En Salvajes de una nueva época Carlos Granés reflexiona sobre estos solapamientos entre medios y política. El publicista Don Draper se da cuenta de que, en el tránsito de la industriosa sociedad de los 50 a la hedonista de los 60, la mercancía que mejor vende es la “autenticidad”. Y así Mad Men finaliza –atención spoiler- con el famoso anuncio en el que “lo auténtico” -«the real thing»- resulta ser la Coca-Cola.
Obsérvese que a nadie se le ocurriría acusar a Coca-Cola de mentir o emitir bullshit. Sencillamente funciona en un mundo paralelo a la realidad, y esto ya ocurre en política. Este Gobierno no venía a trabajar la realidad sino a gestionar un relato, y esto no ha cambiado ni cuando la pandemia ha irrumpido. La sustitución de la política por la publicidad llegará a ser completa, y sospecho que los que aún nos escandalizamos con las mentiras somos meros dinosaurios.
Don Draper, por cierto es un personaje vacío; él mismo es un producto de publicidad que incluso ha robado la identidad a otra persona. Nuestro presidente –de manera menos dramática; estamos empezando- se ha limitado a plagiar una tesis, y eso nos permite establecer cierta comparación entre ambos, guapos y huecos. Me temo, no obstante que nuestro Draper particular es un centauro de Sánchez y Redondo.
Entonces, en nuestra política-espectáculo ¿cuáles serán los grandes reclamos publicitarios? Todo parece indicar que serán las causas de la llamada “justicia social”:
«Hemos pasado de usar la rebelión, el sexo y el hedonismo como gancho publicitario, a utilizar la ecología, el humanitarismo y la crítica a las corporaciones y al sistema».
En este sentido la lucha contra el heteropatriarcado y el ecologismo gretista son causas muy recomendables porque a) proporcionan virtud sin esfuerzo y b) permiten alzar el dedito y regañar. Esto es, en definitiva, la «guerra cultural»: la reducción de la política a proverbios y parábolas que sirven a los nuevos inquisidores para quemar a los herejes.
Hay que decir que los primeros que han detectado el valor de estos reclamos publicitarios son los políticos. Y los siguientes los empresarios:
«El capitalismo se ha vuelto crítico y social. Incluso ha asimilado valores del comunismo o del anticapitalismo, por la sencilla razón de que sirven para atraer nuevos consumidores, en especial jóvenes y modernos. Lo comunitario, lo verde, lo orgánico, lo sostenible, lo solidario, lo colaborativo y lo gratuito ya no son valores antitéticos con la ganancia económica».
Lo malo son los efectos secundarios reales de las políticas virtuales. Tomar Coca-Cola no te hace especialmente auténtico, pero eleva el azúcar en sangre. La política-spot sólo soluciona la vida de los propios farsantes; a cambio puede dejar las sociedades devastadas. The real thing.
Imagen: tomada de esta web https://redboxinnovation.com/inspirate/2011/02/09/vintage-advertisement/
Comentarios
Regañar, acompañado de la posibilidad de intervenir sobre cualquier cosa de esas. Eso da mucha satisfacción.
Yo me meto mucho con ese buenismo irreal, virtud sin esfuerzo, y añado otro condicionante implícito en sus dos principios: Son objetivos inalcanzables ni someramente. No se acabará la violencia, ni se establecerá la total igualdad, todos machos, ni el clima se aquietará, seguiremos comiendo animales y plantas, etc. Por lo tanto siempre estaremos enredados en la lucha y nunca obtendremos el perdón de los mandamases. No seremos suficientemente obedientes y sumisos.
Habrá que hacer un spot con estas ideas.
Un ejemplo: Me pasan lo de Oramas hoy como si fuera el colmo de la buena política. Yo la encuentro totalmente cínica. Quiere, sabiendo que no lo va a lograr, que el gobierno solucione lo de Canarias. No dice cómo. Lo de que los devuelvan que lo digan los otros. Ella no es mala, sino muy humanitaria.
Dicho lo cual, el primero me resulta repulsivo. La serie de Schez. hace mucho tiempo que me dura demasiado -diría que desde antes de empezar-. Todo lo contrario que la de Draper.