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NACIONALISMO ÉTNICO VS PATRIOTISMO CÍVICO: SANGRE Y PERTENENCIA


«El nacionalismo étnico defiende que los vínculos más profundos de un individuo son heredados, no elegidos. Es la comunidad nacional la que define al individuo, no los individuos los que definen la comunidad nacional (…) Según el nacionalismo cívico, lo que mantiene unida una sociedad no son unas raíces comunes sino la ley. Al suscribir un conjunto de procedimientos y valores democráticos, los individuos pueden combinar el derecho a vivir sus propias vidas con la necesidad de pertenecer a una comunidad. Esto, a su vez, asume que la pertenencia a una nación puede ser en cierto modo un vínculo racional».

Para el nacionalismo étnico –o nacionalismo a secas- el individuo está condicionado por una serie de factores –la raza, la etnia, el folklore, la lengua, el espíritu, la tierra- que lo adscriben inexorablemente a determinadas tribus llamadas naciones. Estos criterios de adscripción son intercambiables y varían en función de las modas del momento: puede ser usado uno u otro o todos ellos simultáneamente. La raza tuvo mucho éxito durante un tiempo, pero quedó definitivamente desacreditada después de los millones de muertos que produjo, y ahora sólo especímenes especialmente primitivos continúan apelando a ella. Ahora los distintos criterios se invocan de una manera más difusa, pero no hay ninguna diferencia. En realidad no son más que racionalizaciones de un potentísimo impulso inscrito en los genes humanos: a integrarse en tribus y señalar como enemigos a los que quedan al alcance de la cachiporra.

Para el nacionalista las tribus-naciones son algo así como seres vivos: tienen sus propios deseos, intereses y agenda que los chamanes -los líderes nacionalistas- pueden interpretar. Obviamente, por un puro principio utilitarista, el bienestar de ese ser es mucho más importante que el de las células –las personas concretas- que lo componen. Pero a cambio éstas obtienen muchos beneficios. Primero, el calor de la tribu: disolverse en ella proporciona al individuo seguridad, y lo libera de los sobresaltos de la libertad y las incomodidades de la responsabilidad. Segundo, al definirse contra supuestos enemigos la tribu-nación proporciona un cauce ideal para que sus integrantes puedan desaguar sus frustraciones y demás residuos emocionales:

«El nacionalismo funciona como un lenguaje moral de autoexculpación. El único responsable de todo lo que ocurre es el otro bando».

Por último, y no es poco, también garantiza cierta inmortalidad: las celulillas mueren pero pueden creer que seguirán vivas, al menos en el recuerdo, de la tribu-nación inmortal –que tampoco lo es-.

Entonces es comprensible que los nacionalistas crean que la humanidad deba compartimentarse en naciones homogéneas. En esto se comportan como jardineros obsesivos que aspirasen a tener el mundo como un jardín con plantas de la misma especie–que no existen en la realidad- en cada parcela. Esto condena a todos aquellos que no deseen integrarse en la tribu, pero tengan la mala suerte de compartir maceta con los nacionalistas, a la condición de malas hierbas:

«El pecado del nacionalismo es que al final se convierte en la tiranía de la mayoría».

Frente al nacionalismo étnico está el patriotismo cívico: una adscripción racional a los valores de la Ilustración y las instituciones de la democracia liberal. ¿Cómo saber cuándo estamos ante uno u otro? La manera más sencilla es definir unos ejes con unas variables clave, y ver dónde se sitúa cada uno:


Cada eje del gráfico representa un asunto determinado con visiones políticas opuestas en los extremos:

- Valor supremo de la persona, frente a valor supremo de la tribu.
- Política schmittiana de amigos contra enemigos, frente a política democrática basada en el acuerdo, la transacción y la tolerancia.
- Creencia en el imperio de la ley, frente a subordinación de ésta a la tribu-nación.
- Creencia en el libre comercio como cauce para la prosperidad y la convivencia pacífica, frente a la tendencia a levantar fronteras protectoras.

La línea superior, aleatoriamente marcada de color naranja, representaría la constelación del patriotismo cívico basado en la democracia liberal. La inferior, de color no menos aleatorio amarillo, representa la constelación del nacionalismo étnico. Como puede verse, el patriotismo cívico no es un nacionalismo alternativo: es lo opuesto al nacionalismo.

Dejo este modelo para la crítica y la reflexión, pero me interesa destacar una cosa: la tentación de la tribu y búsqueda de chivo expiatorio la llevamos inscrita en los genes, mientras que el patriotismo cívico es una construcción intelectual. Este último apela a la razón, pero el primero a las tripas: es obvio cual resulta más atractivo a los humanos.

«El nacionalismo tiene el inmenso atractivo de la agitación permanente, de la exaltación constante. En vez de la banal política de lo real, en vez de un mundo de la política que afronta los hechos (…) la terca mediocridad de la vida corriente (…) el nacionalismo dirige la mente a planos más elevados. Ofrece la gloriosa política de la identidad y la autoafirmación. En vez de la política interminable del interés y la negociación, hay enemigos internos y externos a los que derrotar; está la causa eterna, los mártires del pasado y del presente a los que ser fieles».

«Y ni a los criminales ni a los cínicos se les escapa que en este estado de exaltación organizada y constante, ningún cinismo, ningún crimen, ninguna atrocidad grande o pequeña, dejará de ser perdonado si las palabras "nación", "pueblo", "derechos" y "libertad" se espolvorean delicadamente por encima».

Así pues el patriotismo cívico tiene la ingrata tarea de defender un oasis permanentemente amenazado por el retorno a la barbarie.

«No puedo evitar pensar que una civilización liberal (el imperio de la ley en vez de los hombres, de la discusión en vez de la fuerza, del compromiso en lugar de la violencia) va profundamente en contra del carácter del hombre y solo se logra y se sostiene gracias a una lucha implacable contra la naturaleza humana. Las virtudes liberales (la tolerancia, el compromiso y la razón) siguen siendo tan valiosas como siempre, pero no se pueden enseñar a aquellos que están llenos de locura o de resentimiento».

¿Qué podemos ofrecer para hacer atractiva la tarea? Sólo se me ocurre el orgullo.

Michael Ignatieff. Sangre y pertenencia: Viajes por el nuevo nacionalismo.

Comentarios

Sursum corda! ha dicho que…
Buenos días Navarth:

Hay dos posibilidades de entender el mundo y de manejarlo: una que mira fundamentalmente al pasado y una que mira fundamentalmente al futuro. Seguro que todo es demasiado complejo para que lo pueda abarcar por entero esa frase, pero al menos este aspecto me parece relevante para la cuestión que trata en esta entrada de su blog. Por otra parte, toda explicación, salvo las paranoias sociales, trata de responder a un problema y tiene un objetivo práctico. Evidentemente, como la vida es algo que no se detiene, somos el resultado de las acciones del pasado y tratamos de que el futuro no nos triture. No nos limitamos a contemplar sino que deseamos entender y actuar en nuestro beneficio.

Nuestro presente es conflictivo, como probablemente lo son todos y como lo han visto todos los seres humanos conscientes del mundo y de la historia. Sólo que es NUESTRO presente, es el efecto de NUESTRO pasado y condiciona NUESTRO futuro. Quizá por ello nos parece especial, especialmente conflictivo, peligroso, o esperanzador, lo que cada uno creamos. Venimos del mundo bipolar USA/URSS y del equilibrio del terror atómico, que es a su vez el resultado de la Segunda Guerra Mundial y sus condicionantes y efectos más espantosos: el exterminio de millones de personas en los campos nazis y en las acciones de guerra. Y, como uno de sus causantes es el nacionalismo alemán, todo lo que contenga los conceptos de nacionalismo, raza y otros relacionados es visto con miedo, sospecha o animadversión. Si miramos sólo al pasado y nuestras opiniones tienen un fuerte componente reactivo, un efecto -y defecto- de perspectiva nos puede llevar a volcar en esos conceptos la totalidad del mal, de la culpa y de lo que debe ser evitado. Y sin embargo eso no es verdad ni puede serlo porque la nación es un concepto progresista que se opone al antiguo régimen, a las sociedades estamentales y a un clasismo insoportable que tuvo su respuesta en el liberalismo.

Las sociedades europeas antes de las revoluciones americana y francesa -por limitarnos a ellas- eran masas de campesinos junto a una pequeña proporción de artesanos, mercaderes, personal de la administración económica, judicial, religiosa y cultural, todos ellos desprovistos de poder, frente a una minoría que acaparaba el poder junto a la mayor parte de la riqueza. Esa minoría militar y latifundista no se veía como parte de un colectivo social junto con las clases subordinadas sino como una especie de casta superior por el orden natural o divino. Un rey de Francia se consideraría más cercano a un sultán otomano que a un campesino de su propia tierra.

En contra de eso, la ideología de que los seres humanos no son desiguales por naturaleza viene a romper y a reemplazar ese orden por otro en el que son todos los naturales de un reino, país, territorio, los que pueden y deben regir sus asuntos. En nacionalismo es así la negación de la sociedad estamental, la negación de la desigualdad humana por naturaleza y la afirmación de que la soberanía pertenece a la nación y no sólo a un estamento superior.
Bruno ha dicho que…
Esa forma de representar conceptos políticos con diagramas es muy ilustrativa. Dos sistemas distintos que existen a la vez en la sociedad.
Ya sé que excede a un blog pero nos deja a las puertas todo esto: Lo interesante, lo que nos afecta, es como se mueven estos sistemas. ¿Cómo se retroalimentan? ¿Cómo interactúan?¿Pueden existir situaciones de equilibrio o son necesariamente expansivos en una dirección?¿Porqué se mueven?¿Hay agitadores de árboles?
Suerte y salgan del letargo. Ahora tienen una ventana abierta. Inesperada, pero ventana. Como los momentos apropiados para lanzar los cohetes.
benjamingrullo ha dicho que…
“El nacionalismo étnico defiende que los vínculos más profundos de un individuo son heredados, no elegidos.”

Esta frase de Ignattieff es un despropósito y demuestra lo equivocados que tantas veces hemos estado a la hora de analizar la naturaleza de eso que mal llamamos nacionalismo. Porque ¿cuáles son los vínculos heredados de De Juana Chaos, Carod Rovira o Manchurriana López Riaño? ¿Qué vínculos han podido “heredar”, a sus propios ojos, Trapero, Montilla o tantos millones de asimilados? ¿Quién es más fiel a sus vínculos heredados el alcalde socialista de Blanes o la preciosa Inés Arrimadas?

La respuesta la tengo clarísima.

Lo que llamamos nacionalismo se presenta como un producto de la historia escrupulosamente fiel a la tradición. Pero lo que no podemos hacer es concedérselo porque es de la narración tradicional de la que extrae su fuerza. A ver, ¿qué hay de tradición realmente en lo que estamos llamando nacionalismo?

Pero si todo es inventado para crear un falso sujeto de una historia falsificada. Los nombres que los miembros del nosotros ponen a sus hijos no han existido jamás en la tradición llamada vasca, la toponimia también se la han inventado como la ortografía pseudo exótica llena de kas y tecetas, hasta el ámbito geográfico de la lengua artificial que también se han inventado. Euscalerria estaba formada por zonas de Guipúzcoa, del este de Vizcaya y del Norte de Navarra. Todo es una descomunal trola y un atentado a nuestra tradición. ¿Qué pasa, que la lengua española no está en la tradición vasca? San Millán de la Cogolla, antiguo reino de Navarra, nos queda bastante más cerca que a otros. Aquí aquí el español lleva siglos hablándose y es también una creación de los vascos y de todas las etnias con sus lenguas y sus infinitas combinaciones que aquí vivían, por supuesto.

El nacionalismo actúal es una secta antitradicionalista, su poder se basa en definir un territorio con un modelo humano por ellos creado y exigir sumisión a este modelo a todo el que allí habita.

En serio, no es nacionalismo, es una simple secta nosotril completamente desvinculada de la tradición.

Yo cada día soy más tradicionalista y trato de respetar las decisiones sobre mí de mis ancestros y hasta de corregirlas cuando detecto que hubo miedo y coacción en algunas de las evoluciones. Sé que esto suena reaccionario pero cada día estoy más convencido de que en la fidelidad a esta tradición está la base de mi libertad y, sobre todo, la vacuna contra la manipulación de quienes pretenden definirme a través de los demás, muertos o vivos, que quieren encarcelarme en un nosotros que ellos modelan aprovechándose de nuestro natural mimetismo. Intuyo que si escribo Guecho como siempre se ha escrito preservo mi individualidad. Intuyo que si escribo mis apellidos exactamente igual a como lo escribían mis abuelos y tatarabuelos me vacuno contra los campos de fuerza colectivos y su llamado gregario. ¿Quién es más tradicionalista, Arnaldo Otegui que escribe el apellido de forma diferente que su propio padre, sus ancestros o que él mismo en su juventud o yo?

La racionalidad cívica se engaña a sí misma y va a seguir perdiendo frente las emociones de pertenencia religionizadas.

Trataré de explicarme.

*Muy interesante, Sursum.
viejecita ha dicho que…
Hola Don Navarth:
¡ Qué gusto leerles de nuevo ( a usted y a Ignatieff, uno de mis escritores vivos favoritos ).
Y viendo el gráfico, pienso que el ideal sería estar justamente en el centro, donde se cruzan los ejes. Porque es el punto de equilibrio, entre la persona , su Tribu, las fronteras abiertas a todo el que quiera, sin exigirle nada a cambio, o cerradas , y con aranceles para todo... y así.
Lo que pasa es que a ese centro de los ejes, lo vemos como aburrido, anticuado, inmovilista... Cosa que no es para nada, pero cuesta darse cuenta...

Me encantan sus textos, los suyos y los que trae.
Gracias, y Un Abrazo
María viejecita
viejecita ha dicho que…
Vuelvo otra vez, sólo para poner una frase de Charles De Gaulle

” Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero.
Nacionalismo , cuando lo primero es el odio por los demás pueblos”
Es una traducción, pero sirve, creo.

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