
[7] Pareto: Manual de economía política.
[8] Cuando escribía esto tenía en mente esta frase atribuida a Lenin que el líder de las Brigadas Rojas formuló en el juicio de Turín: “la muerte de un enemigo de clase es el más alto acto de humanidad posible en una sociedad dividida en clases”.
[9] Pareto: Un applicazione di teorie sociologiche. Rivista Italiana di Sociologia.1901.
[10] Raymond Aron: Las etapas del pensamiento sociológico.
[11] Pareto: Tratado de sociología general.
[12] Cada una de las clase de residuos está dividida a su vez en géneros. Por ejemplo, los residuos de la primera clase se subdividen así:
Clase 1) El instinto de las combinaciones. 1-1) Instinto de las combinaciones en general. 1-2) Instinto de las combinaciones de las cosas semejantes o contrarias. 1-3) El poder misterioso de ciertas cosas o ciertos actos. 1-4) Necesidad de unir los residuos. 1-5) Necesidad de desarrollos lógicos. 1-6) Fe en la eficacia de las combinaciones.
[13] Esta es una transposición que Pareto hace de las categorías de gobernantes según Maquiavelo.
[14] Pareto: Los sistemas socialistas.
[15] Sobre Giolitti escribe Paul Guichonnet: ”Giolitti (...) es un realista y un empirista (...) Su “dictadura” es flexible y abunda en compromisos, en favores que neutralizan o incorporan al adversario, apoyándose en la corrupción para obtener sus mayorías. Eficaz en el plano táctico, el giolittismo ha contribuido a desacreditar la institución parlamentaria y a debilitar la idea cívica en un país donde la tradición democrática no tenía aún más que raíces frágiles”.
[16] Tratado de sociología general.
[17] Curso de economía política.
[18] Como ejemplo de la curva de la distribución de la riqueza de Pareto les traigo este gráfico extraído de un sitio particularmente interesante: El Blog Salmón (www.elblogsalmon.com). En realidad se trata de la curva de Lorenz, desarrollada a partir de la de Pareto. En el eje horizontal está la porcentaje acumulado de la población de un país ordenada por su nivel de ingresos (de menos a más). En el eje vertical están los ingresos. Si la distribución fuera perfectamente equitativa obtendríamos la línea verde, en la que el 20% de la población, tiene el 20% de los ingresos, el 40% tiene el 40% etc. Y si fuera totalmente inequitativa, de modo que uno sólo tuviera el 100% de los ingresos, obtendríamos la línea azul oscuro. Pero esto nunca es así. En la curva roja del gráfico, el 20% más pobre disfruta de un 4% de los ingresos, mientras que el 20% más rico de la población (reflejado por el salto entre el 80% y el 100%) disfruta del 58% de los ingresos. La curva de distribución de Pareto se ha popularizado como la regla del 80/20, que se aplica a todo venga o no a cuento (por ejemplo, el 20% de la población disfruta del 80% de la renta, el 20% de los clientes de una empresa le proporcionan el 80% de los beneficios...)
[19] Curso de economía política.
[20] Curso de economía política.
Los movimientos de la sociedad se producen porque en determinadas épocas los avances técnicos provocan discordancias entre las ‘fuerzas productivas’ y las ‘relaciones de producción’. En ese momento la clase privilegiada se aferra a las relaciones de producción que han quedado obsoletas por la irrupción de las nuevas fuerzas productivas, y la otra clase, que se acomoda mejor a éstas, se convierte en representante del progreso. El motor de la historia es, pues la lucha de clases, y la revolución no es algo a evitar, sino la expresión de una necesidad histórica. La violencia es la partera de la historia [3], y la tarea del intelectual es facilitar y acelerar el parto. Las ‘relaciones de producción’ del capitalismo consisten en que unos tienen la propiedad de los medios de producción (el ‘capital’) y otros sólo tienen su fuerza de trabajo. En realidad el capitalismo ya ha entrado en una fase de ‘contradicción’: gracias a los avances tecnológicos el capitalismo cada vez puede producir más, pero (según Marx) cada vez genera más miseria. El capitalismo está provocando la pauperización de la sociedad, es decir, su polarización en una minoría muy rica y una aplastante mayoría cada vez más pobre: el proletariado. Lo único que hace falta es que el proletariado adquiera conciencia de clase y se encargue de dirigir la revolución progresista que llevará a la destrucción del capitalismo. Pero esta revolución, según Marx, tiene un carácter único. Hasta ahora todas las revoluciones han sido hechas por minorías en beneficio de minorías: la del proletariado será una revolución de la mayoría en favor de todos. Una vez que haya triunfado el proletariado instaurará una dictadura que abolirá la propiedad privada de los medios de producción, organizará una sociedad comunista, y, tras un periodo no definido (pero sin duda breve), provocará el nacimiento de una sociedad sin clases y por tanto sin conflictos.
Vilfredo Pareto (1848-1923) comparte algunas cosas con la visión marxista, y difiere notablemente en la mayoría:
”Muchas personas piensan que si fuese posible encontrar una receta para conseguir la desaparición del ‘conflicto entre el capital y el trabajo’ desaparecería también la lucha de clases. Se trata de una ilusión propia del grupo muy numeroso de los que confunden la forma con el fondo (...) Supongamos que el colectivismo ha quedado establecido, que ya no existe el ‘capital’: es claro que este ya no podrá competir con el trabajo. Mas lo único que habrá desaparecido será una forma de lucha de clases, y habrá otras que vengan a reemplazarla. Surgirán conflictos entre los distintos grupos de trabajadores del Estado socialista, entre los ‘intelectuales’ y los ‘no intelectuales’, entre los diversos tipos de políticos, entre éstos y sus administradores, entre los innovadores y los conservadores. ¿Puede haber realmente personas que piensen seriamente que el advenimiento del socialismo habrá de destruir definitivamente la fuente de las innovaciones sociales. ¿Qué la fantasía de los hombres no engendrará nuevos proyectos, que el interés no impulsará a algunos a adoptar estos proyectos con la esperanza de conquistar un lugar preponderante en la sociedad?”. [4]
Dice Pareto (y confirmará posteriormente la realidad) que si la revolución prevista por Marx tiene lugar no desembocará en un paraíso sin clases, sin oprimidos ni opresores. Por el contrario, una nueva élite privilegiada surgirá: la de los sumos sacerdotes marxistas que se erijan en augures de la voluntad del proletariado y afirmen hablar en su nombre. Esta nueva élite gobernará y disfrutará de sus privilegios en nombre de un paraíso permanentemente futuro:
”’Todos los movimientos históricos – decía en 1848 el Manifiesto del partido Comunista – han sido hasta ahora movimientos de minorías en beneficio de minorías. El movimiento proletario es el movimiento espontáneo de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría’. Desgraciadamente esta auténtica revolución, que debe aportar a los hombres una felicidad sin sombra, no es más que un engañoso espejismo que nunca se hará realidad. Se asemeja a la edad de oro de los milenaristas [5]: siempre esperada, se pierde en las brumas del provenir, y siempre escapa a sus fieles en el momento mismo en que creen aferrarla”. [6]
Porque para Pareto el fenómeno socialmente más relevante para explicar la sociedad no es la lucha de clase, sino el ascenso y caída de las élites gobernantes: ”La historia de las sociedades humanas es en gran parte la historia de la sucesión de las aristocracias” [7]. La historia es “un cementerio de aristocracias”, eliminadas por aquellas que las han sucedido en el poder. Hay que decir inmediatamente que con el término “élite” Pareto se refiere a una situación de hecho, independiente de toda valoración: aquéllos que, en cada campo, han alcanzado el nivel más alto. La élite de los ajedrecistas está integrada por los mejores jugadores; la élite de los ladrones por aquellos que roban más eficazmente y logran eludir durante más tiempo la acción de la justicia; la élite de los gobernantes está compuesta por los triunfadores en la lucha por el poder. En la sociología de Marx la clase es el elemento clave; en la de Pareto lo es la distinción entre la masa y la élite:
”Este fenómeno de las nuevas élites, que por un movimiento incesante de circulación surgen de las capas inferiores de la sociedad, ascienden a las capas superiores, así se desarrollan, y luego entran en decadencia, son aniquiladas, y desaparecen, es uno de los principios de la historia, y es indispensable tenerlo en cuenta para comprender los grandes movimientos sociales”.
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Pareto está de acuerdo con Marx en que, en su mayor parte, los actos humanos no están guiados por la razón. Pero en lugar de hacerlos depender de una supuesta “conciencia de clase”, sitúa su origen en la propia naturaleza humana. Pareto, además de sociólogo, es ingeniero y economista. Y observa que el comportamiento del hombre en cada uno de estos campos es completamente diferente. El ingeniero afronta su tarea racionalmente usando el conocimiento científico a su alcance: calcula las fuerzas y tensiones en juego, diseña las estructuras, y ello le permite construir un puente estable. El agente económico es también, hasta cierto punto racional, y se supone que busca racionalmente maximizar su utilidad. Ambos realizan lo que Pareto llama "actos lógicos". Pero en la mayoría de sus facetas el hombre es un ser no-lógico. Cuando el general romano intenta averiguar el desenlace de la batalla en las entrañas de un ave ejecuta un acto no-lógico. Cuando el druida atribuye virtudes taumatúrgicas a un roble comete un acto no-lógico. Cuando el socialista predica la destrucción de una clase en nombre de la humanidad realiza un acto no-lógico [8]. El campo de estudio de la sociología es el de los actos-no lógicos. ¿Cuál es el origen de estos actos no-lógicos?
"Para empezar, debemos hacer constar que la mayor parte de las acciones humanas tienen su origen, no en el razonamiento lógico, sino en el sentimiento. (…) No obstante al hombre, impelido a actuar por motivos no-lógicos, le gusta relacionar lógicamente sus actos con ciertos principios; de este modo inventa estos a posteriori para justificar sus acciones. Así sucede que una acción A, que en realidad es el efecto de la causa B, es presentada por su autor como el efecto de una muy frecuentemente imaginaria causa C. El hombre que engaña a sí a sus iguales comienza engañándose a sí mismo, y firmemente cree en su propio argumento”. [9]
Los hombres no somos racionales, sino razonadores. En la mayoría de los casos nuestros actos son fruto de nuestros instintos y pasiones, y no de la razón. Pero como nos gusta pensar que somos racionales, tendemos a disfrazar nuestras acciones con formulaciones lógicas construidas ex post, como si hubieran sido éstas las que realmente nos han movido a la acción. Las emociones se disfrazan así de razones, y este enmascaramiento consigue engañar tanto al protagonista como a los espectadores. Pareto lo simboliza en el siguiente esquema, en el que A representa el estado emocional del individuo, B sus acciones y C las razones invocadas para éstas, que pueden tomar el aspecto de una teoría o una ideología. Y explica:
”La tendencia muy marcada que tienen los hombres a tomar las acciones no-lógicas por acciones lógicas los lleva a creer que B es un efecto de la ‘causa’ C. De este modo se establece una relación directa CB en lugar de la relación indirecta que resulta de las dos relaciones AB, AC”.
Puesto que son los sentimientos (A) los que determinan nuestra conducta (B), las refutaciones lógicas de la cobertura ideológica (C) tienen escasa utilidad. Es ésta una aparente paradoja que explica cómo personas inteligentes soportan ver demolida argumentalmente su ideología sin que esto les haga variar un ápice su posición. Para modificar los comportamientos hay que actuar sobre los sentimientos. Sólo a largo plazo las discusiones en las ideologías pueden influir en ellos. Por eso “para actuar sobre los hombres los razonamientos necesitan transformarse en sentimientos” [10]. El propio Pareto revela algunos mecanismos dialécticos para influir en el comportamiento humano:
”Aunque no tenga el más mínimo valor lógico-experimental, la repetición vale más y es mejor que la más rigurosa demostración lógico experimental. La repetición actúa especialmente sobre los sentimientos y modifica los residuos. La demostración lógico experimental actúa sobre la razón; en el mejor de los casos, puede modificar las derivaciones, pero tiene escasa influencia sobre los sentimientos.” [11]
Pareto llama residuos a las expresiones de los instintos, sentimientos o pasiones codificados en la naturaleza humana, y derivaciones a las construcciones intelectuales con los que las personas disfrazan los residuos y pretender dar apariencia de racionalidad a comportamientos que carecen de ella. En el gráfico, A representa a los residuos, y C a las derivaciones.
Los residuos son, pues, manifestaciones de nuestro sustrato instintivo y emocional. A partir de la observación y los datos históricos Pareto realiza una exhaustiva clasificación en cinco clases. Sin embargo las más importantes parecen la primera y la segunda y, en otro orden, la cuarta:
- La primera clase de residuos es “el instinto de las combinaciones”. Refleja la tendencia a establecer relaciones entre las cosas, a realizar desarrollos lógicos, a razonar. Las sociedades más brillantes de la historia son aquellas en las que, según Pareto, han predominado los residuos de la primera clase, como la Atenas de Pericles. [12]
- La segunda clase es “la persistencia de los conglomerados”, y es en cierto modo la otra cara de la moneda de la anterior. Si el instinto de las combinaciones impulsa a las sociedades hacia el cambio y la renovación, la persistencia de los conglomerados refleja la tendencia a conservar las instituciones ya formadas y a rechazar los cambios. Dentro de los residuos de segunda clase Pareto incluye las costumbres, creencias, y religiones. Y si la Atenas de Pericles estaba saturada de residuos de la primera clase, en Esparta predominaban más bien los de segunda.
- La cuarta clase es la de los ”residuos en relación con la sociabilidad”, cuyo género más importante es el de la ”necesidad de uniformidad”. Este género recoge una de las tendencias más intensas en los hombres, derivado de su tendencia a pensar que su modo de vivir es el único adecuado. La “necesidad de uniformidad” es lo que lleva a las sociedades, a través de mecanismos de mimetismo y pertenencia, a que todos sus miembros se comporten de manera uniforme y a perseguir la divergencia.
En cuanto a las derivaciones, de la gran y vistosa variedad de argumentos con que los hombres pueden justificar sus actos Pareto se limita a establecer cuatro categorías, que recogen aquellas argumentaciones que suelen ser más convincentes, tanto para el que las emite como para el que las recibe:
1. Las simples afirmaciones.
2. Los argumentos de autoridad.
3. La apelación a entidades sobrenaturales o a principios abstractos (la igualdad, la democracia…)
4. Las acrobacias verbales.
Según Pareto, aunque el catálogo de residuos es relativamente estable en el espacio y el tiempo (es similar a lo largo de los siglos, y en un país u otro) varía el peso relativo de los mismos, tanto en las personas, como en los grupos sociales. De hecho puede observarse que en esta variación está sujeta a oscilaciones o ciclos temporales. Dado que los residuos de primera clase favorecen el progreso (o, al menos, el movimiento), el individualismo, la sofisticación y, quizás, la decadencia de las sociedades, y los de la segunda y cuarta clase favorecen la estabilidad, unos contrapesan a otros. De modo que la alteración cíclica de pesos y contrapesos determina los movimientos sociales.
Pareto dice que hay momentos de la historia en que es detectable un fuerte incremento del sentimiento religioso. Uno de ellos coincide con la expansión del cristianismo en el imperio romano. Otro con la expansión del socialismo. Tanto el cristianismo como el socialismo son, para Pareto, meras derivaciones, expresiones ambas de un sentimiento religioso predominante. Pero el enorme éxito de la derivación “socialismo” proviene de tener, además, una convincente apariencia científica. La Ilustración no significó tanto el triunfo de la razón como el triunfo del prestigio de la razón, y desde entonces toda derivación necesita tener una buena apariencia de racionalidad. Podría decirse que esa necesidad de apariencia de razón se ha incorporado ya a los residuos.
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Los residuos nos permiten entender la circulación de las élites. ¿Por qué decaen las élites? En la Edad Media, cuando se trataba de aristocracias militares la cosa estaba clara: sus miembros tenían tendencia a acabar muriendo en combate. Otro factor de decadencia está en que el talento no es estrictamente hereditario, y no está garantizado que los descendientes de los que adquirieron el poder tengan la misma habilidad para conservarlo. Por eso, en cada momento hay en la élite individuos que no merecen formar parte de ella. Y simultáneamente en la masa hay otros que sí tienen capacidad, y por supuesto ganas, de alcanzar el poder. Un buen sistema, por tanto, para mantener la estabilidad es permitir el acceso de estos últimos a la élite, como ocurre con la aristocracia inglesa.
Pero sucede también que las sociedades se ven sacudidas por oscilaciones en el peso de los residuos de primera, segunda y cuarta clase. La desgraciada paradoja de la civilización es esta: las sociedades que abundan en residuos de la primera clase son más brillantes, más avanzadas y más refinadas, pero también más débiles y propensas a la decadencia. Por el contrario las sociedades en las que predominan los residuos de segunda y cuarta clase son más toscas, más primitivas y en general más próximas a una tribu, pero por esa razón más sólidas y cohesionadas. Tal vez una situación más estable sería aquella en la que en la élite predominan los residuos de primera clase, pero sin pasarse, y en la masa los de segunda y cuarta clase.
Por su parte las élites también tienden a sofisticarse cuando llevan mucho tiempo en el poder saturándose de residuos de primera clase. Pero al volverse más tolerables atraen las revoluciones. Porque la élite gobernante no puede renunciar a imponer cierto grado de fuerza. Las élites más primitivas, con sus residuos de segundo y cuarto grado, lo hacen con brutalidad y sin miramientos: estamos ante una “élite de leones”. Las élites que llevan más tiempo en el poder, más sofisticadas, intentan hacerlo con sutileza: son ”élites de zorros” [13]. Pareto coincide con Tocqueville en que lo que desencadena las revoluciones (y esta es otra desgraciada paradoja) no suele ser el rigor de la clase gobernante, sino su debilidad, y que las aristocracias más moderadas, y por tanto menos molestas para la masa gobernada, son más vulnerables a ser eliminadas y sustituidas por una nueva élite violenta:
”Toda élite que no esté dispuesta a librar batalla para defender sus posiciones se encuentra en plena decadencia. Y no le queda otra salida que la de dejar su lugar a otra élite que posea las cualidades viriles que a ella le faltan. Será presa de una mera ensoñación si imagina que los principios humanitarios que ella ha proclamado le van a ser aplicados: los vencedores harán resonar en sus oídos el implacable vae victis. La cuchilla de la guillotina estaba siendo afilada en la sombra cuando a finales del siglo XVIII las clases dirigentes francesas se dedicaban a cultivar su “sensibilidad”. Aquella sociedad ociosa y frívola, que vivía como un parásito de su país, hablaba en sus cenas elegantes de liberar al mundo de “la superstición y de aplastar al infame”, sin advertir que era ella misma la que estaba tan cerca de ser aplastada”. [14]
Naturalmente Pareto cree que el mejor sistema político es aquel en el que existe un menor nivel de violencia, pero también que la pretensión ilusoria de hacer desaparecer por completo la fuerza acaba desatándola. Los pacifistas, dice Pareto, acaban contribuyendo al estallido de las guerras; los “humanitarios” a precipitar las revoluciones. Para el fascismo italiano será fácil encontrar justificación en los escritos de Pareto para su actuación violenta.
Pero ¿apoya Pareto el fascismo? Desde luego no ha demostrado gran admiración por lo que llama "pluto-democracia", según él un régimen débil y decadente, muy vulnerable a revoluciones sangrientas como la producida en Rusia, gobernado por una “élite de zorros” repleta de residuos de la primera clase y falso humanitarismo. A esta visión no es ajeno el haber sido espectador de los gobiernos de Giolitti [15]. Como Pareto morirá en 1923, poco después de la marcha sobre Roma, es imposible predecir su reacción ante el desarrollo del fascismo. No es descabellado aventurar una evolución similar a la de Benedetto Croce, que ha acogido con inicial simpatía al nuevo régimen, pero acabará convirtiéndose en líder de la oposición liberal. En principio Pareto acepta un cargo de senador ofrecido por el nuevo régimen, pero poco antes de su muerte escribe un artículo titulado “Libertad” en Gerarchia, la revista oficial del Partido Fascista, en el que lo previene contra tentaciones tales como las aventuras guerreras, la restricción de la libertad de prensa, la limitación de la libertad de enseñanza y la sumisión a la Iglesia. También contra la imposición excesiva de impuestos porque nadie puede dudar que, al menos en lo económico, Pareto es un liberal.
Como economista Pareto estudia dos tensiones que también contribuyen a los movimientos sociales, la que se produce entre creadores de riqueza y burócratas, y la que tiene lugar entre especuladores y rentistas. En cuanto a la primera, Pareto defiende que es la iniciativa privada la que crea riqueza en la sociedad, y observa que las élites con el fin de acrecentar su poder, intervienen cada vez más en la economía, provocando la sustitución de los agentes privados por los burócratas y con ella la esclerosis económica de las sociedades. En cuanto a la contraposición entre especuladores y rentistas, Pareto también atribuye la diferencia de carácter entre ambos a la preponderancia de residuos de la primera clase (en el caso de los empresarios) y de segunda clase (en el caso de los rentistas):
”Entre los empresarios se cuentan también las personas cuyo instinto de las combinaciones está bien desarrollado, un instinto que es indispensable para tener éxito en esta profesión. Las personas en las que predominan los residuos de la persistencia de los agregados se quedan en simples poseedores de ahorro. Por eso los empresarios son generalmente personas audaces, a la caza de novedades tanto en el terreno económico como en el social. No les arredran los movimientos porque esperan aprovecharlos. Por el contrario los simples poseedores de ahorro son a menudo personas tranquilas, timoratas, con el oído siempre alerta como la liebre. Esperan poco y temen mucho de cualquier tipo de movimientos, pues una dura experiencia les ha enseñado que casi siempre son ellos quienes tendrán que pagar los gastos”. [16]
Pareto observa que, tan constante como la división entre élite y masa, y paralela a ésta, existe en las sociedades una desigual distribución de la renta:
”Estos resultados son muy notables. Es absolutamente imposible que respondan sólo al azar. Hay ciertamente una causa que produce la tendencia de los ingresos a distribuirse siguiendo una cierta curva. La forma de esta curva depende al parecer solamente en pequeña medida de las diferentes condiciones económicas, porque los efectos son aproximadamente los mismos para países con situaciones económicas tan diferentes como las de Inglaterra, Irlanda, Alemania, las ciudades italianas e incluso el Perú” [17].
Pareto desarrolla una curva logarítmica [18] que refleja esta desigual distribución, que no responde tanto a la organización política como a la naturaleza de los hombres:
”La desigualdad en la distribución de los ingresos parece por tanto depender mucho más de la naturaleza misma de los hombres que de la organización económica de la sociedad. Las modificaciones profundas de esta organización ejercerían una influencia muy escasa en el sentido de la modificación de la ley de la distribución de los ingresos”. [19]
Vistas así las cosas, el mejor sistema para incrementar el bienestar de la población no es la búsqueda e una ilusoria igualdad, sino el fomento del crecimiento económico:
”El problema del aumento del bienestar de las clases pobres es más bien un problema de producción y de conservación de la riqueza que un problema de distribución. La manera más segura de mejorar la condición de las clases pobres es arreglar las cosas de manera que la riqueza crezca más velozmente que la población” [20]
NOTAS.
[1] ”En la producción social de su existencia los hombres configuran relaciones determinadas, necesarias e independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado dado del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el que se eleva el edificio jurídico y político, y al que corresponden formas determinadas de la conciencia social. El modo de producción de la vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política, e intelectual. No es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, es por el contrario su existencia social lo que determina su conciencia”. Marx, Contribución a la crítica de la economía política.
[2] Y con esto Marx se anticipa al mecanismo del ajuste de disonancia descrito por Festinger.
[3] “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva”. K. Marx, El capital.
[4] Pareto: Los sistemas socialistas.
[5] La negrita es mía. Sobre la relación entre el milenarismo, el gnósticismoy el socialismo he hablado en algunas ocasiones.
[6] Pareto: Los sistemas socialistas.
[7] Pareto: Manual de economía política.
[8] Cuando escribía esto tenía en mente esta frase atribuida a Lenin que el líder de las Brigadas Rojas formuló en el juicio de Turín: “la muerte de un enemigo de clase es el más alto acto de humanidad posible en una sociedad dividida en clases”.
[9] Pareto: Un applicazione di teorie sociologiche. Rivista Italiana di Sociologia.1901.
[10] Raymond Aron: Las etapas del pensamiento sociológico.
[11] Pareto: Tratado de sociología general.
[12] Cada una de las clase de residuos está dividida a su vez en géneros. Por ejemplo, los residuos de la primera clase se subdividen así:
Clase 1) El instinto de las combinaciones. 1-1) Instinto de las combinaciones en general. 1-2) Instinto de las combinaciones de las cosas semejantes o contrarias. 1-3) El poder misterioso de ciertas cosas o ciertos actos. 1-4) Necesidad de unir los residuos. 1-5) Necesidad de desarrollos lógicos. 1-6) Fe en la eficacia de las combinaciones.
[13] Esta es una transposición que Pareto hace de las categorías de gobernantes según Maquiavelo.
[14] Pareto: Los sistemas socialistas.
[15] Sobre Giolitti escribe Paul Guichonnet: ”Giolitti (...) es un realista y un empirista (...) Su “dictadura” es flexible y abunda en compromisos, en favores que neutralizan o incorporan al adversario, apoyándose en la corrupción para obtener sus mayorías. Eficaz en el plano táctico, el giolittismo ha contribuido a desacreditar la institución parlamentaria y a debilitar la idea cívica en un país donde la tradición democrática no tenía aún más que raíces frágiles”.
[16] Tratado de sociología general.
[17] Curso de economía política.
[18] Como ejemplo de la curva de la distribución de la riqueza de Pareto les traigo este gráfico extraído de un sitio particularmente interesante: El Blog Salmón (www.elblogsalmon.com). En realidad se trata de la curva de Lorenz, desarrollada a partir de la de Pareto. En el eje horizontal está la porcentaje acumulado de la población de un país ordenada por su nivel de ingresos (de menos a más). En el eje vertical están los ingresos. Si la distribución fuera perfectamente equitativa obtendríamos la línea verde, en la que el 20% de la población, tiene el 20% de los ingresos, el 40% tiene el 40% etc. Y si fuera totalmente inequitativa, de modo que uno sólo tuviera el 100% de los ingresos, obtendríamos la línea azul oscuro. Pero esto nunca es así. En la curva roja del gráfico, el 20% más pobre disfruta de un 4% de los ingresos, mientras que el 20% más rico de la población (reflejado por el salto entre el 80% y el 100%) disfruta del 58% de los ingresos. La curva de distribución de Pareto se ha popularizado como la regla del 80/20, que se aplica a todo venga o no a cuento (por ejemplo, el 20% de la población disfruta del 80% de la renta, el 20% de los clientes de una empresa le proporcionan el 80% de los beneficios...)
[19] Curso de economía política.
[20] Curso de economía política.
Comentarios
Gracias por iluminarme.
Muchas Gracias por la explicación.
Lo de Gini, y la curva esa, lo conocía por las explicaciones del Profesor Mikel Buesa, pero la verdad es que las exposiciones a base de gráficos no son lo mío.
Me ha caído estupendamente Pareto, y sus teorías me han gustado mucho , pero tengo una queja amarga respecto de él:
¿ Por qué ese empeño de usar palabras como residuos ( que me recuerdan a los posos del café ), como derivaciones,( pienso en cortocircuitos ), y sus distintas clases o categorías , etc etc, cuando usando un vocabulario más cotidiano, cualquier persona podría entender lo que dice con mucho menos esfuerzo, y sin tener que estar continuamente subiendo y bajando a cerciorarse del significado que da a cada término?
Si para disfrutar leyendo libros de historia, necesitamos tener al lado mapas, y no sólo físicos, sino también políticos , del país y del resto del mundo, para que el lector disfrutase de verdad con este tipo de textos, el autor no debería inventarse términos.
Vamos, digo yo, que soy de las personas con curiosidad a pesar de ser brutitas..
En cualquier caso, el "ejercicio" me ayudará contra mis telarañas, así que de nuevo le digo
¡ Gracias !
Sres. de Mena, en mi época también se llamaba empresariales. Seguramente ahora tiene un nombre más cursi. Gracias a ustedes por leerse estos tochos tremendos. Creo que Pareto está injustamente olvidado como sociólogo.
Y lo mismo digo a usted, D. Chigorin. Y si le ha parecido interesante he logrado mi propósito, porque sinceramente creo que las ideas de Pareo lo son, pero son difíciles de resumir. Por mi parte, debo mi interés por Pareto a Raymond Aron.
Dª Viejecita, Pareto es un tipo brillantísimo. Su maldición es que ha sido relacionado con el fascismo de Mussolini. Eso y que se lo pasaba bomba burlándose de sus colegas. Y estoy completamente de acuerdo en que lo de “residuos” y “derivaciones” tiene muy poco gancho (por no hablar de la “persistencia de los agregados”).
Un fuerte abrazo a todos.
Libres del libre albedrío se dirigen los humanos,
insobornables, al lugar adonde, quién lo sabe,
les conduzcan sus altas y bajas pasiones.
Sus ensayos, Navarth, que van provocando...