Dos años más tarde, en una de las masivas demostraciones de Nuremberg, Hitler ordena que se redacte inmediatamente una «Ley para la protección de la sangre y el honor alemanes» -pues aparentemente ambos caminan juntos-. Esta promesa se materializa un par de meses más tarde en la Primera Ordenanza de la Ley de Ciudadanía del Reich que divide -a través de una casuística complicada- a los no-arios entre judíos y Mischlinge (mezclados): sobre los judíos recaerá toda la acción criminal nazi. Lo sorprendente es que, a pesar de conocerse como «leyes raciales», el criterio sigue sin ser racial sino religioso -lo determinante ni siquiera es la religión del afectado, sino la de sus antecesores-. Y probablemente sorprendan aún más estas palabras de Hitler a Martin Bormann: «Hablamos de raza judía por comodidad de lenguaje, puesto que no existe, propiamente hablando, y desde el punto de vista de la genética, una raza judía. Sin embargo, existe una realidad de hecho a la que, sin la menor duda, se puede otorgar esta calificación que es incluso admitida por los mismos judíos (…) La raza judía es ante todo una raza mental». ¿Quiere decir que Hitler no era racista? Quiere decir que a Hitler la raza le servía para sostener la existencia de diferencias irreductibles entre grupos humanos, para defender la supremacía del suyo, y para canalizar su odio hacia el ajeno. Todo esto era lo importante para Hitler, y es todo esto lo que ahora define el racismo.
Dice Toni Blair que el nacionalismo nació cuando el primer troglodita salió de la cueva y, señalando con su cachiporra, dijo: ahí está el enemigo; matarlo es la solución. Diferenciemos entonces entre el impulso tribal original -que es bastante inmutable- de las racionalizaciones con la que lo disfrazamos -que están sujetas a la moda del momento-. El tribalismo catalán nació racista: la distinción entre catalanes-arios y castellanos-semitas era – especialmente después del 98- una de sus ideas recurrentes. Pero después de la Segunda Guerra Mundial la racionalización racista del tribalismo desaparece apresuradamente y -manteniéndose la predisposición tribal intacta- es sustituida por un cóctel de cultura, etnia, lengua y un toque de angostura telúrica. «Identidad cultural» es ahora la etiqueta triunfadora:
«Los pueblos (...) son principios espirituales. En vano se querrá dar de ellos una explicación geográfica, etnográfica o filológica. El ser y esencia del pueblo están, no en las razas ni en las lenguas, sino en las almas. La nacionalidad es, pues, un Volkgeist, un espíritu social y público».
Nota: La cita de Hitler a Bormann la recoge Francisco Caja en La raza catalana.
Comentarios
Siga, siga
Si ellos dicen que los racistas, los machistas, los que queremos que nuestros hijos y nietos se puedan relacionar y entender con cuanta más gente mejor, y apoyamos que estudien en español, en inglés, en chino, y que las lenguas regionales se enseñen a todos aquellos que las quieran conocer, pero no excluyan a la lengua de todos , somos los nacionalistas excluyentes, y lo repiten los periódicos y las televisiones afines a ellos
¿ Que podemos hacer para demostrar públicamente que mienten ?
Si, ni siquiera ante fotos de la muchedumbre en lo de Colón, cntra los indultos al golpismo, reconocen siquiera que aquello fue multitudinario y alegre, que no se quemó un solo contenedor, ni se dieron palos , que había personas de toda España, y de todas las ideas...
Nos veo mal. Muy mal.
Ya siento
En fin, cosas que afectan a la cohesión o desintegración de las sociedades.
Más bien, confusa. Recuerdo haber leído, en una novela situada en esa treintena trágica de Alemania, el momento en que se creó en la Universidad de Berlín la primera cátedra sobre la pureza de la raza o algo así. Lamento no recordar ni siquiera el nombre de la novela, que estaba bien.
Me pareció un dato muy significativo y no necesito explicarle las razones, pues ya las sabe.
¿Este dato es real? ¿Se puede datar?
Su artículo es muy bueno y pido perdón por pedir y pedir...
Un abrazo