Por Belosticalle
Luis Arana Goiri fue una
personalidad retraída, nada brillante, aunque muy en su papel de eminencia
gris. Siempre detrás y a la sombra de su hermano, como su titerero.
«Pienso que don Luis sigue siendo un gran desconocido. Sabino fue un
hombre muy importante, muy brillante, pero tengo la impresión de que ha hecho
siempre lo que quería don Luis.» (Lezo Urreztieta) [1]
En lo religioso, no exteriorizó fervorines como el hermano, aunque también él era gran creyente:
«No he conocido hombre de más fe. Poseía una formación religiosa
increíble. Sabía más historia sagrada que los evangelistas… Era un
santo.» [2]
Muerto Sabino, Luis era el líder nato del PNV, aunque no se le entregó
de pronto la presidencia (1908-1915). Su intransigencia, sus prontos, sus
maneras, le crearon muchos enemigos domésticos –que hombre tan evangélico como
él sabría son los peores (Mateo 10: 36)–, hasta verse expulsado de un
partido, el suyo, en crisis y quiebra.
Escindido el PNV, Luis Arana preside la facción radical ‘Aberri’
(1922-1930).
Con la II República, reunificado el partido, repite presidencia
(1932-1933); pero bien pronto vuelve a significarse en su radicalismo
egocéntrico, no exento de extravagancias [3].
Todo ello, junto con su falta de carisma de bases, le llevó al
retraimiento y baja formal en 1936. Así no es extraño que, desde la
tendencia pragmática dominante, cada vez se le miró más de reojo: integrista
católico, germanófilo, enemigo del voto femenino y hasta de la voz femenina (la
política activa no era para las emakumes); como también crítico del
Estatuto Vasco pactado con la República, porque no incluía una reintegración
foral completa...
La Guerra civil era para ‘Don Luis’ asunto entre españoles, por lo que
defendió la no intervención [sic] de los vascos en la contienda, censurando
ásperamente el alineamiento del partido y de Euzkadi con la República.
Refugiado en el País Vasco
Francés, solitario, viudo..., con casi 80 años pide volver a Vizcaya y Franco
se lo concede. A su muerte (1951), el ‘Euzko Deya’, boletín-órgano del
PNV en el exilio parisino, envolvía en su habitual revoltillo de sueltos y
gacetillas esta necrológica:
«A los 89 años ha fallecido en Santurce don Luis Arana-Goiri, hermano
mayor de Sabino de Arana y su inspiración doctrinal en la fundación del Partido
Nacionalista.» [4]
Mitología luisiana
Desde que muere Sabino, Luis pierde su vocación de segundón y su
modestia taciturna para divulgar su automito. Él había creado la bandera y una
serie de emblemas nacionalistas, así como el lema ‘Euzkadi, euzkotarren
aberria da’ (Euzkadi es la patria de los vascos).
Si el mito de la iluminación-conversión de Sabino tiene toda la pinta de
un constructo imaginario –como ya lo vio Juaristi–, tampoco es temerario ver
detrás de todo aquello, y de mucho más, la mitomanía de Luis Arana Goiri.
Fábula sorprendente, pues aunque Sabino creyó que su hermano mayor había
llegado a la verdad por sus propias luces y estudio, lo que menos imaginó fue
que Luis también había tenido su ráfaga iluminativa. Y lo más increíble: el
hombre que le abrió los ojos fue un nativo de Maketania, un anónimo
santanderino.
Establecido el papel iniciático de Luis respecto a su hermano, la
hagiografía peneuvista tambien quiso saber cómo fue el gran salto de aquél,
desde su carlismo españolista fuerista hasta el nacionalismo antiespañol
furibundo. Pero aunque muchos se lo preguntaron, él se resistía siempre a
desvelar su secreto, ya que «Sabino fue quien había llevado a cabo la obra,
y a quien la Patria debía eterna gratitud».
Ahora bien, tampoco pasarse de humilde, qué caramba. Así que, sabedor de
que Ceferino de Jemein Lanbarri preparaba su Biografía de Arana-Goiri'tar
Sabin (Bilbao, Edit. Vasca, 1935), aprovechó para poner en este nido su
propio huevo, enviando al autor un automito, que por cierto, el sabiniano
celante que era Ceferino (o Keperin) desechó como de cuco.
No era para menos, porque el
relato se las trae. El oficioso Luis debió de quedar muy corrido, pues sólo en
1954, después de su muerte, vio la luz aquella leyenda. Conozcámosla [5].
Aprender viajando
Pues, señor, érase que se era
el joven Luis Arana Goiri quien, tras estudiar en los jesuitas de Orduña,
viajaba en tren a los jesuitas de La Guardia (Orense), a empezar el
preparatorio de ingreso en Arquitectura. Esto debió de ser en 1880.
«Llevaba el colegial (sic) en
la solapa alguna insignia de carácter ‘fuerista’.
Un viajero santanderino que lo
observó entabló con el joven estudiante un diálogo, poco más o menos así:
— ¿Tú eres fuerista, muchacho?
— Sí, señor!—, contestó con la
energía que le era característica el interpelado.
— ¿Por qué?
— Porque soy bizkaino.
— ¿Y eres español?
— ¡Sí, señor! (con la misma
energía y convencimiento).
— Pues mira, eso es lo que no
entiendo bien. Si los vizcaínos sois españoles y vuestra Patria es España, no
sé cómo queréis gozar de unos fueros que los demás españoles no tienen, y
eludor obligaciones que a todos los españoles deben comprender por igual ante
la Patria común. Gozando de los Fueros no servís en el ejército español, ni
contribuis con dinero al Tesoro de la Patria. Nos sois buenos españoles…
Luis se encontró sin saber qué
contestar. Hervía su bizkainismo ‘fuerista’ en lo íntimo de su alma, pero no
encontraba la respuesta adecuada contra (sic) el razonamiento del santanderino.
Sintió deseos de abofetearle, como seguramente lo hubiera hecho si hubiese
sido un compañero de colegio el que le ponía en tal aprieto…
(…)
Durante aquel curso de 1880-1881 se hizo en su conciencia nacionalista
vasco.»
Así de fácil: o patriota español sin fueros, o fuerista fuera de España.
Nuestro vizcaino antepuso los fueros y se dio a leer historias de Vizcaya donde
se hablaba de la independencia originaria, muy antes de que España existiera, y
muy antes también de las ‘uniones’ de los vascos a Castilla. Con tanta lectura
histórica anticuaria, no tiene nada de extraño que Luis tuvo que repetir
preparatorio de Arquitectura, en Madrid.
Salta a la vista el formato ‘catecismo de Astete’, por preguntas y
respuestas, del diálogo automítico. Donde el que pregunta, y en definitiva, el
docente, no es ni siquiera vasco bueno ni malo, sino peor que eso, un
despreciable ‘cuco’. Así llamaban en Vizcaya a estos vecinos cántabros,
porque cuando los Fueros, muchas santanderinas de la parte de Castro y Laredo,
Ramales etc. venían acá a parir, para que si era varón se librase de la mili.
Por lo que fuese, el biógrafo
Jemein desechó la anécdota luisiana. Y por lo mismo, Luis no tuvo más remedio
que inventarse otra menos estrafalaria [6]:
El tertium exclusum: entre la lógica y la falacia
Pues, señor, habíase que se
había en el colegio de jesuitas de La Guardia un padre profesor de Geografía,
que era vizcaino. Con éste se encara Luis un día, y señalándole con el dedo el
conjunto de alumnos y profesores oriundos de toda España le espeta:
— Padre, ¿usted cree que
nosotros somo españoles? Yo creo que no, que somos distintos de todos estos
castellanos, aragoneses, andaluces…, de todos esos españoles que veo aquí. ¿Qué
cree usted?
— Pues ahora que lo dices…
Mira, Luis, si todos esos son españoles, nosotros no lo somos. Y si nosotros
somos españoles, esos no lo son…
«Luis de Arana-Goiri había comprendido perfectamente el porqué de su
derrota dialéctica ante el santanderino.»
De nuevo, así de sencillo. A golpe de vista, sin ilustraciones
históricas ni zarandajas. No hay más que verlos: somos diferentes, y punto.
Lógica sin otro fallo que ser válida para todos: el aragonés, el andaluz, hasta
el santanderino… Cualquiera podía autodefinirse como diferente de
los demás, y por tanto ‘no español’.
El resto lo conocemos. El
recién converso no tuvo más urgencia que convertir a su querido hermano menor
en la célebre escena del jardín pascual, dejándole entregado a su nuevo
destino.
El huevo de Pascua
Y venga mito. En relación con éste último, Luis invento como efeméride
aniversaria el ‘Aberri Eguna’ (Día de la Patria Vasca), cuya primera
edición presidió él mismo, como presidente del Partido, el Domingo de Pascua,
27 de abril de 1932.
La razón que se dio para elegir esa fiesta no fija del calendario fue
que la revelación de Luis a Sabino, 50 años atrás, tuvo lugar precisamente en
Pascua. Y ya forzando el mito religioso, la resurrección De Cristo prefiguraba
la de Euzkadi, en las personas de ambos hermanos.
Sin embargo, hay razones para sospechar que todo esto fue fabulación
añadida, pues la pascua que desde años atrás traía locas a las Juventudes
Vascas era otra: la de 1916, en que se produjo el alzamiento irlandés contra
Gran Bretaña, y así la jaleaban en su órgano, titulado precisamente ‘Aberri’.
Luis habría desviado esa atención hacia su ego y propia fábula, la del
Jardín-Edén de ‘Sabin-Etxea’ —la casa natal de los Arana-Goiri—,
que por entonces acababa él de restaurar e inaugurar para central del partido
en Vizcaya.
Sabino y Luis, Luis y Sabino: A ze parea, caracola ta
barea! [7]
(Concluirá)
__________________________________________
[1] Citado por Elías de Amézaga, Biografía sentimental de Sabino
Arana. Txalaparta, 2003, pág. 189.
[2] Ibíd.
[3] Por ejemplo, rechazó que la bandera bicrucífera (‘ikurriña’)
se adoptara como emblema del nacionalismo vasco, pues si sabría él, su
inventor, que era sólo para Vizcaya. De haberle hecho caso, la Comunidad
Autónoma Vasca tendría hoy por bandera una barrada roja y verde.
[4 ] Euzko Deya de Buenos Aires (30 de julio 1951) fue más
cortés, aunque reticente, desconociendo incluso la edad exacta del finado «Don
Luis, el hermano del Maestro».
[5] Cfr. HNVD, 1: 105-106; texto de ‘Marcos de
Urrutia’ (Manuel de Eguileor).
[6] Cfr. ibíd., pág. 106.
[7] «El caracol y el limaco, valiente pareja».
Imágenes:
1) Don Luis Arana; 2) Necrológica de Don Luis en ‘Euzko Deya’ de
Buenos Aires (30-07-1951); 3) Cartel del I Aberri Eguna (1932), cincuentenario
de la Revelación sabiniana (1882)
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