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a.t.p. MARX (con permiso de la Complutense)


”Es un hecho, y en cierta medida un hecho cargado de gran melancolía, que las ingentes obras del intelecto no surgen de procesos abstractos del cerebro y la imaginación, sino que están profundamente arraigados en la personalidad”. Paul Johnson, Intelectuales.

Raymond Aron distingue entre el Marx economista, el sociólogo y el filósofo. Schumpeter suma, con acierto, a Marx el profeta, categoría que también considera Paul Johnson mientras añade ciertos atributos personales relevantes para el análisis de su obra: colérico y desastroso gestor de su propia economía [1]. Edmund Wilson [2] suma un par de cualidades más, la prepotencia y la intolerancia.

Marx mismo se consideraba ante todo un científico, y contraponía orgulloso esta cualidad frente a los denominados desdeñosamente “socialistas utópicos”, a los que tanto debía. Pensaba que con la luz de la razón, y la dudosa herramienta de la dialéctica, había conseguido desentrañar los mecanismos de la historia, y no concebía otra posibilidad distinta a que el resto de la humanidad se apresurase a aceptar sus teorías y a venerarlo como su guía. En esto, desde luego, alcanzó un gran éxito porque finalmente Marx fue ante todo un profeta. Un gran profeta si atendemos a su sorprendente número de adeptos; un mal profeta si contemplamos el fracaso de sus predicciones [3]. Resume perfectamente Schumpeter:

"En un sentido muy importante, el Marxismo es una religión. Para el creyente presenta, en primer lugar, un sistema de fines últimos que encarnan el sentido de la vida (…) y en segundo lugar una guía para alcanzar esos fines que implica un plan de salvación y el señalamiento del mal del cual la humanidad, o una parte escogida de la humanidad, va a ser salvada (...) El socialismo marxista también pertenece a ese subgrupo que promete el paraíso a este lado de la tumba (…) La cualidad religiosa del Marxismo también explica una actitud característica del marxista ortodoxo hacia sus oponentes. Para él, como para cualquier creyente en la Fe, el oponente no está meramente equivocado sino en pecado. La disidencia es vista con malos ojos no sólo intelectualmente sino moralmente. No puede haber ninguna excusa una vez que el Mensaje ha sido desvelado". [4]

En realidad, si no fuera por el indudable éxito del Marx profeta es muy dudoso que hoy se prestara atención a los otros avatares de Marx, y en especial al Marx economista, cuyos dogmas son sorprendentemente débiles [5] Tampoco el Marx científico se sostiene muy bien. Porque realmente da la impresión de que todo el trabajo “científico” de Marx consistió en encontrar evidencias que corroborasen su visión, escogiendo cuidadosamente los caminos que pudieran conducirle a ella -por tortuosos o impracticables que fueran- y eludiendo con el mismo cuidado los caminos más nítidos que lo alejaran. ¿Cuál era esta visión? Una apocalíptica, con la sociedad dividida en dos clases irreconciliables, los explotadores y los explotados, a punto de emprender la sangrienta batalla final en la que éstos alcanzarían el paraíso en la tierra:

"La historia de toda la sociedad hasta nuestros días ha sido la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros y oficiales, en suma, opresores y oprimidos, siempre estuvieron opuestos entre sí, librando una lucha ininterrumpida, ora oculta, ora desembozada, una lucha que en todos los casos concluyó con una transformación revolucionaria de la sociedad" (Manifiesto Comunista).

Esta cita contiene dos de los ingredientes más exitosos del credo marxista. Uno, que Marx comparte con todos los profetas milenaristas, consiste en haber logrado convencer a una parte de la sociedad de que el único obstáculo interpuesto en el camino de su felicidad es la otra parte de la sociedad, que es por tanto la causante de su desgracia. Otro, la creencia en la virtud taumatúrgica de la violencia y la revolución. Esta pedagogía “científica” del odio y la destrucción encajará perfectamente en las necesidades emocionales de una significativa parte de las sociedades; atraerá no sólo a los idealistas, sino también a los frustrados, a los que permitirá descargar su ira con la conciencia científicamente tranquilizada.
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Karl Marx (1818-1883) nace en Tréveris, en ese momento parte de Prusia. Su padre, el abogado Hirschel Marx es hijo y nieto de rabinos. También por la rama materna de Marx abundan los rabinos, y más adelante habrá quien describirá las cualidades del propio Karl como las de un erudito estudioso del Talmud [6]. A raíz de un decreto de 1816 que prohíbe el acceso de los judíos a la medicina y a los puestos más relevantes en la administración de justicia, Hirschel Marx se convierte al protestantismo, bautiza a sus hijos, y se transforma en Heinrich Marx. El joven Karl ingresa en una escuela de los jesuitas, recibe la confirmación a los quince años y durante un tiempo parece ser un convencido cristiano. Estudia posteriormente en la Universidad de Berlín, donde recibe una sólida formación clásica y escribe mucha poesía, una parte dedicada a su prometida Jenny von Westphalen y otra a describir apocalípticas escenas de la destrucción del mundo. En la universidad de Jena se doctora en filosofía. Hegel dicta la moda filosófica del momento, y Marx se zambulle en ella con entusiasmo. El hegelianismo le proporcionará una jerigonza especial, el convencimiento en el poder creativo de la destrucción, y sobre todo la dialéctica como herramienta de análisis. _______


La dialéctica es un proceso de ascenso hacia la verdad en tres actos. Parte de una teoría o una situación inicial a la que denomina tesis. Frente a ella surge la antítesis, que representa la negación de la tesis. Finalmente tesis y antítesis su funden en un nivel superior: la síntesis. Por eso se suele llamar esta secuencia en tres tiempos tríada dialéctica. Como herramienta filosófica para alcanzar el conocimiento no tengo nada que decir, pero trasladada al plano lógico-científico la dialéctica produce graves efectos secundarios. A primera vista parece ser equivalente al procedimiento científico, según el cual para establecer la validez de una teoría -la tesis- es necesario confrontarla con todas las objeciones y explicaciones alternativas -el equivalente de la antítesis; obsérvese sin embargo que no tiene por qué sólo haber una-. Si en el proceso de análisis lógico la teoría supera todas las objeciones que se le han planteado es aceptada hasta que surja otra mejor; en caso contrario es desechada, y aquí la lógica difiere profundamente de la dialéctica. Obsérvese que el procedimiento científico es un proceso de prueba y error, y como tal de eliminación de las teorías que no salen victoriosas de la crítica, pero la dialéctica no funciona así. Dado que ambas van a acabar fundiéndose un una síntesis, la dialéctica acepta perfectamente la coexistencia de la tesis y de la antítesis, de una teoría y su negación, algo absolutamente inaceptable en la lógica. De modo que cuando la tesis se ve sometida a una contradicción insalvable, en lugar de ser desechada, es contemplada por el dialéctico con naturalidad, y aún con agrado, como si dijera “perfecto, hay contradicciones luego ya está en marcha el proceso y se está generando la siguiente síntesis”. El dialéctico se acostumbra así a vivir confortablemente en la contradicción, algo perfectamente destructivo para el campo de la argumentación. Combinada la dialéctica con la exitosa consagración de la falacia ad hominem, residuo necesario de la llamada “conciencia de clase” (que veremos más adelante), el marxismo acaba convertido en un artefacto lógicamente endeble, aunque emocionalmente indestructible.

Marx consideraba la dialéctica de Hegel “como la llave del conocimiento humano” y esto hizo que se convirtiera en las gafas con las que el marxismo contemplaba todos los aspectos de la realidad, con resultados muy vistosos: la semilla (tesis) al florecer crea una planta (antítesis) que a su vez creará nuevas semillas (síntesis); la república romana (tesis) tiene en Julio César a su antítesis, y ambos ascienden a un plano superior con el Imperio (síntesis); el instinto en las personas equivale a la tesis, su represión a la antítesis, y la sublimación a la síntesis. Un ejemplo más cómico es el proporcionado involuntariamente por el propio Engels en su Anti Dühring al definir la síntesis como la negación de la negación (de la tesis) e intentar obtenerla matemáticamente de la siguiente forma:

a (tesis) -a (antítesis) = a2 (síntesis)

Parece que la negación de la negación tendría que ser más bien - (-a), es decir, a, algo dialécticamente poco estimulante porque equivaldría a decir que la síntesis es igual a la tesis. Tampoco alcanzar la síntesis mediante la suma de tesis y antítesis conviene a Engels porque el resultado es cero, que dialécticamente es aún peor. Y ni siquiera multiplicar la tesis por la antítesis serviría, porque entonces la síntesis tendría signo negativo. Por eso recurre al pintoresco expediente de alcanzar la síntesis multiplicando la antítesis por sí misma.
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En 1842 Marx comienza a trabajar como periodista del Rheinische Zeitung, y un año más tarde se traslada con su familia a París. En 1833, sin haber pisado una fábrica ni haber visto un obrero muy de cerca, Marx realiza sus primeras aproximaciones teóricas al proletariado. ¿Dónde está la salvación de la sociedad alemana? se pregunta:

En la formación de una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa; de un estado que es la disolución de todos los estados (…) de una esfera que no puede emanciparse sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo, emancipar a todas ellas; que es, en una palabra, las pérdida total del hombre y que, por tanto, sólo puede ganarse a sí misma mediante la recuperación total del hombre. Esa disolución de la sociedad como una clase especial es el proletariado”. (Crítica a la filosofía del derecho de Hegel).

En 1844 cae en sus manos una obra de Friedrich Engels en la que afirma que las teorías económicas de Adam Smith y David Ricardo son meras racionalizaciones, coberturas para la explotación que los capitalistas ejercen sobre los obreros. Esta visión encanta a Marx, que se pone inmediatamente a estudiar a los economistas ingleses. Iniciada así la relación entre ambos, Engels aportará dos factores que la harán indestructible: humildad, imprescindible para no irritar a Marx, y dinero, pues el Maestro permanecerá toda su vida completamente incapaz de gestionar su propia economía. En 1845 producen su primera obra en colaboración, La Sagrada Familia y posteriormente La ideología alemana, que no será publicada hasta un momento muy posterior. En París Marx conoce también a Heine, Bakunin y Proudhon, que un par de años antes ha publicado ¿Qué es la propiedad?, pregunta retórica a la que el mismo ha respondido: es un robo. Con un enfoque así Proudhon se gana inmediatamente el respeto de Marx, que se dedica a enseñarle filosofía hegeliana. En 1846 Marx se encuentra en Bruselas, y lo invita a participar en un comité de correspondencia que intenta poner en contacto a los comunistas de distintos países. Proudhon, que ya va conociendo a Marx, le contesta:

”Ciertamente, colaboremos e intentemos descubrir primero las leyes de la sociedad y después la forma en que estas leyes son eficaces (…) Pero, por el amor de Dios, cuando hayamos demolido todos los dogmatismos a priori no vayamos a tratar de instaurar, a nuestra vez, otra especie de doctrina para el pueblo (…) Celebremos discusiones francas y sanas; demos al mundo un ejemplo de ilustrada e inteligente tolerancia. Pero porque estemos a la cabeza de un movimiento no nos constituyamos en campeones de una nueva intolerancia, en apóstoles de una nueva religión”.


Marx no encaja bien el comentario, y aprovechando que Proudhon acaba de publicar Filosofía de la miseria le dedica un libro lleno de intemperancias, Miseria de la filosofía:

”El libro del señor Proudhon no es simplemente un tratado de economía política, ni un libro ordinario, es una Biblia; nada falta en él: “misterios”, “secretos arrancados al seno de Dios”, “Revelaciones”. Pero como en nuestro tiempo los profetas son discutidos con mayor rigor que los autores profanos, el lector tendrá que resignarse a pasar con nosotros por la erudición árida y tenebrosa del Génesis”.

Unos años más tarde Marx redactará su Biblia particular, abundante en Misterios y secretos arrancados al seno de la Dialéctica. La prepotencia, la intolerancia, y aún la grosería, son constantes en el trato de Marx con otros pensadores. En 1836 un grupo de emigrados alemanes pertenecientes a la clandestina Liga de los Proscritos ha creado la Liga de los Justos. Su principal teórico es el sastre Wilhelm Weitling, que en 1842 publica Las garantías de la armonía y de la libertad donde, entre otras cosas, manifiesta su afinidad con los anabaptistas de Münster. Tras ser expulsado de París Weitling marcha a Suiza, de donde también es expulsado por publicar otro libro en el que presenta a Cristo como comunista, y finalmente recala en Bruselas. En marzo de 1846 Weitling es invitado a una reunión “con el propósito de llegar a un acuerdo, si ello era posible, sobre la táctica a seguir por el movimiento obrero”, en el curso de la cual es maltratado por un Marx sarcástico que le lanza críticas que tienen cierto aire de boomerang:

”Despertar esperanzas ilusorias (…) no llevaría nunca la salvación a los que sufren, sino que, al contrario, los arruinaría. Dirigirse a los trabajadores (…) sin ideas rigurosamente científicas (…) es un juego de propaganda vano y sin escrúpulos que inevitablemente implica, de un lado, el ensalzamiento de un apóstol inspirado, y, de otro, unos asnos que lo escuchan con la boca abierta”.



Un balbuciente Weitling intenta protestar, pero Marx zanja la discusión con un puñetazo en la mesa y abandona la sala gritando “la ignorancia nunca ha servido para nada”. En 1847 Marx ingresa en la Liga de los Justos, que cambia su nombre por la Liga Comunista. Hasta ese momento su lema ha sido “todos los hombres son hermanos”, un planteamiento con el que Marx no está en absoluto de acuerdo. En 1848 la Liga encarga a Marx y Engels la redacción de una declaración. Nace así el Manifiesto Comunista, que será tratado en una próxima entrada.


Notas: [1] Karl debería aprender a acumular capital en lugar de escribir tanto sobre él, comentó en una ocasión su madre ante una enésima tentativa de sablazo por parte de su hijo.
[2] El imprescindible libro de Edmund Wilson Hacia la estación de Finlandia cuenta el recorrido de las ideas comunistas desde sus orígenes hasta su materialización en Lenin (Finlandia es la estación de tren de San Petersburgo a la que éste llegó por gentileza de los alemanes) Wilson es marxista, pero con una honradez intelectual tal que no tiene reparo en exponer los aspectos más controvertidos del marxismo.
[3] Aunque parezca paradójico, Festinger nos ha demostrado que ambas cosas son perfectamente compatibles.
[4] J.A. Schumpeter: Capitalismo, socialismo y democracia.
[5] No es que nosotros seamos mucho más listos que Marx o sus contemporáneos: es que han pasado muchos años que han puesto en evidencia la debilidad de sus planteamientos. Pero es precisamente el perdurable éxito del marxismo lo que hace analicemos sus teorías como si fueran actuales en lugar de con una perspectiva histórica más benévola como se hace, por ejemplo, con las de David Ricardo, fuente de inspiración económica de Marx. Hay que decir, sin embargo, que inmediatamente después de la publicación de El Capital, economistas más rigurosos que Marx se encargaron de desmontar la teoría de la plusvalía. Este es el caso del austriaco Eugen Bohm-Bawerk, que demostró que el pilar fundamental de la teoría marxista de la explotación ignoraba, entre otras muchas cosas, la variación del valor del dinero en el tiempo.
[6] Paul Johnson señala su erudición, que iba acompañada de la intolerancia y el desprecio hacia los menos eruditos que él.

Imágenes: 1) Skyline de Manchester a mediados del s.XIX, 2) Marx; 3) Engels; 4) Proudhon; 5) Weitling.

Comentarios

luigi ha dicho que…
.
Dialéctica marxista: Tesis - Antítesis = Sin tesis
Anónimo ha dicho que…
Qué bueno, Luigi!!

Brunilda
luigi ha dicho que…
.
Brunilda...
Nacho Vega ha dicho que…
Buenas noches:

Iba a hacer un paralelismo entre las ideas de Karl Marx y Pablo Iglesias Turrión. Pero el incomparable D. Luigi lo ha clavado. No es necesario decir más.

Bueno, sí: Gracias, D. Navarth. Sigo aprendiendo cada vez que visito ésta, su casa.
Bruno ha dicho que…
Iba a poner comentarios, varios, pero me reservo hasta el desenlace.
Una observación. En su nota 5 pone:
"Pero es precisamente el perdurable éxito del marxismo lo que hace..."
Entiendo que se refiere al permanentemente mantenido marxismo como guía intelectual de diversos movimientos..o algo así. Porque de éxito, nada.
navarth ha dicho que…
Luigi, su crítica es la más demoledora que he visto al Anti Dühring.

Asturianín, para eso estamos. Me alegro de verlo por aquí.

A eso me refiero D. Bruno. Una película con muchos espectadores puede calificarse como un éxito, aunque sea malísima. Del mismo modo, el marxismo ha tenido un gran éxito, a pesar de ser racionalmente endeble y muy destructivo.
candela ha dicho que…
Caray, Luigi me ha matado. No sé si es posible decir algo más después de eso.

Bueno, quizá sí.
Lo de la "conciencia científicamente tranquilizada" es un hallazgo de peso.
El despiece de la dialéctica, genial.
Y, de la casquería vital del profeta ¡qué decir! Al final, detrás de todo, lo que hay es un carácter y una biografía.

Gracias Navarth por tanta erudición tan bien contada
navarth ha dicho que…
Candela, lo que es un descubrimiento es eso de ”la realidad ha desaparecido y su lugar lo ocupa el trending topic del día”, que me hizo pensar.

David Kahneman dice que nuestra identidad es el resultado de dos módulos, el “yo que tiene experiencias” y el “yo que construye el relato”. Este es un concepto que me da vueltas porque creo que ofrece un campo gigantesco para la reflexión (y de hecho ya he escrito algo sobre ello). El caso que un “yo que construye relatos” desmemoriado, simplón, y víctima del trending topic puede ser un fenómeno bastante actual. El caso más extremo es el protagonista de la película Memento, que por padecer amnesia carece por completo de él (gran película, por cierto).
luigi ha dicho que…
.
Pensadores: Por sus neuras les conoceréis.

+
Asturianín, Navarth, Candela, gracias por las amables palabras que tan gentilmente me regalan, que creo no merecer, pero que les agradezco tanto como si realmente las mereciera.
viejecita ha dicho que…
Muchas gracias Don Navarth

A mí todo esto de Marx, y de Engels, me rejuvenece. A los 25 años me pasaba el rato leyendo esas cosas.
Pero puestos a rejuvenecer, y en plan catequesis, pues casi me rejuvenecen y me divierten más , el catecismo del Padre Ripalda, las letanías, el rosario ...

Y en vez de acabar levantando el puñito, y desafinando la Internacional , acabábamos cantando la Salve, o el Kyrie, o el Credo, entre el olor a incienso y a cera de abeja...
¡ Que tiempos aquellos !
Carlota ha dicho que…
algo o mucho de verdad debe de haber en esa apreciación melancólica del gran P. Johnson sobre el temperamento como el verdadero padre de bastardos que pasan por hijos legítimos del intelecto.
Mi temperamento se regocija con esta lectura.
La temprana analogía que hace Schumpeter entre el marxismo y la religión es una delicia.
Y el repaso a Hegel con ocasión de Marx -los navarthólogos recordarán el propinado de la mano de Herzen en la primera escena del populismo ruso -vuelvo allí y no me resisto a traer esta definición del populismo actual, tan actual: régimen, partido, o político que confía su triunfo al estímulo de la estupidez de sus votantes-

Y don Luigi desparramando su talento, que después de esto no me atreveré a llamar sin-tético, sino todo lo contrario, allí por donde pasa, es decir, por los mejores sitios, como éste.
Y todo esto se me ofrece gratis. Me siento en deuda, y sé que es impagable.
luigi ha dicho que…
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Doña Carlota...
navarth ha dicho que…
Querida Carlota es un honor que haya “navarthólogos” de su talla. Estoy cocinando la segunda entrega del marxismo, que espero que le guste.

Daña Viejecita, mucho más ameno el catecismo del padre Ripalda que el del Hermano Marx, dónde va a parar.

Luigi…
Anónimo ha dicho que…
La frase Paul Johnson con que abre la entrada es clave.
Las circunstancias personales, la personalidad, las fobias, etc marcan muchas veces la ruta de las construcciones mentales.
Karl Marx no conoció obrero, pero se postuló como protector de esa clase, más por su fobia a la alta burguesía a la que envidiaba.
El pasado verano, visitando la ciudad de Karlovi Bari, en Chequia, exquisito lugar de reposo y balnearios para poderosos de toda época, el guía que nos encabezaba paseando junto al río, dijo lacónicamente, sin levantar la cabeza, al pasar junto a una estatua :"Y aquí está éste". No agregó nada más.
Me acerqué al pedestal y se confirmaron mis sospechas al observar la estatua : era Karl Marx.
Pero ¿qué hacía en lugar tan ominoso una estatua del ayatolá?
Internet, que de todo se chiva, me aclaró que D.Karl estuvo hasta en tres ocasiones con su familia, tomando las aguas de tan exquisito lugar. Imagino que a expensas de Engels y las plusvalías que éste obtenía robando a los obreros en su fábrica de Manchester.
Por cierto que otro detalle golfo de D.Karl fué endilgarle a Engels la paternidad del hijo que tuvo con su jovencita criada, ocultándolo a su esposa.
navarth ha dicho que…
”Karl Marx no conoció obrero, pero se postuló como protector de esa clase, más por su fobia a la alta burguesía a la que envidiaba”.


Estimado anónimo, esta es también mi impresión. Eso hace que, finalmente, el marxismo sea una doctrina de fomento del resentimiento, lo que la aproxima a los movimientos milenaristas y la hace muy destructiva. Por cierto su indicación llega en un momento muy apropiado, porque en mayo estaremos en Praga y tenemos la intención de visitar Karlovy Vary. Ahora incluiré una visita obligada al busto de “ese”. Saludos.

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