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LOS SOCIALISTAS UTÓPICOS (7)*: NOYES


John Humprey Noyes nace en un pueblecito de Vermont en 1811. Su padre es un próspero comerciante que unos años después del nacimiento de John ingresará en la Cámara de Representantes. No es el único familiar involucrado en política: su primo Rutherford B. Hayes se convertirá en el decimonoveno presidente de los Estados Unidos. En 1830 Noyes finaliza sus estudios secundarios con altas calificaciones, y entra a trabajar en el despacho de abogados de un cuñado. A pesar de que el trabajo no se le da mal, transcurrido un año lo abandona y anuncia su intención de convertirse en predicador. Durante un año estudia en el Seminario Teológico de Andover, y en otoño de 1832 ingresa en la prestigiosa Escuela de Teología de Yale. Tras un año de intenso estudio obtiene la licencia para predicar. Mientras tanto ha entrado en contacto con una serie de corrientes de pensamiento que, opuestas a la idea calvinista de la predestinación y la indefensión humana ante el pecado, creen que el hombre es capaz de alcanzar la salvación por sus propios medios. Reciben el nombre de Perfeccionistas.

El Perfeccionismo atrae a Noyes, que desde el principio se enriquecerlo con sus particulares teorías. En un momento en que proliferan las sectas milenaristas, Noyes defiende que el Segundo Advenimiento de Cristo ya ha tenido lugar hace tiempo, concretamente en el año 70. Desde ese momento el hombre puede alcanzar la perfección sin tener que esperar a llegar al cielo, y de hecho, continúa Noyes, él ya es perfecto. Sus colegas dudan de su cordura, y Yale acaba presionándolo para que devuelva su permiso para predicar. Desconcertado por no encontrar la aceptación que cree merecer, durante unas semanas vaga por Nueva York emborrachándose y predicando el Perfeccionismo entre los mendigos. Es tentado por prostitutas y experimenta el horror de flaquear y arder en el infierno en consecuencia. A partir de ese momento incluye a los clientes de los burdeles entre los involuntarios receptores de su mensaje. Finalmente es rescatado por su hermano, que lo lleva a vivir con él. Recobrada la tranquilidad, continúa exponiendo sus tesis perfeccionistas en los diarios locales. En 1836 vuelve a su casa paterna en Putney.

Las prédicas de Noyes comienzan a germinar, y poco a poco los adeptos comienzan a afluir a Putney. Entre ellos están sus hermanas. También una tal Abigail Merwin, con quien mantendrá una intensa relación. Cuando unos meses después ella abandone simultáneamente el Perfeccionismo y a él, y se case con un comerciante local, Noyes escribirá una encendida diatriba contra el matrimonio describiéndolo como una institución tiránica que no existía en el cielo y será abolido en la Tierra. Y dicho y hecho se pone poco a poco a la tarea. Entre los nuevos conversos está Harriet Holton, una huérfana que realiza periódicas aportaciones al grupo. Noyes le propone matrimonio, aclarándole los términos: ambos deben amar a todos los hombres y mujeres, y ninguno debe pretender monopolizar el amor del otro y esclavizarlo de este modo.


En 1847 Noyes está en condiciones de escribir sus conclusiones teológicas en un tratado: El Bereano: un manual para los que buscan la fe de la iglesia primitiva [1] , que se convierte en la Biblia Perfeccionista. Como Noyes cree que la segunda venida de Cristo ya ha tenido lugar, defiende que los especímenes más perniciosos de la humanidad ya han sido filtrados, y que los que quedan son perfectamente aptos para alcanzar la perfección. El único problema ha sido la excesiva discreción con la que el regreso de Cristo tuvo lugar, que hizo que una vez desaparecida la primera generación de cristianos (la iglesia primitiva a la que hace referencia en su libro) la gente se haya olvidado del asunto. Pero desde el año 70, insiste Noyes, la perfección es posible. Es más, la perfección, y con ella la salvación, no sólo es posible, sino que puede ser alcanzada sin sufrimiento. Con el tiempo incluso la muerte será abolida, un poco después de que lo sea el matrimonio.

El sexo es un asunto que preocupa profundamente a Noyes, y El Bereano lo afronta sin ambages. Lo hace a partir del Evangelio de San Mateo: 30 Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. (Mateo 22:30) Según la interpretación convencional los ángeles son asexuados; según la de Noyes los ángeles no se ven obligados a respetar la fidelidad. Obviamente, la segunda interpretación resulta notablemente más atractiva para los adeptos. Noyes racionaliza la lógica del asunto: el hombre debe amar a Dios y a todos sus congéneres, por lo que al enfocarse excesivamente en su pareja puede distraer de este fin último. Y si según San Mateo en el cielo existen las relaciones sexuales (al menos según la interpretación de Noyes), sin duda el estado ideal celestial es que todos los hombres están casados con todas las mujeres. Noyes denomina a esta institución “matrimonio compuesto”. Adicionalmente a San Mateo Noyes llama a San Pablo en su ayuda, y dice que si el apóstol era reacio al matrimonio era porque disponía de poco tiempo en la Tierra y estaba esperando a la Resurrección para relajarse y disfrutar de él. Pero ahora, continúa Noyes, tras el Segundo Advenimiento no hace falta esperar a la resurrección, pues el Reino de Dios puede tener lugar en la Tierra. Y todo así.


Noyes continúa difundiendo sus doctrinas a través del periódico El testigo, que posteriormente será sustituido por El Perfeccionista[2]. En 1841 su padre divide la herencia entre los hermanos. Noyes emplea su parte para fundar su primera comunidad perfeccionista en Putney. A lo largo de 1846 se ha sentido atraído por una de sus adeptas, y simultáneamente el marido de ésta y Harriet, la mujer de Noyes, también parecen encontrarse respectivamente dignos de atención. Entre todos discuten el asunto, llega a un acuerdo, y la primera experiencia de “matrimonio compuesto” tiene lugar en la comunidad perfeccionista de Putney. Las noticias del arreglo pronto llegan a los oídos de los vecinos de Putney que, poco versados en el credo perfeccionista, se sienten escandalizados. Preguntado sobre el asunto, Noyes lo defiende con aplomo. Recibe a cambio una querella por adulterio, y en noviembre de 1847 se ve obligado a huir (continuará).

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* Que nadie se moleste en buscar los artículos precedentes, porque aún no existen. El propósito de esta nueva serie de entradas es hablar de los “socialistas utópicos”, tal y como los bautizó Engels. Los primeros comentarios tendrían que tratar de los principales: Saint Simon, Fourier y Owen. Los siguientes de otros menos conocidos pero no menos interesantes. No me he podido resistir a empezar por Noyes. Además, como la entrada me esta quedando muy larga, la dividiré en dos.

Notas:
[1] Bereano intenta describir a un creyente especialmente apto para recibir el mensaje de Dios, y viene de aquí:

Hechos 17:10-11, Pablo y Silas en Berea: "10 Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. En cuanto llegaron, entraron en la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así".

[2] Posteriormente cambiaría su nombre por el más impactante El Perfeccionista y Centinela Teocrático.

Imágenes:
1.- John Noyes.
2.- La Escuela de Teología de Yale.
3.- Harriet Holton, esposa de Noyes.

Comentarios

viejecita ha dicho que…
¡ Por fin novedades !
¡ Que bien !

Me recuerda este señor, un poco, aunque desde otro punto de vista, a una antigua amiga, vegetariana, y con ideas sobre la felicidad universal, que, según ella había que imponer a todos, sobre todo a los jóvenes.
Ella decía que una de las ventajas de su dieta era que hacía desaparecer "el deseo y el disfrute del matrimonio" ( era un tanto ñoña al referirse al sexo) . Y claro, todos los que la oíamos, nos dedicábamos una temporada a los chuletones. Hasta que se nos olvidaba aquello que había dicho.

Por cierto, viendo la foto de Harriett, no me extraña que Noyes necesitase ampliar su "matrimonio" y convertirlo en un círculo tan grande como pudiera.
candela ha dicho que…
El "Perfeccionista" pide a gritos un biopic. Entre descacharrante y pavoroso.

¡Ay, la utopía!
Napo ha dicho que…
Hay personas que desde su infancia o pubertad saben que viven en un desasosiego total y por ello entrar en círculos excéntricos a fín de inventarse y/o crear una nueva realidad para ellos y las personas que les rodean. Son solamente gente que huye pàlante. Zp es uno de ellos.



Viejecita, que mala, malísima es usted.: Viendo la foto...

Jajjajaja
Nacho Vega ha dicho que…
Buenas D. Navarth

¡Caramba con el perfeccionista!

Echaba de menos sus entradas. Deseo que la tardanza en publicarlas la tengan, principalmente, sus obligaciones laborales.

Y hablando de esta entrada en concreto: Me he divertido muchísimo leyéndola. Una gozada. Tiene usted una habilidad que aprecio: Es capaz de enseñar divirtiendo. Gracias.

No tarde mucho en continuar con la segunda parte. Seguro que, desmintiendo el dicho, será tan buena, o mejor, que la primera.

(Nos dedicábamos una temporada a los chuletones). ¡Ja, ja! Muy bueno, Dª Viejecita.
navarth ha dicho que…
¡Ah, cómo echaba de menos esto!

Asturianín, efectivamente mi desaparición ha estado motivada por la carga de trabajo (que continúa, pero qué le vamos a hacer).

Candela, no se pierda la segunda parte del biopic que intentaré colgar el sábado por la mañana. No la defraudará.

Napo es tal cual lo dice. Lo que ocurre es que el ambiente siglo XIX era especialmente apto para que esos personajes llevaran a la práctica sus chaladuras. ZP allí habría sido aún más impactante.

Viejecita, tan malvada como siempre. Genial.

Un abrazo a todos.
viejecita ha dicho que…
Don Napo,
Don Asturianín
Don Navarth


Muchísimas gracias, pero
¡Que más quisiera yo que saber ser malvada a voluntad!
luigi ha dicho que…
Que Noyes prefería la muerte al matrimonio lo demuestra, con claridad, el hecho de que en sus profecías de perfección desaparecía antes éste que áquella.
navarth ha dicho que…
Ja, ja, bien visto LUIGI.
luigi ha dicho que…
Muchas gracias, Navarth, por su amabilidad. Y también por no llamarme la atención por escribir áquella en vez de aquélla. Perdón y gracias.

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