
Es el año dos mil tropecientos. La industria robótica ha avanzado de tal manera que puede crear simulacros humanos aptos para uso sexual, pero a pesar de este éxito notable está decidida a crear algo aún mejor: un niño programado para amar a alguien como si fuera su madre. ¿Y para qué? ¿No se les ocurren posibilidades más interesantes, como la colonización de otros planetas? Parece que no, y esto explica que la humanidad esté al borde de la extinción. El caso es que el juguete atrae a un empleado de la empresa que lo ha creado, que decide regalarlo a su esposa para amortiguar el dolor que ha sufrido al ver como su único hijo ha entrado en un coma irreversible. Una idea de bombero, desde luego. El niño robot esta programado para amar, y para activar esta funcionalidad basta con recitar delante de él una secuencia predefinida de palabras. A partir de ese momento el robot pone ojos de Frodo y comienza a llamar “mami, mami” al que ha formulado el conjuro cibernético, sea persona, animal o cosa. Pero ¿se trata, entonces, de algo parecido al sentimiento de un niño hacia una madre, o no es más que un tamagochi con pretensiones? Hay que admitir que el robot muestra una dependencia total hacia quien ha activado el programa y un egoísmo a toda prueba, y en eso es bastante similar a los niños. Pero por otra parte no podemos olvidar que la respuesta amorosa es una mera orden programada en sus circuitos, y en esto también se parece bastante a las criaturas humanas.
El caso es que, como suele ocurrir en los sueños, la película comienza a derivar poco a poco hacia la pesadilla. Resulta que el hijo al que se daba por fallecido se recupera inopinadamente y vuelve a la casa. Este lo tiene mucho más claro que la madre, sabe que el robot no es más que un juguete sofisticado y, en consecuencia, se dedica a hacerle todas las putadas que puede. El niño robot ve, además, cómo el niño real comienza a disputarle la madre, y eso hace que se interese en la historia de Pinocho y en la posibilidad de encontrar un hada que lo convierta en un niño real y que (eso no lo dice) volatilice a su rival. Pero entre las barrabasadas del niño de verdad y la indefensión programada del robot (que corre a ocultarse temblando tras las faldas de la madre en cada ocasión en lugar de ponerse a repartir mantecados) la situación comienza a ser insostenible. Así que, en el cenit del dramatismo, la madre decide finalmente devolverlo a la fábrica (a mi, personalmente, me parece tan dramático como devolver una tostadora), pero a mitad de camino se arrepiente y, como no quiere que lo desconecten, lo deja abandonado en un bosque, todo ello entre desconsolados ‘mamis’ y ojos de vaca.
A partir de aquí la pesadilla comienza a transformarse en decidida indigestión de garbanzos, porque el niño es capturado y llevado a una feria en la que los humanos se dedican a triturar, entre grandes muestras de sadismo, a robots (una vez más: ¿para qué?). El niño se salva in extremis, y con la ayuda de Judd Law, un robot prostituto, se dedica a buscar al hada que le devolverá a su mami. No me digan que no es espeluznante. Pues no es lo peor. Transcurren cientos, o miles, de años y descubrimos que ha habido una glaciación y que la humanidad se ha extinguido (por su estupidez, por no haber colonizado planetas cuando debían) En su lugar hay unos seres filiformes y energéticos, pero amables, que descubren al niño-robot entre los hielos, en buen estado a pesar del tiempo transcurrido. Pues bien, el jodido robot no para hasta conseguir que, mediante un mechón de pelo que conservaba de recuerdo, estos seres reconstituyan a la madre. Y ahora pónganse, si pueden, ustedes en el lugar de esta pobre mujer. Se ha muerto tranquilamente y es resucitada sólo para ver que la humanidad ha desaparecido pero, no, no puede ser, por Dios, ¡el robot ñoño continua allí!.
En resumen, creo que Spielberg, intentando crear un adorable ET robótico, ha conseguido una película futurista-apocalíptica, de las que nos habría gustado cuando leíamos el Cimoc o el 1984, pero que ahora resulta muy deprimente.
Comentarios
Si es que no la ha visto ya...
Un saludo.
saludos
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