Los que hayan leído alguna de las críticas de cine en este blog ya saben qué pueden esperar de ellas. Para los demás, quiero advertir que no encontraran profundos conocimientos de cine. Más aún: con frecuencia se darán cuenta de que el autor de la crítica (yo) no se ha enterado de nada, e incluso pueden sospechar legítimamente que se ha quedado dormido durante la proyección. Por tanto no se ofendan (o sí) aquellos que vean aquí maltratadas sus películas favoritas. De hecho, el autor no suele hablar de las películas que le han gustado, sino de aquellas que le han llamado la atención por encontrarlas desmedidas, pretenciosas, absurdas, o, a su pesar, cómicas. Si aún están animados, sigan leyendo.
La vida parece ir sobre ruedas para Tom Cruise. Es un médico exitoso, tiene una hija, vive en una buena casa, lo invitan a fiestas con tías buenas, y está casado con Nicole Kidman. Sin embargo una noche, tras fumarse un porro, ésta le confiesa algo terrible. El año precedente, cuando veraneaban, se cruzó en el vestíbulo del hotel con un marino. No cruzaron ni una palabra, pero él la miró. En ese momento, confiesa Kidman a un atónito Cruise, ella lo habría dejado todo, incluidos marido e hija, y se habría marchado con él.
¿Cómo? Trasladémonos a ese momento. Dado que el marino en cuestión no ha abierto la boca ¿cómo ha podido despertar en ella tal pasión? Es legítimo, si Kidman lo encuentra especialmente atractivo, que sienta el impulso irrefrenable de arrastrarlo hasta el cuarto de las escobas y darle su merecido, pero ¿marcharse con él? ¿Y si luego resulta que habla con voz chillona, o recita versos de Gamoneda? La revelación es, por tanto, dramática para Cruise, pero no porque haya entendido la implicación inmediata (que es: me he casado con una idiota), sino porque, de repente, le parece descubrir que la vida no es tan normal como parecía en su plácido discurrir. Su mujer le acaba de revelar que, debajo de la apacible superficie, fluyen oscuras y tumultuosas pasiones. De ahí, supongo, el título: ojos cerrados de par en par.
Esa noche un desconcertado Cruise emprende un periplo erótico por el lado oscuro de la luna. Para empezar, acude al velatorio del padre de una paciente que, delante del cadáver, confiesa a Cruise su amor por él. Así pues, otra lunática. A continuación, Cruise se va de putas (aunque sin llegar a consumar). Y después entra en un bar en el que toca el piano un antiguo compañero de universidad, con quien ha coincidido en una fiesta al comienzo de la película. El amigo le confiesa entonces un secreto. A lo largo de las últimas semanas ha sido contratado para tocar el piano, con los ojos vendados, en fiestas privadas. En una de esas ocasiones la venda se deslizó de sus ojos, y vio la más asombrosa de las escenas, con las más maravillosas mujeres. Esa misma noche, continúa, vuelve a estar contratado, y Cruise lo convence para que le diga dónde y le suministre la imprescindible contraseña. En un recorrido cada vez más irreal, Cruise acude a una tienda de disfraces para proveerse de un atuendo adecuado para la fiesta. Allí el dueño lo atiende con eficacia, inmune al hecho de haber sorprendido a su hija en pelotas con dos orientales sexagenarios. La fiesta constituye otro de los hitos de la película, pero el mérito corresponde exclusivamente al director de casting. Por lo demás, resulta un poco kitsch. De algún modo Cruise es detectado como intruso, y, en un ambiente de película de Fú-Manchú, es expulsado y amenazado, aunque no en este orden.
Al día siguiente Cruise vuelve a recorrer el camino. Para empezar, devuelve el disfraz, y el dueño le ofrece a su hija a cambio de dinero. Todas putas, parece ser el mensaje de Kubrick. Después, el camino del sexo comienza a bordear la muerte. Descubre que la prostituta con la que no se llegó a acostar tiene el sida. Y que la más espectacular de las asistentes a la orgía ha muerto durante la noche (de sobredosis, aunque él cree que ha sido asesinada)
Toda la experiencia deja a Cruise devastado, quizás porque se ha pasado la película rodeado de mujeres espectaculares y no ha conseguido acostarse con ninguna. Lo que es peor, termina filosofando con Kidman acerca de la realidad y las fantasías eróticas. Y eso es todo. Quizás la película no merezca tantas reflexiones, y posiblemente nadie se habría molestado en hacerlas si no hubiera sido de Kubrick, pero así son las cosas. Lo mejor, la suite de jazz de Shostakovich.
Comentarios
¡¡¡Jajajajajajajajaj.... ay pordios, que me da algo, Don Navarth.!!.
El martilleo del piano a modo de gota malaya que inunda el subconsciente, también se podría salvar, por lo que tiene de música incidental y psicológica. Aparte de eso, le haré una pequeña e insignificante confesión: me suelo quedar dormido en el cine como la película no me atrape desde el primer momento. Esta no se libro del pequeño sueño reparador a la primera de cambio. Se veía venir con ese título tan suntuoso.
Por lo que le puedo asegurar, que he disfrutado más con su crítica cinematográfica que con la peli.
Aunque sea de Kubrick.
Yo también me apunto a la petición de crítica de cine mensual (mejor semanal). No puedo decir nada de esta película porque mi religión me prohíbe ver cualquier cosa en la que salga Cruise.
Saludos.
La he visto todas y me ha hecho gracia lo de acuerdo que estoy con usted también en esto.
A lo mejor es usted un crítico- humorista...