Tomen unos niños entre 4 y 6 años que no se conozcan entre sí, divídanlos aleatoriamente en dos grupos, azules y rojos, y proporciónenles camisetas con los respectivos colores para identificarlos. Ya está: lo trivial activa lo tribal. A partir de ese momento los niños muestran preferencias inconscientes por los de su color y su memoria se distorsiona: tienden a recordar cosas buenas de los de su grupo y malas de los del grupo «rival». Peor aún: se alegran de que a los otros les pasen cosas malas, aunque no les beneficien directamente a ellos. En fin, que venimos de fábrica para dividirnos en grupos, querer al de dentro y aporrear al de fuera. Esto último, la xenofobia, es la cara oscura del tribalismo. Si se activa con una simple camiseta, imaginen lo que pasa cuando es la propia persona la que tiene otro color.
Es decir, somos racistas porque somos tribalistas. Antes el racismo, revestido de una pátina científica, estaba muy extendido. Los tribalistas invocaban a Gobineau, Houston Stewart Chamberlain e incluso a Darwin, al que no habían entendido muy bien. Pero tras los millones de muertos ocasionados la cosa quedó un poco desacreditada y los tribalistas tuvieron que buscar nuevas racionalizaciones. Ahora, por ejemplo, no se menciona la raza catalana o vasca –antes sí- pero cuando se habla vagamente de lengua, cultura o etnia se está sugiriendo exactamente lo mismo, que los de dentro son diferentes y estupendos y los de fuera un asco. ¿Rufián es entonces un xenófobo? Bueno, él es un jeta pero la ideología que enarbola es, desde luego, xenófoba. Son tan xenófobos que no pueden soportar vivir en el mismo país democrático con el resto de españoles.
En todo esto, además, se suman otras camisetas tribales. Posiblemente los que en Mestalla hacían el mono entienden que el racismo está mal, pero es que el increpado es del Real Madrid. Y luego están las camisetas más insufribles, las políticas. Siempre he votado a izquierdas y seguiré votando al PSOE decía ayer una conocida actriz. Por su parte los políticos febrilmente hacen cuentas para exhibir su virtud pero sin perder votos. ¿Cómo denunciar el racismo sin insultar a los valencianos? ¿Qué camiseta ponerse? El portavoz socialista en el ayuntamiento de Valencia ya ha decidido que en sus votantes la futbolera va a pesar más, e Irene Montero, aparentemente enloquecida, ha dicho que la culpa es de Ana Rosa Quintana aunque no consta que estuviera en Mestalla. En fin, que no vamos a acabar con el tribalismo porque está en nuestra naturaleza, pero hay que controlar su reverso tenebroso. En el fondo es mejor que haya muchas camisetas tribales en la sociedad –porque seneutralizan entre sí- antes que una única muy grande como pretenden los nacionalistas. Mientras tanto recuerden que para la gente civilizada la xenofobia está mal, y por eso el racismo, el sectarismo político y el nacionalismo están mal.
Comentarios
El grave problema de las tribus es que el tragar con los dogmas de cada una vuelven a la mejor inteligencia en una cosa escuchimizada que solo da para argumentar, como sea, las bondades de la propia tribu y las "maldades" de los otras. Es decir, se coloca unas anteojeras que excluyen de su raciocinio todo aquello que no sirva para apuntalar el propio discurso. Incluso en ocasiones como el caso woke o el de la guerra "de Putin" exija asumir auténticas bestialidades contra la razón mas elemental porque son distintivos de esa tribu. En el caso woke p.e. la destrucción de la familia o del principio de la igualdad de sexos, (el varón es malvado, brutal y culpable si lo dice un ser de luz) o de pasar en horas de odiar la guerra toda una vida a disfrutarla, si es contra el enemigo adecuado, aunque sea un constructo, otro más a añadir a la larga lista, de dictadores prefabricados por la magnífica propaganda del país teledirigido por su industria de fabricación de armas que mas países destruye mientras presume de ser el dueño del mundo, exigiéndole exige pleitesía.
Luego está otra variante, los casos como el de Vinicius en el que se mezclan y suman el ser de varias tribus y el disfrute de compaginar el odio al crack por varias razones como que que es de la tribu que mas odian, el club merengue, y que les mete fantásticos goles a ritmo se samba, o que además es negro de toda negritud y encima se les encara y les responde.
En cualquier caso y aunque la evolución del homo sapiens le deba al tribalismo todo, también le debe la perdida de esa sapiencia que se nos supone demasiado alegremente a menudo.