Una aproximación. En 1980 Michael Porter, ingeniero de
Princeton y MBA por la Harvard Business School, escribió el libro que lo
convertiría en el gurú de la estrategia empresarial para los siguientes treinta
años. En él afirmaba que las empresas tienen dos formas básicas de competir, y
una de ellas es el liderazgo en costes. Lo explicaba así: si dos empresas
concurren en el mismo sector con un producto similar tendrán que ofrecer
precios similares; y, si una de ellas tiene costes menores que la otra, le bastará
con reducir sus precios hasta que su competidor, que tendrá que bajarlos a su
vez, incurra en pérdidas y sea expulsado el mercado.
Y otra. Se atribuye a Jean-Baptiste Colbert, ministro de
finanzas de Luis XIV, la mejor definición de política fiscal que se conoce: es
el arte de desplumar al máximo al ganso con el mínimo número de graznidos. Es
muy posible que nuestros populistas - originarios o mimetizados - en el
gobierno no hayan oído hablar de Porter, pero parecen entender perfectamente a
Colbert. Y ante la evidencia de que el cumplimiento de sus promesas electorales
requerirá una gran cantidad adicional de plumas, el sufrido animal debe ser
distraído para que sus chillidos no enturbien la belleza de esta nueva era. La
solución habitual suele ser esta: despiértese la ira del ganso contra el
primero que pase por allí, y manténgase permanentemente enfadado contra el
mismo para que no se entere de quién es realmente el que lo está dejando
desnudo.
Una de las variantes de este sistema en las islas se llama
‘ecotasa’ (mirad, niños, qué bonito lo de ‘eco’), y se presenta como elixir
contra los destrozos hechos por colectivos tan dañinos como turistas o
empresarios. En realidad su necesidad no deriva tanto de exigencias
medioambientales como de un sublime desdén contra la contención del gasto
público, pero en cualquier caso presenta serias contraindicaciones. Una, que se
incorpora a la estructura de costes del sector turístico haciéndolo menos
competitivo. Dos, que condena al turista a desempeñar en el imaginario social
el papel de Atila. Malo para el sector y malo para todos nosotros porque, no
conviene olvidarlo, el turismo alimenta tanto al ganso como a los que lo
despluman.
Comentarios
Cuando me roban por una buena causa (por la ecología, por la sanidad, por la educación, por el partido, etc) me roben el tiple y además lo robado no va a la supuesta buena causa.
El ladrón por la buena causa no solo tiene la conciencia tranquila de haber robado sino que se considera moralmente superior al robado y éste merece robarle.
El ladrón por la mala causa puede o no tener la conciencia tranquila por el robo, pero al menos no se considera superior moralmente, tan solo roba y por supuesto roba menos que el "buen ladrón"
Es una lástima que no puedan poner un impuestazo a la coyunda. Aunque seguro que hay candidatos a su inspección.
No deja de ser curioso que un sector político como el de la ultraizquierda tan preocupado por que se "criminalizan" colectivos (musulmanes, jóvenes, antidesahucios, etc.) con tanta alegría criminalice a los turistas. Si hay responsables de "destrozos" serán los isleños que los realizan y/o autorizan, no los turistas.
Otro problema es la falta de "Memoria histórica". Los entornos isleños (Baleares incluido) han sido tradicionalmente y salvo alguna excepción puntual, territorios de gran pobreza. Por sus carácterísticas geológicas, suelen tener poca tierra cultivable, carencia de minas y en muchos casos, poco comercio. Eso les hacía muy vulnerables al menor incremento de población. De ahí que habitualmente hayan sido sus habitantes "carne de emigración". Baleares, Canarias, Córcega, Sicilia, Creta, son buenos ejemplo.
Todo eso cambió radicalmente, con el turismo de sol y playa. Es esta actividad que ha acabado con secular la pobreza de la mayor parte de los entornos insulares.
Y ya va siendo hora que la población de estas islas, en vez de tanto victimismo de siglos pasados (lo de Canarias es tremendo), conozca la realidad y como en este caso, la pertenencia a un España, vieja y conocida nación, con seguridad europea, con sus instituciones y su seriedad, facilitó y aceleró esta transición. Lo se aprecia lo que no se conoce y la población desconoce completamente como empezó el turismo y sus efectos.