Pues esa es la cuestión: la supervivencia de nuestros antepasados no dependía tanto de encontrar la verdad abstracta como de evitar ser expulsado de la tribu concreta. Por eso la evolución no ha favorecido a los Sócrates sino a los Glaucones -los que saben que lo importante no es ser virtuoso sino que no te pillen cuando no lo eres-; por eso tenemos sesgos cognitivos de conformidad con el grupo; y por eso cuando se discuten asuntos que afectan a la identidad de la tribu no hay campo para la razón, sino para racionalizaciones defensivas.
«Véanlo de esta manera: los humanos estamos evolutivamente equipados con los circuitos mentales más sofisticados que nos protegen contra cambiar de opinión cuando hacerlo podría alejarnos de nuestro grupo. Tenemos cientos de miles de años de práctica en creer cualquier cosa siempre que nos mantenga en buen lugar ante nuestra tribu, incluso si eso requiere negar, descartar, racionalizar, percibir mal, e ignorar la evidencia delante de nuestras narices».
No debería sorprender, por ejemplo, que muchos votantes sigan los cambios de opinión de su partido, por dramáticos que sean, y los envuelvan con vistosas argumentaciones. Pero tampoco podemos negar que estos son tiempos especialmente malos para la verdad. Como dijo el expresidente Obama en 2020 «si no somos capaces de distinguir lo que es verdadero y lo que es falso, entonces por definición el mercado de las ideas no funciona. Y por definición nuestra democracia no funciona. Estamos entrando en una crisis epistemológica». En efecto, muchos tenemos la impresión de que cuando el nivel de mentira anega las instituciones acaba pudriéndolas. ¿Y qué es el «mercado las ideas»? Llegamos así a Jonathan Rauch.
Rauch cree que son bien conocidas las facetas económica y política del liberalismo, pero hay una tercera que es la epistemológica: llama a esto ciencia liberal o «comunidad basada en la evidencia». Convertir el desacuerdo en conocimiento es la tarea de la epistemología liberal, y en esto tiene semejanzas con el mercado: del mismo modo en que éste convierte en beneficiosa la competencia, el mercado de las ideas enriquece el debate mediante la discrepancia. Pero esto lo hace mediante una serie de instituciones y reglas formales e informales que Rauch compara con las diseñadas por Madison y los fundadores de la Constitución americana:
«Ambos distribuyen la toma de decisiones entre muchos actores competidores y cooperantes, utilizando controles y equilibrios para crear redes de rendición de cuentas (...) Ambos funcionan sólo porque combinan reglas formales y restricciones con normas informales y virtudes implícitas. Ambos están encarnados en instituciones y requieren ser comprendidos y defendidos en términos institucionales».
El motivo por el que la verdad está debilitada actualmente es múltiple. Para empezar, el tribalismo -como en toda época de cambios e incertidumbre- está actualmente en niveles altos; cada vez hay más materias contaminadas de identidad, no sujetas por tanto a discusión sino a exaltación religiosa. En momentos así el pensamiento grupal puede llevar a las sociedades a espirales de pérdida de realidad: es lo que Rauch llama «tribalismo epistémico». Además, las nuevas tecnologías digitales han alterado los modos tradicionales de filtrar la desinformación y el error, y han creado un ecosistema idóneo para los trolls. Por último, la «cultura de la cancelación» y la proscripción del debate provocan efectos destructivos en el conocimiento.
En fin, de todo esto trata este libro y no voy a desvelar más salvo una cosa: su sitio está junto a La mente de los justos de Haidt.
The Constitution of Knowledge: A Defense of Truth. Jonathan Rauch
Comentarios
Doy por seguro que el libro de Rauch me rebasará totalmente, pero como en Amazon lo tenían en formato kindle, me lo he comprado directamente.
Que ahora, pasando como paso de leer los periódicos, que no me dan más que disgustos, y trabajando desde casa, y lo menos posible, ( porque matarme para que se lo lleven todo en impuestos y encima me llamen mala, ¿ para qué ? ),
Así que tengo tiempo para leer incluso libros de pensar.
Muchas Gracias