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IG FARBEN (12)



En julio de 1943 el Departamento del Tesoro de Estados Unidos aprobó el uso de unos fondos para facilitar la evacuación de un contingente de judíos desde Rumania. A continuación la autorización se hundió en un espeso torrente de burocracia, y para cuando volvió a emerger cinco meses más tarde la posibilidad de salvación había desaparecido. Se descubrió, además, que algunos miembros del Departamento de Estado entorpecían sistemáticamente los expedientes de ayuda, y que incluso existían instrucciones para que las noticias sobre el exterminio de judíos no llegaran al gran público. En diciembre Josiah E. DuBois Jr., oficial del Departamento del Tesoro, redactó un documento detallando los pormenores del asunto, lo tituló Informe al Secretario sobre la aquiescencia de este gobierno en el asesinato de los judíos, y lo entregó a su superior. Este accedió a poner también su firma, y ambos lo elevaron al Secretario del departamento Henry Morgenthau Jr. con la petición de que, a su vez, lo presentara al presidente Roosevelt. Morgenthau se mostró inicialmente reluctante, pero fue finalmente convencido cuando DuBois Jr le anunció que, en caso de no presentarlo al presidente, dimitiría y convocaría una rueda de prensa en la que desvelaría el escándalo de los refugiados. Tras cambiar el título del documento por Informe personal del Secretario al Presidente Morgenthau se entrevistó el 16 de enero de 1944 con Roosevelt, que inmediatamente decidió la creación de la War Refugee Board (Agencia de Refugiados de Guerra). Las funciones de la WRB incluían “el desarrollo de planes y programas y la formalización de medidas efectivas para a) el rescate, transporte, mantenimiento, y apoyo de las víctimas de la opresión enemiga, y b) el establecimiento de refugios temporales para las mencionadas víctimas”. Al finalizar la guerra la WRB había colaborado en la salvación de aproximadamente 200.000 judíos.

Mientras tanto, a la vista de que la derrota de Alemania era inevitable, entre enero y septiembre de 1944 Henry Morgenthau Jr. se dedicó a diseñar su destino en la posguerra. El Plan Morgenthau preveía la partición de Alemania en dos estados independientes y el desmantelamiento completo de su industria pesada. Además sus principales centros industriales mineros serían reasignados a los países vecinos (el Sarre a Francia, y la Alta Silesia a Polonia) o convertidos en zona internacional (el Ruhr). En septiembre el presidente Roosevelt se reunió en Quebec con Churchill y le convenció, con la mediación de un préstamo de 6.000 millones de dólares, para que aceptara las directrices básicas del Plan. Un nuevo borrador fue redactado y firmado por ambas partes. Finalizaba anunciando la intención de “convertir a Alemania en un país básicamente agrícola y pastoril en su carácter”. El Plan fue criticado por los propios mandos aliados, que avisaron de que unas medidas tan drásticas incentivarían a los alemanes a luchar hasta el fin, y de hecho el Doctor Goebbels le dio amplia publicidad con esa precisa intención: “el judío Morgenthau desea convertir Alemania en un enorme patatal”. La noticia se publicó en el Völkischer Beobachter bajo el título “Roosevelt y Churchill de acuerdo con el criminal plan judío”.


El Plan Morgenthau también abordaba la cuestión de los criminales de guerra nazis. El destino que reservaba para los llamados archicriminales, aquellos en altos niveles de la jerarquía nazi y evidentes responsabilidades en matanzas y atrocidades diversas, era ser puestos inmediatamente a disposición de un pelotón de fusilamiento. El mismo trato se reservaba para todos aquellos culpables de muertes producidas a) en violación de las leyes de la guerra, b) en actos de represalia sobre rehenes, c) por motivos de nacionalidad, raza, color, creencias o convicciones políticas. La previsión de ejecuciones que Morgenthau podía tener en mente no es conocida. A finales de 1943, en la Conferencia de Teherán, Stalin había defendido la conveniencia de fusilar sin juicio previo a un número de oficiales alemanes entre 50.000 y 100.000, a lo que Roosevelt, ante la horrorizada mirada de Churchill, había respondido bromeando que quizás bastaría con 49.900. Pero incluso Churchill, que se oponía a la ejecución sumaria de miles de soldados, estaba de acuerdo en la de los principales jerarcas nazis, pues entendía que los juicios estaban fuera de lugar al tratarse de una cuestión política antes que judicial.


Pero poco a poco la idea de llevar a los criminales nazis a juicio fue abriéndose camino. Entre los detractores del Plan Morgenthau estaba el Secretario de Estado Henry L. Stimson, algo que no resulta sorprendente dada la rivalidad entre el departamento de Estado y el del Tesoro tras la publicación del memorando de DuBois Jr. En septiembre de 1944 Stimson presentó a Roosevelt un documento titulado “Juicio de los criminales de guerra europeos” en el que defendía la viabilidad de realizar grandes juicios en vez de ejecuciones sumarias, pero Roosevelt continuó fiel a las prescripciones del Plan Morgenthau. De hecho en febrero de 1945, en Yalta, estando ya gravemente enfermo, Roosevelt dijo que le había impactado la magnitud de la destrucción en Crimea, que por tanto estaba más sediento de sangre en relación a los alemanes de lo que había estado un año atrás, y que esperaba que Stalin propusiera de nuevo un brindis por la ejecución de 50.000 oficiales alemanes.

Tras la muerte de Roosevelt en abril de 1945 el nuevo presidente Harry S. Truman dio un nuevo impulso a la idea de los juicios. En agosto de 1945 las potencias ganadoras de la guerra, acompañadas de Francia, firmaron la Carta de Londres, que establecía las bases legales de los juicios y creaba un Tribunal Militar Internacional con competencia para juzgar los crímenes de guerra, crímenes contra la paz, y crímenes contra la humanidad.


El lugar escogido para la celebración de los juicios fue el Palacio de Justicia de Nuremberg. La ciudad no sólo compartía su nombre con las infames leyes antisemitas de 1935, sino que había acogido las celebraciones anuales del partido nacional-socialista, por lo que escogerla como sede de los juicios tenía una gran carga simbólica. Adicionalmente, el Palacio de Justicia había resistido bien los bombardeos aliados y se encontraba en buen estado. En noviembre de 1945 comenzó el principal de los juicios, el Juicio contra los Principales Criminales de Guerra. En el banquillo se sentaban veinticuatro acusados: Hermann Goering, Rudolf Hess, Martin Bormann, Ernst Kaltenbrunner, Alfred Rosenberg, Albert Speer, Joachim von Ribbentrop, Julius Streicher, Wilhelm Keitel, Alfred Jodl, Erich Raeder, Karl Doenitz, Hjalmar Schacht, Alfred Krupp, Hans Frank, Arthur Seyss-Inquart, Wilhelm Frick, Hans Fritsche, Walter Funk, Konstantin von Neurath, Franz von Papen, Fritz Sauckel, Baldur von Schirach y Robert Ley. En octubre de 1946 el juicio finalizó, y doce de los acusados fueron sentenciados a muerte.
 

Gustav Krupp había sido escogido en representación de los industriales que habían prestado un apoyo decisivo a Hitler. En realidad el apoyo de Krupp, magnate del acero, había sido mucho menos decisivo que el de IG Farben, pero a cambio había gozado de mucha más notoriedad. En cualquier caso en el momento del juicio se encontraba en un avanzado estado de demencia senil, por lo que su presencia no era posible. Se intentó sobre la marcha que su hijo Alfred aceptara sustituirlo en el banquillo, pero la cosa no prosperó. En abril de 1946, antes de que el juicio contra los archicriminales finalizara, los aliados planearon celebrar un segundo juicio contra industriales del Reich frente al Tribunal Militar Internacional, pero éste no llegó a llevarse a cabo. En su lugar se encomendó a cada una de las potencias que, en su respectiva zona de control, realizaran los juicios que estimaran oportunos. Estados Unidos fue la más activa, y llevó a cabo, frente a sus propios Tribunales Militares, los llamados “juicios subsiguientes de Nuremberg”: doce procedimientos entre los que se encontraban el juicio de los doctores, el de los jueces [7], el de los Einsatzgruppen, y el de Krupp. También el de IG Farben.



Imágenes: 1.- Josiah Dubois. 2.- Henry Morgenthau. 3.- Conferencia de Yalta. 4.- Palacio de Justicia de Nuremberg. 5.- Banquillo de los acusados en el Juicio de los Archicriminales.
 

Comentarios

viejecita ha dicho que…
Don Navarth:

No conocía a Ig Farben:
Le ha dado el nº 12, pero no habla casi de él en este capítulo. Espero que explique bien quien era en los capítulos que siguen. De momento, me voy corriendo a mis libros sobre la IIGM, a ver lo que encuentro sobre él...
Estas historias que usted cuenta, le vuelven de nuevo a reavivar a una la curiosidad y el interés por tantas y tantas épocas que pensaba que ya se conocía al dedillo... Es un verdadero placer revisarlas gracias a usted.

¡¡¡ Muchas Gracias !!!

viejecita ha dicho que…
Acabo de ver que Ig Farben fue el conglomerado químico que fabricaba el Zyklon B.
Así que no era un Él, sino una macroempresa.
Y que de los responsables de aquello, en el juicio especial que les hicieron, condenaron sólo como a la mitad. Y a penas de cárcel bastante cortas, y que incluían el tiempo ya servido en espera del juicio.
viejecita ha dicho que…
Seré cretina:
Ya siento:
No me había dado cuenta de que esta entrada era la nº 12 de una serie propia.
Con razón no veía la relación con los socialistas utópicos.
Pero aunque se pudieran borrar los propios posts, no lo haría. Me servirá de escarmiento, a ver si se me pasa un poco el vicio de escribir.
Y ahora mismo me voy a leer la serie entera, que me va a encantar...
navarth ha dicho que…
Viejecita espero que le guste la serie. La tenía bastante abandonada, y la estoy acabando ahora a marchas forzadas porque Don Lindo G. la va a maquetar en formato electrónico. Si lo prefiere, puede esperar a que esté acabado. Un a brazo.
viejecita ha dicho que…
¡Que va!
Estoy fascinada.
Ahora me voy a dormir, que se me ha hecho tardísimo, pero ya voy por el 5º capítulo.
Y también la releeré cuando entre usted y Don Lindo la hayan sacado en Kindle.

¡¡¡Muchas Gracias!!!
viejecita ha dicho que…
Ya me he leído la serie entera.
Ahora mismo me voy a Amazon a ver cuales de las fuentes recomendadas tienen.
Y las memorias de Churchill, las había leído resumidas en un tomo, así que voy a comprarme todos los tomos, y leerlos uno por uno, como decía GORKATAPLINES en el capítulo anterior... A poquitos, por supuesto.

Ahora falta lo de Nüremberg, y ver la herencia de IG Farben en la Alemania actual...
¡ Qué ganassss !
navarth ha dicho que…
Viejecita me alegro de que le haya gustado. Voy a intentar acabarlo este fin de semana. Si me da tiempo, porque también quiero escribir sobre Enfantin en la serie de los socialistas utópicos. Un abrazo.

p.d. Por cierto, no recuerdo si en la bibliografía mencionaba también “Hell’s cartel”, de un tal Diarmuid Jeffreys, porque lo compré cuando ya había iniciado la saga.
viejecita ha dicho que…
Lo puso. Lo tengo en la lista. Todavía no he podido hacer el pedido: a ver si los tienen todos...

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