Almudena Grandes escribe una columna titulada México que es donde amenaza con exiliarse si los “capataces, con toga o sin ella, de los señoritos obispos” continúan obligándola a madrugar y señalándola con el dedo pare decirle si hoy trabaja o no. Esto, la verdad, no lo he entendido muy bien, pero es lo que dice. Este malestar de Almudena se agrava con la frustración que le ha producido descubrir que el objeto de la Ley de Amnistía del 77 era la amnistía. Es evidente que este descubrimiento llega con 30 años de retraso, y cabe preguntarse por qué Almudena no se manifestó antes. La respuesta creo que puede ser esta: la Luz del astro Zapatero, que se desplaza a su voluntad, ilumina ahora el campo de la confrontación y el odio, convirtiéndolo en tierra fértil para que brote lo que habitualmente vive allí. Por eso Almudena ha crecido. Ahora es la hora de Almudena, que hoy deja esta deyección en El País: "Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta". Parece un contrato sadomasoquista, pero es un consejo de la madre Maravillas. ¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos?
« Es lamentable la falta de interés de la justicia y de la derecha para que haya mecanismos para reparar estos delitos de lesa humanidad . El PSOE debe sumarse a este esfuerzo ». Los delitos de lesa humanidad a los que se refiere Enrique Santiago son los «bebés robados» del franquismo, y el esfuerzo que requiere del PSOE es seguir adelante con la proposición de ley presentada en 2020 en Cortes por ERC, PSOE y Podemos, Bildu y Baldo(ví), y que lleva atascada desde entonces. La exposición de motivos de la empantanada iniciativa nos cuenta esta historia. Queridos niños… « Durante décadas, y hasta etapas muy próximas, en España se ha producido, amparada en la impunidad, una de las mayores atrocidades que ha vivido nuestro país. Un número inmenso de niños fueron sustraídos en cárceles, clínicas y maternidades, y sus familias biológicas siguen sin saber su paradero a día de hoy ». No me dirán que no es una historia tremenda, y que la desolación de Enrique Santiago no está justificada. Se tr
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shalom