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ISRAEL Y EL DILEMA DEL TRANVÍA


Seguro que han visto mil veces el dilema: un tranvía circula sin frenos por una vía en la que hay tres personas despistadas. Sin embargo usted, que por alguna razón misteriosa maneja un cambio de agujas, puede desviarlo a otra vía donde también hay una persona despistada, pero sólo una. ¿Qué hacer? Este es el dilema favorito de los utilitaristas: si en una vía hay 3, y lo desvío a otra donde hay 1, ahorro 2. Perfecto, dilema moral resuelto y a otra cosa. Es una forma de cálculo satisfactoria para los totalitarios. Primero porque elude ciertos juicios morales previos (¿por qué circula el tranvía?; ¿por qué están ahí las personas?) pero sobre todo porque convierte a los humanos en números, que son más fáciles de manejar (¿qué importan unos millones de muertos actuales cuando está en juego la felicidad de todo el mundo en el futuro?) No es de extrañar que esta doctrina moral fuera desarrollada, con su mejor intención, por Jeremy Bentham, que al parecer sufría serias deficiencias en su respuesta 

Porque los humanos no funcionamos así (y cuando funcionamos así, hay que preocuparse). Lo del tranvía es un dilema perfectamente falso porque la respuesta verdadera de «¿a quién salvaría usted?» es «depende de quién estuviera en las vías». En el mundo real el guardagujas echaría un vistazo antes de tomar su decisión, y no se trata únicamente de que salvaría (obviamente) a su hijo en detrimento de tres desconocidos, sino de posibilidades mucho más triviales. Tengo claro que si el guardagujas fuera hombre, en una de las vías hubiera una mujer atractiva, y en la otra tres gordinflones aleatorios, el destino de éstos estaría sellado en el 90% de los casos (y el 90% de las mujeres haría que el tren pasara por encima de la primera). A partir de ahí unos y otras racionalizarían su decisión, aportando razones que, a pesar de su apariencia más o menos lógica, no habrían sido las que los llevaron a tomar sus respectivas decisiones. Y aquí las mujeres -«¡es que era una frente a tres!»- lo tendrían más fácil para encontrar esas razones ex post. Pero los hombres tendrían que retorcer mucho más la realidad y los argumentos para justificar su decisión, y de este modo en el proceso –esto es importante- se volverían más estúpidos. Peor aún: se volverían más viles.

Y es que la razón no evolucionó para buscar la verdad, sino como abogado defensor de su titular ante la tribu. Como una herramienta para que pudiera presentarse como alguien de confianza ante sus vecinos. Por eso en un dilema moral lo determinante no suele ser la justicia de la situación –algo que enjuiciamos con nuestros módulos morales y nuestra razón- sino la posición desde donde señalizar la virtud ante los vecinos -que detectamos con nuestras antenas de pertenencia-. Obviamente las antenas de éstos, que también quieren quedar bien, están funcionando a la misma velocidad, de modo que la posición correcta se determina mediante un torbellino caótico dominado por el «relato» y la moda. Y la paradoja entonces es ésta: la señalización virtuosa puede situar a la persona en posiciones profundamente inmorales (o, si lo prefieren, la pertenencia puede asfixiar la moral).

La matanza del 7 de octubre provocó en España una onda expansiva de horror, y la indiferencia de una parte de la sociedad generó una siniestra réplica. Nunca más nos preguntaremos cómo en la civilizada Alemania se contempló con indiferencia el destino de los judíos. A los mismos que el beso eufórico de un patoso, o los cánticos gamberros de unos estudiantes provocaron enorme indignación, no mereció ni un alzamiento de cejas la visión de mujeres secuestradas en directo, presuntamente violadas, o directamente asesinadas –sus cuerpos descoyuntados exhibidos como trofeos-. Ya habían tomado partido, y a las pocas horas empezaban a echar la culpa a las víctimas. Un potente relato había arrasado la compasión, y ayer Yascha Mounk hacía un esfuerzo forense para diseccionarlo. Tal vez en la imagen del malvado judío frente al pobre palestino –el guion no suele ser más sofisticado- no hay exactamente antisemitismo sino odio a occidente, cuyos valores Israel representa.

La lección, entonces, es que todos nosotros podemos estar tomando posición en función de preferencias o prejuicios no siempre detectados. Y si estos prejuicios –este relato- es lo suficientemente fuerte, podemos vernos arrastrados hasta la cochambre moral e intelectual. Podemos llegar a retorcer la realidad hasta que hechos horrorosos resulten justificables: bastará con culpar a la víctima y distorsionarla hasta convertirla en un monstruo. ¿Cómo creen que se originaron las caricaturas de Der Stürmer?

Este dilema del tranvía ha comenzado con Hamas invadiendo una vía con el fin de atropellar a 1.500 personas, y a partir de ahí se han abierto nuevas bifurcaciones. Una –la que parece exigir una parte del mundo- supone que Israel se abstenga de intervenir y permita que el tranvía siga circulando y atropellando personas a su conveniencia. La otra es intentar desactivar a Hamas derivándola a una vía muerta: en este caso, sin duda habrá espectadores arrollados. De este dilema no se va a emerger con una solución moralmente inmaculada, y es preciso exigir a Israel que intente evitar las víctimas inocentes, que en todo caso añadirán un nuevo horror. Pero no debemos olvidar un hecho elemental: conociendo todas las vías, ramales y bifurcaciones, y las personas que hay en cada uno de ellos, el tranvía de la destrucción lo ha puesto en marcha Hamas. Yo, como verán, también he tomado partido.

Comentarios

Carmen Quirós ha dicho que…
Me gusta la gente valiente y esta cabecera es un acto de valentía. Me adhiero al texto del encabezamiento al punto final con mucho orgullo al encontrar una voz que se atreve a decir lo que cierto sector no quiere que se mencione, aunque sea cierto.
Kepaminondas ha dicho que…
Y un servidor se adhiere a la adhesión de Carmen. Sí señor, un gran texto
Especialmente acertada la observación de que no se trata sólo de antisemitismo, es (creo yo que muy principalmente) odio a Occidente y sus valores. Aquí, entre nosotros y por los que disfrutan de esos valores
Enhorabuena
Bruno ha dicho que…
No solo han puesto en marcha el tranvía, han puesto gente en las vías y han buscado las consecuencias, predecibles, que ud. describe.
No entiendo que se hable de reglas de guerra omitiendo lo de los escudos humanos.
Está pasando exactamente lo que se buscó.
Yo añadiría el elemento religioso y no sólo la diferencia de civilización como ingrediente.
Y otro cuestión elemental: Eso no es forma racional de solucionar un problema. Es la forma de prolongarlo y, consecuentemente, agrandarlo.
navarth ha dicho que…
Muchísimas gracias, amigos
Bruno ha dicho que…
AEspada ha escrito hoy sobre bebés robados. Por si no lo ha visto.
Teto ha dicho que…
Eso de que el tranvía de la destrucción lo ha puesto en marcha Hamas olvida los actos de barbarie cometidos por diversos agentes desde 1948, principalmente judíos y árabes (o israelíes y palestinos si la palabra “judío” les inquieta). Me parece mucho olvidar.

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