- Ningún escocés echa azúcar al porridge.
- Pues mi tío Angus de Edimburgo siempre lo hace.
- Ningún escocés verdadero echa azúcar al porridge.
Así que hay una izquierda y una verdadera izquierda. De la primera se aceptan los votos; la segunda sirve de refugio a la superioridad moral cuando la realidad se impone. Entonces se alza el dedo virtuoso: eso no era verdadera izquierda. Y, a ser posible, se delegan las culpas en la derecha. No es casual que, cuando un brote agresivo, excluyente y/o totalitario en la izquierda es ya imposible de ocultar, se le asigne la etiqueta de fascismo, nunca comunismo.Lo contrario no suele suceder: nadie acusa a Franco de ser de izquierdas.
Primer problema: este planteamiento impide reconocer errores y asumir responsabilidades. Yo no me he equivocado, es que en algún momento ha habido desviacionistas y la cosa se ha convertido en derecha. La solución, por tanto, es más izquierda, verdadera izquierda. Como decía Churruca, en toda generación hay un selecto grupo de idiotas que creen que el fracaso de la economía planificada se debió a que no la planificaron ellos. Segundo problema, más siniestro. El planteamiento no sólo revela una tendencia a considerar a la izquierda inmune al mal, sino a la derecha como fuente de todo mal. Dice Haidt que las perspectivas de izquierda y derecha no son simétricas: la derecha comprende los módulos morales de la izquierda, pero la izquierda no entiende los de la derecha. Desde esta última perspectiva es más tentador pensar que el adversario es, sencillamente, malo.
Es normal, entonces, emplear un doble rasero: cuando la izquierda toma una medida económica restrictiva lo hace porque no tiene más remedio, pero sufre; cuando lo hace la derecha es porque le gusta.
Esta encuesta traída por Pablo Malo @pitiklinov parece confirmar la disparidad. Se pregunta a estudiantes universitarios qué cosas no harían con alguien que hubiera votado al partido contrario. Pues bien un temible 37% de demócratas declaran que no serían amigos de alguien que votara a los republicanos –frente al 5% de republicanos que afirman lo mismo-, y un 71% de demócratas no tendrían una cita con un republicano –frente al 31% de republicanos-.
Si bien la diferente «ecualización» de nuestros módulos morales puede, según Haidt, explicar las diferentes afinidades hacia izquierda y derecha, conviene entender otra tendencia del sapiens que con frecuencia se superpone a ellos: es bueno con los de su tribu y extraordinariamente malo con los de fuera. Basta con pintar la frontera Nosotros-Ellos –y se consigue fácilmente, de las maneras más ridículas- para convertir a una apacible persona en un monstruo contra los que se han quedado al otro lado de la raya. Desde ese punto de vista, la falacia del verdadero escocés pinta una vez más esa raya.
Comentarios
En realidad, es una aplicacion de la tesis de Carl Schmitt: la unica diferenci esencial en politica es la que distingue entre amigo y enemigo, como bien aplican , desde tiempo inmemorial los nacionalistas que convierten la política en una cuestion de gramatica, la correcta aplicación de los pronombres y de los posesivos: nosotros/ellos, mio/nuestro/suyo.
Como decia Miguelito, patriotismo y comodidad.