En 2013 el profesor de Yale Dan Kahan reunió a unos voluntarios, averiguó su adscripción política, y les sometió a una serie de pruebas para conocer su capacidad de comprensión. A continuación les hizo resolver problemas relacionados con asuntos cargados de ideología, como el control de la venta de armas o el cambio climático. Estos problemas estaban preparados -en algunos casos los datos indicaban claramente que la prohibición de la venta de armas disminuye la criminalidad, y en otros exactamente lo contrario- pero previsiblemente habría una clara correlación entre inteligencia y solución racional. Pues bien, Kahan descubrió que aquellos con mayores aptitudes interpretaban correctamente los datos… siempre que encajaran en sus prejuicios ideológicos. ¿Qué ocurría cuando no era así? Pues que los más inteligentes obtenían peores resultados que los más torpes: sencillamente, eran capaces de construir racionalizaciones más sofisticadas para sostener sus inalterables planteamientos previos.
Lo han entendido bien: cuando hay identidad política por medio, cuanto más inteligentes somos más profundizamos en la estupidez. En realidad no nos guía tanto el deseo de averiguar la verdad como el impulso de pertenencia, y la capacidad intelectual palidece ante consideraciones tales como la moda. Julia Galef lo llama «mentalidad militante», y es una característica evolutiva: tradicionalmente la posibilidad de supervivencia dependía más de la aceptación por el grupo que del amor a la verdad. Desde la mentalidad militante los argumentos opuestos se contemplan como amenazas a la propia identidad –Pepu Hernández lo llama «revisionismo»-, así que lo que procede es concentrar el fuego sobre ellos independientemente de que sean más válidos que los propios.
Puesto que la mentalidad militante tiene su utilidad, Bryan Caplan defiende la «irracionalidad racional», un equilibrio para «elegir inconscientemente la suficiente irracionalidad epistémica para lograr nuestros objetivos sociales y emocionales, sin perjudicar demasiado nuestro juicio». El caso es que estamos bastante lejos de ese equilibrio. Julia Galef llama al deseo de cartografiar correctamente la realidad «mentalidad exploradora», y defiende que el buen juicio no depende tanto de la inteligencia como de esta predisposición. La buena noticia es que este hábito explorador se puede fomentar.
Julia Galef. The scout mindset: why some people see things clearly and others don't
Comentarios
Así que resulta imposible, es esfuerzo baldío, intentar convencer con datos por ciertos, sólidos y evidentes que sean a quien ideológicamente tenga una predisposición contraria.
Supongo que les acabarían quitando la calle. Ya no quiero ni enterarme.
Somos unos desagradecidos.
https://generaldavila.com/2021/02/10/division-azul-el-heroe-capitan-palacios-embajador-en-el-infierno/
Aunque tarde he entrado a esta colaboración suya que me ha supuesto una verdadera sorpresa y admiración. Hace tiempo que vengo preguntándome qué pasa a ciertos intelectuales o gente formada que de repente, a mi entender, caen fácilmente en lo que yo llamo la irracionalidad política. Incluso yo intento examinarme muchas veces si no estoy cayendo en los mismos prejuicios o irracionalidades que ellos.
Por ello el artículo de hoy ha sido como una pequeña luz en el desierto de la desorientación que tenía al no sber cómo enfocar este problema. Aunque de modo un tanto somero, el estudio que nos resume nos da algunas pautas -algunas ya me eran conocidas, otras no- que pueden guiar en el futuro mis reflexiones sobre este tema.
Siempre agradecido
Goethe