Desde hace unos días el pueblo de la columnista Rebeca Argudo –que es el mío- vive en la desconfianza y la sospecha. Los vecinos cruzan miradas furtivas, y en bares y peluquerías se desarrollan conversaciones en susurros. ¿Quiénes han podido ser? No son detectables por su aspecto, pero están ahí. ¿Quiénes son los 185 vecinos que han votado a Vox y han conseguido un concejal? La escena recuerda alguna película. Un pueblo, en un ambiente de paranoia, sospecha la existencia de vampiros camuflados entre los vecinos, muertos vivientes que se dedican a chupar la sangre de noche o propagar el fascismo de día. ¿Y si el mal continúa propagándose y en las generales llegan a 200? De momento no sale el Van Helsing de “Drácula y las mellizas”, con sus inquisidores portadores de antorchas, pero al tiempo.
Dicen que lo de «que viene el fascismo» no ha funcionado, pero en cierto sentido sí: nuestras antenas de pertenencia detectan que es necesario escandalizarse un poco ante la llegada de Vox para que el grupo te acepte. Curiosamente esas antenas no han vibrado lo más mínimo con la presencia de populistas latinoamericanos en el gobierno, ni con socios de legislatura como Otegui y Rufián. Pero –cosas del plano político inclinado- ahora la etiqueta exige que emitamos grititos ante la llegada de Vox aunque, a diferencia de los socios de Sánchez, ni entienden justificado el asesinato político ni han pretendido dar un golpe de estado.
En octubre de 1934 el PSOE –y los nacionalistas, claro- desataron una revolución ante la insoportable provocación de las derechas: como habían ganado las elecciones, pretendieron entrar en el Gobierno. Cuando, hace muchos años, leía esto me resultaba incomprensible, pero ahora ya no. Ahora entiendo que es posible crear un ambiente en el que se considere perfectamente democrático excluir una parte del espectro político siempre que sea de derechas. Y Sánchez, con el fin de tapar sus pecadillos y sus socios, ha basado su legislatura en criminalizar todo lo que le queda a la derecha. Es normal, entonces, que la excluyente Segunda República de Izquierdas –y no la incluyente España de la Transición- sea su régimen preferido, que haya aprobado una Ley para que nadie se atreva a cuestionarla, y que incluso haya creado una Fiscalía en la que colocar a su ministra de Justicia/Fiscal General/Guardiana de la Memoria. En la democracia de Sánchez la derecha tiene el buen gusto de no pretender acceder al poder –parece que Casado fue convencido de ello por Bolaños-, acepta dócilmente su papel de chivo expiatorio, y es insultada semanalmente en las sesiones de control. En la realidad, las urnas han contado otra historia.
Volvamos al pueblo del comienzo. Resulta que allí han vuelto a ganar los nacionalistas que, para imponer su proyecto etnolingüístico, excluyen sistemáticamente a la mitad castellanoparlante de la población. Sin embargo esto no provoca aprensiones ni temores a los habitantes, así que quizás la película más parecida al pueblo sea «(El fascismo son) Los Otros».
Comentarios
Consecuentemente se repite la terminología.
De otra parte comentarle que cada vez estoy mas convencido de uno de las consecuencias buscadas del buenismo. Los hombres, incluyendo a las mujeres, no me denuncien, optan por liberalismo económico o por economía intervenida. Casar eso con la política es como hacer tortilla lanzándola al aire.
Pero hay un denominador común los hombres son, somos, imperfectos y eso se revela cada día en cuanto hablas con alguien, incluso en el autobús. En cualquier relación social y por descontado en las relaciones económicas.
Pero eso, dicen, es porque son capitalistas, imbuídos por esa perversa ideología. En el socialismo, por llegar, todos seríamos amables y nadie abusaría de nadie. De ahí lo que dicen de que pasaremos a la situación de iguales, buenos y benévolos.
Volviendo a los principios, conseguirán del animal un Sócrates. El animal come porque es capitalista, no porque sea un anamal.
Tengo clarísimo que el 23 de julio voy a votar a VOX.
Que ni se me pasa por la cabeza que puedan ser el partido más votado, pero que me gustaría que quedasen los segundos, detrás del PP, y delante del PSOE de sanchez.
Porque , aunque algunos de ellos, y en algunas cosas , no me convencen, me da la sensación de que es un poco para que veamos en qué se diferencian, aunque estén de acuerdo en lo fundamental . Y creo que si se unieran al PP para gobernar, ayudarían y no entorpecerían, a la hora de sacarnos del hoyo en que nos han metido zapatero y sanchez.