“El revolucionario desprecia la opinión pública. Desprecia y odia la moral de la sociedad actual en todas sus manifestaciones. Para él, lo moral es todo lo que contribuye al triunfo de la revolución. Inmoral y criminal es todo lo que se interpone en su camino (…) No es un revolucionario si tiene alguna simpatía por este mundo. No debe vacilar a la hora de destruir cualquier cosa o cualquier persona en este mundo. Debe odiar a todos y todo lo que hay en él con igual intensidad”
“La Sociedad (de los revolucionarios) no tiene otro objetivo más que la completa liberación y felicidad de las masas. Convencido de que la emancipación y la consecución de esta felicidad sólo puede venir de una revolución popular omnidestructiva, la Sociedad usará todos sus recursos y energías en incrementar e intensificar los males y miserias del pueblo hasta acabar con su paciencia y llevarlo a un levantamiento general.”
Catecismo revolucionario. Bakunin y Nechayev
De todos los populistas presentados hasta ahora, Sergei Nechayev es el primero que realmente proviene “del pueblo”. Su padre es camarero y pintor, y su madre es hija de campesinos siervos. Ha nacido en 1847 en Ivanovo, que se ha convertido en el mayor centro textil del país -"Manchester rusa", la llaman-. Nechayev desempeña una serie de trabajos pintorescos y llega a trabajar, con cierto éxito, como actor. Pero ya desde muy pequeño se siente superior a lo que lo rodea, y desea escapar del ambiente en el que se ha criado. Asume que el camino de huida pasa por la formación, y se convierte en un ávido devorador de libros. Su mentor es un escritor de Moscú, un tal Nefedov, que lo orienta en su instrucción y le proporciona las lecturas que a su juicio precisa. A los 17 años Nechayev le escribe: “Nada nuevo en Ivanovo, el fango lo invade todo. Imposible soportarlo más”. “La realidad sin refinamiento me golpea tan fuerte que me quedo sin aliento”.
En 1865, con 18 años, llega a Moscú, y Nefedov le facilita une empleo. El año siguiente viaja a San Petersburgo, y está allí cuando Karakozov dispara contra el zar. Más tarde escribirá: “los cimientos de nuestra sagrada causa fueron puestos por Karakozov en la mañana del 4 de abril de 1866. Su acción debe ser entendida como un prólogo”. En 1870 se convierte en un estudiante externo de la universidad. A estas alturas ha leído mucho, y muestra grandes deseos de influir en su entorno.
En cuanto a su ideología, es la sedimentación de los años precedentes de populismo y nihilismo: una mezcla vaga que proporciona un buen cauce para dar salida a lo que parece un inagotable caudal de ambición y resentimiento. Nechayev no sólo está convencido de que la revolución es necesaria e inminente, sino que cree saber la fecha exacta: el 19 de febrero de 1870. Resulta que, en el momento de la emancipación, los campesinos, junto a las tierras recibidas en propiedad, han recibido una parcela adicional para que la cultiven junto a éstas y entreguen los frutos a su propietario: se trata de una “tasa de redención” destinada a compensar a éste de la expropiación de sus propiedades. Pues bien, a los nueve años el campesino podrá elegir entre devolver esta franja de tierra, y considerar cumplidas sus obligaciones, o continuar pagando para redimir también ésta. Nechayev, que cree que la emancipación es un fraude que no ha hecho más que empeorar la situación de los campesinos, piensa que en la fecha indicada éstos se darán cuenta finalmente de su situación y se rebelarán.
Convencido de esta fecha Nechayev redacta, en colaboración con Pyotr Tkachev un “Programa de acción revolucionaria”:
“Si pensamos en lo que nos rodea, debemos concluir inevitablemente que vivimos en el mundo de la locura, tan terribles y antinaturales son las relaciones de unas personas con otras; así de extraña e increíble es su actitud hacia la masa de injusticias, vilezas y bajezas que constituyen nuestra sociedad (...) El orden existente no puede durar”.
Obsérvese el milenarismo latente en el pensamiento de Nechayev: un mundo de vileza, un momento en que se desatará el odio contra los injustos –el Juicio Final-, la llegada de un reino de felicidad… Un espejismo salvaje creado por las llamas del resentimiento.
El Programa planea una unión con todas las organizaciones revolucionarias europeas. Con el objeto de acelerar este punto del proyecto, en marzo de 1869, con 21 años, Nechayev llega a Ginebra, donde Bakunin edita Narodnoe delo (“La causa del pueblo”), revista de la que Nechayev es ávido lector. Pero ¿Bakunin no estaba preso? No, se ha fugado. Tras pasar tres años en la fortaleza de Pedro y Pablo, y otros tantos en Shlisselburg, ha sido deportado de por vida a Siberia. Allí ha contado con el apoyo del gobernador, que es primo suyo, que le ha permitido trasladarse a Irkutsk y le ha proporcionado un trabajo. Pero en 1861 ha conseguido fugarse, y tras un rocambolesco viaje que lo ha llevado por Japón, Estados Unidos, e Inglaterra, finalmente ha recalado en Ginebra, donde reanuda su labor revolucionaria con inagotable vigor.
Unos años antes Herzen ha quedado desfavorablemente impresionado ante el contacto con los jóvenes representantes de Zemlya i Volya. Ahora ante Nechayev, un ejemplar de las nuevas generaciones de populistas aún más fanático y estrecho de miras, Bakunin queda fascinado. Inmediatamente comienzan a trabajar estrechamente unidos.
De la colaboración de Bakunin y Nechayev nace el Catecismo revolucionario. Es un documento breve que describe el programa para llevar a cabo la revolución y destruir la sociedad. Es también un muestrario de odio sin esfuerzo por disimularlo. Hay un asunto al que Bakunin y Nechayev dedican mucha atención. Ellos son los buenos, los revolucionarios, esto está claro. ¿Qué hacer, entonces, con los malos, con “los otros”? En concreto, ¿cómo proceder “cuando se elabora la lista de los que van a ser condenados, y se prepara el orden de ejecuciones”? Bakunin y Nechaev proponen no asesinarlos inmediatamente a todos como el cuerpo y la revolución les pide, sino proceder con astucia para que ésta progrese adecuadamente, y a tal fin dividen a la sociedad en varios grupos:
- El primero está formado por las personas inteligentes e influyentes, que se consideran las más peligrosas para la revolución: deben ser eliminadas inmediatamente mediante acciones terroristas con la mayor violencia posible para paralizar y aterrorizar a la sociedad.
- El segundo está formado por los influyentes y no inteligentes. A estos es mejor dejarlos vivir por el momento, porque con su crueldad y estupidez enfurecerán al pueblo y acelerarán la revolución.
- El tercero está formado por la gran mayoría de la sociedad: “las bestias y personalidades de alto rango que no son inteligentes ni competentes”. Estas, sencillamente, deben ser chantajeadas: “debemos apoderarnos de sus sucios secretos y convertirlos así en nuestros esclavos”.
- El cuarto grupo está formado por liberales y políticos ambiciosos. Ante estos los revolucionarios deben fingir que están en el mismo bando, que emprenden una senda de reformas y, para cuando se den cuenta, estarán embarcados en una revolución sin marcha atrás.
- El quinto está formado por los revolucionarios de salón, aquellos que se limitan a proferir discursos de boquilla. A esto se les asignarán las tareas más peligrosas dentro de la revolución. La mayoría morirá así sin dejar rastro, y del resto quizás se pueda hacer verdaderos revolucionarios.
- La última categoría es la de las mujeres. De éstas, las claramente comprometidas con la revolución son consideradas como el mayor valor de ésta. En cuanto al resto, aplíquesele el tratamiento destinado a la tercera y cuarta clase de hombres.
Asusta pensar qué habría ocurrido si Bakunin y Nechayev hubiesen alcanzado efectivamente el poder.
La colaboración entre ambos continúa. Publican “Los principios de la revolución”, en la que exponen su programa. La revolución tiene una función meramente negativa; la aniquilación. La reconstrucción no puede ser emprendida por la misma generación que ha llevado a cabo la necesaria destrucción, porque aún está influida por las antiguas estructuras. Eso queda para las siguientes generaciones. De hecho, para zanjar el asunto, y que dejen de importunarlos acerca de cómo será la sociedad post revolucionaria, declaran que es “criminal” intentar predecir el “neblinoso” futuro.
En este momento Bakunin funda un grupo revolucionario para Nechayev llamado ominosamente “Narodnoya rasprava” (“La justicia sumaria del pueblo”). Esta organización se presenta encuadrada en dos organizaciones internacionales completamente ficticias, la Alianza Revolucionaria Europea y la Unión Revolucionaria Mundial, y para dar mayor credibilidad al asunto, Bakunin provee a Nechayev con documentos acreditativos de estas sociedades imaginarias. “Narodnoya rasprava” publica inmediatamente su propia revista de edición bastante limitada, en la que insiste en el programa revolucionario: “Todo debe ser destruido, personas, cosas, instituciones, todo lo que se interponga en el camino de la liberación del pueblo”.
Como la fecha mágica del 19 de febrero de 1870 se acerca, Nechayev desde “Narodnoya rasprava” propone emprender acciones inmediatas, y comienza a señalar objetivos inmediatos, entre ellos prominentes políticos como Mezentsov, Trepov, y “demás cerdos” que efectivamente acabarán siendo víctimas de las balas de futuros grupos terroristas. La lista incluye escritores “reaccionarios” como Katkov “cuyas lenguas deben ser cortadas para librarnos de sus mentiras sistemáticas y de la traición de la cultura y la enseñanza en conjunto”.
En agosto de 1869 Nechayev vuelve a Rusia y comienza a organizar una célula de “Narodnoya rasprava” en Moscú reclutando estudiantes de la Escuela de Agricultura que, por alguna razón, es ideológicamente muy turbulenta. Nechayev no admite la menor disidencia dentro de su grupo, y está acuciado por la llegada de la fecha profética. Por eso cuando unos de sus primeros seguidores de la Escuela de Agricultura, Ivan Ivanovich Ivanov, que ha desempeñado un papel esencial en la captación de nuevos miembros del grupo, discute alguna de sus instrucciones, Nechayev se pone nervioso. Se reúne con sus adeptos más fieles y les anuncia solemnemente que el Comité Central de “Narodnoya rasprava” (es decir, él) tiene en su poder pruebas de que Ivanov tiene intención de delatarlos. La noche del 21 de noviembre de 1869 Nechayev convoca a Ivanov al jardín de la Escuela de Agricultura para desenterrar una máquina de escribir que han escondido previamente. Allí Nechayev y otros tres miembros de “Narodnoya rasprava” asesinan a Ivanov, lo evisceran, lo rellenan con piedras y lo tiran al río.
El de Ivanov resulta ser el primer y último asesinato en la prometedora carrera criminal de Nechayev, que escapa a San Petesburgo y cruza a finales de año la frontera. Mientras tanto el cadáver de Ivanov ha sido hallado; aunque al principio se piensa en un robo, pronto la policía se pone en la pista de “Narodnoya rasprava”. Son arrestados muchos estudiantes, y miembros de la Tercera Sección son enviados en busca de Nechayev. Entretanto éste ha vuelto a Ginebra y desempeña una actividad frenética. Ahora su actitud hacia Bakunin ya no es de reverencia, y afirma que “ha perdido el nivel de energía y abnegación” requerido para ser un buen revolucionario. Bakunin, enfadado, rompe con él: “Es un fanático, y el fanatismo lo ha transformado en un completo jesuita, cuando no en ciertos momentos, en un estúpido. A menudo sus mentiras son pueriles, pero a pesar de esto es muy peligroso”.
En agosto de 1872 Nechayev es detenido por la policía suiza y entregado a la Tercera Sección. En octubre es trasladado a la inevitable fortaleza de Pedro y Pablo. Es juzgado y condenado a veinte años de trabajos forzados y exilio de por vida en Siberia. En enero es sometido a la ejecución civil y grita: “Antes de tres años vuestras cabezas serán cortadas en este mismo lugar por la primera guillotina rusa. Abajo el zar. Viva la libertad. Viva el pueblo ruso”.
Imágenes: 1) y 2) Nechayev de muy joven y de joven. 3) Bakunin. 4) Feodor Trepov, jefe de la policía de San Petersburgo. 5) La fortaleza de Shlisselburg. 6) Retrato de una desconocida de Ivan Kramskoi. No viene a cuento de nada, salvo quizás para enfatizar que, en la sociedad en que vivía Nechayev, no todo era tan desagradable.
________________
Notas: El sello oficial de Narodnaya rasprava muestra un hacha rodeada por la frase “El Comité de la Justicia Sumaria del Pueblo de 19 de febrero de1870” .
El hacha, obviamente, simboliza la voluntad de derribar violentamente la
sociedad, y se convierte en un símbolo habitual de los revolucionarios. Herzen comentará en “La
campana”:
“La Sociedad (de los revolucionarios) no tiene otro objetivo más que la completa liberación y felicidad de las masas. Convencido de que la emancipación y la consecución de esta felicidad sólo puede venir de una revolución popular omnidestructiva, la Sociedad usará todos sus recursos y energías en incrementar e intensificar los males y miserias del pueblo hasta acabar con su paciencia y llevarlo a un levantamiento general.”
Catecismo revolucionario. Bakunin y Nechayev
De todos los populistas presentados hasta ahora, Sergei Nechayev es el primero que realmente proviene “del pueblo”. Su padre es camarero y pintor, y su madre es hija de campesinos siervos. Ha nacido en 1847 en Ivanovo, que se ha convertido en el mayor centro textil del país -"Manchester rusa", la llaman-. Nechayev desempeña una serie de trabajos pintorescos y llega a trabajar, con cierto éxito, como actor. Pero ya desde muy pequeño se siente superior a lo que lo rodea, y desea escapar del ambiente en el que se ha criado. Asume que el camino de huida pasa por la formación, y se convierte en un ávido devorador de libros. Su mentor es un escritor de Moscú, un tal Nefedov, que lo orienta en su instrucción y le proporciona las lecturas que a su juicio precisa. A los 17 años Nechayev le escribe: “Nada nuevo en Ivanovo, el fango lo invade todo. Imposible soportarlo más”. “La realidad sin refinamiento me golpea tan fuerte que me quedo sin aliento”.
En 1865, con 18 años, llega a Moscú, y Nefedov le facilita une empleo. El año siguiente viaja a San Petersburgo, y está allí cuando Karakozov dispara contra el zar. Más tarde escribirá: “los cimientos de nuestra sagrada causa fueron puestos por Karakozov en la mañana del 4 de abril de 1866. Su acción debe ser entendida como un prólogo”. En 1870 se convierte en un estudiante externo de la universidad. A estas alturas ha leído mucho, y muestra grandes deseos de influir en su entorno.
En cuanto a su ideología, es la sedimentación de los años precedentes de populismo y nihilismo: una mezcla vaga que proporciona un buen cauce para dar salida a lo que parece un inagotable caudal de ambición y resentimiento. Nechayev no sólo está convencido de que la revolución es necesaria e inminente, sino que cree saber la fecha exacta: el 19 de febrero de 1870. Resulta que, en el momento de la emancipación, los campesinos, junto a las tierras recibidas en propiedad, han recibido una parcela adicional para que la cultiven junto a éstas y entreguen los frutos a su propietario: se trata de una “tasa de redención” destinada a compensar a éste de la expropiación de sus propiedades. Pues bien, a los nueve años el campesino podrá elegir entre devolver esta franja de tierra, y considerar cumplidas sus obligaciones, o continuar pagando para redimir también ésta. Nechayev, que cree que la emancipación es un fraude que no ha hecho más que empeorar la situación de los campesinos, piensa que en la fecha indicada éstos se darán cuenta finalmente de su situación y se rebelarán.
Convencido de esta fecha Nechayev redacta, en colaboración con Pyotr Tkachev un “Programa de acción revolucionaria”:
“Si pensamos en lo que nos rodea, debemos concluir inevitablemente que vivimos en el mundo de la locura, tan terribles y antinaturales son las relaciones de unas personas con otras; así de extraña e increíble es su actitud hacia la masa de injusticias, vilezas y bajezas que constituyen nuestra sociedad (...) El orden existente no puede durar”.
Obsérvese el milenarismo latente en el pensamiento de Nechayev: un mundo de vileza, un momento en que se desatará el odio contra los injustos –el Juicio Final-, la llegada de un reino de felicidad… Un espejismo salvaje creado por las llamas del resentimiento.
El Programa planea una unión con todas las organizaciones revolucionarias europeas. Con el objeto de acelerar este punto del proyecto, en marzo de 1869, con 21 años, Nechayev llega a Ginebra, donde Bakunin edita Narodnoe delo (“La causa del pueblo”), revista de la que Nechayev es ávido lector. Pero ¿Bakunin no estaba preso? No, se ha fugado. Tras pasar tres años en la fortaleza de Pedro y Pablo, y otros tantos en Shlisselburg, ha sido deportado de por vida a Siberia. Allí ha contado con el apoyo del gobernador, que es primo suyo, que le ha permitido trasladarse a Irkutsk y le ha proporcionado un trabajo. Pero en 1861 ha conseguido fugarse, y tras un rocambolesco viaje que lo ha llevado por Japón, Estados Unidos, e Inglaterra, finalmente ha recalado en Ginebra, donde reanuda su labor revolucionaria con inagotable vigor.
Unos años antes Herzen ha quedado desfavorablemente impresionado ante el contacto con los jóvenes representantes de Zemlya i Volya. Ahora ante Nechayev, un ejemplar de las nuevas generaciones de populistas aún más fanático y estrecho de miras, Bakunin queda fascinado. Inmediatamente comienzan a trabajar estrechamente unidos.
De la colaboración de Bakunin y Nechayev nace el Catecismo revolucionario. Es un documento breve que describe el programa para llevar a cabo la revolución y destruir la sociedad. Es también un muestrario de odio sin esfuerzo por disimularlo. Hay un asunto al que Bakunin y Nechayev dedican mucha atención. Ellos son los buenos, los revolucionarios, esto está claro. ¿Qué hacer, entonces, con los malos, con “los otros”? En concreto, ¿cómo proceder “cuando se elabora la lista de los que van a ser condenados, y se prepara el orden de ejecuciones”? Bakunin y Nechaev proponen no asesinarlos inmediatamente a todos como el cuerpo y la revolución les pide, sino proceder con astucia para que ésta progrese adecuadamente, y a tal fin dividen a la sociedad en varios grupos:
- El primero está formado por las personas inteligentes e influyentes, que se consideran las más peligrosas para la revolución: deben ser eliminadas inmediatamente mediante acciones terroristas con la mayor violencia posible para paralizar y aterrorizar a la sociedad.
- El segundo está formado por los influyentes y no inteligentes. A estos es mejor dejarlos vivir por el momento, porque con su crueldad y estupidez enfurecerán al pueblo y acelerarán la revolución.
- El tercero está formado por la gran mayoría de la sociedad: “las bestias y personalidades de alto rango que no son inteligentes ni competentes”. Estas, sencillamente, deben ser chantajeadas: “debemos apoderarnos de sus sucios secretos y convertirlos así en nuestros esclavos”.
- El cuarto grupo está formado por liberales y políticos ambiciosos. Ante estos los revolucionarios deben fingir que están en el mismo bando, que emprenden una senda de reformas y, para cuando se den cuenta, estarán embarcados en una revolución sin marcha atrás.
- El quinto está formado por los revolucionarios de salón, aquellos que se limitan a proferir discursos de boquilla. A esto se les asignarán las tareas más peligrosas dentro de la revolución. La mayoría morirá así sin dejar rastro, y del resto quizás se pueda hacer verdaderos revolucionarios.
- La última categoría es la de las mujeres. De éstas, las claramente comprometidas con la revolución son consideradas como el mayor valor de ésta. En cuanto al resto, aplíquesele el tratamiento destinado a la tercera y cuarta clase de hombres.
Asusta pensar qué habría ocurrido si Bakunin y Nechayev hubiesen alcanzado efectivamente el poder.
La colaboración entre ambos continúa. Publican “Los principios de la revolución”, en la que exponen su programa. La revolución tiene una función meramente negativa; la aniquilación. La reconstrucción no puede ser emprendida por la misma generación que ha llevado a cabo la necesaria destrucción, porque aún está influida por las antiguas estructuras. Eso queda para las siguientes generaciones. De hecho, para zanjar el asunto, y que dejen de importunarlos acerca de cómo será la sociedad post revolucionaria, declaran que es “criminal” intentar predecir el “neblinoso” futuro.
En este momento Bakunin funda un grupo revolucionario para Nechayev llamado ominosamente “Narodnoya rasprava” (“La justicia sumaria del pueblo”). Esta organización se presenta encuadrada en dos organizaciones internacionales completamente ficticias, la Alianza Revolucionaria Europea y la Unión Revolucionaria Mundial, y para dar mayor credibilidad al asunto, Bakunin provee a Nechayev con documentos acreditativos de estas sociedades imaginarias. “Narodnoya rasprava” publica inmediatamente su propia revista de edición bastante limitada, en la que insiste en el programa revolucionario: “Todo debe ser destruido, personas, cosas, instituciones, todo lo que se interponga en el camino de la liberación del pueblo”.
Como la fecha mágica del 19 de febrero de 1870 se acerca, Nechayev desde “Narodnoya rasprava” propone emprender acciones inmediatas, y comienza a señalar objetivos inmediatos, entre ellos prominentes políticos como Mezentsov, Trepov, y “demás cerdos” que efectivamente acabarán siendo víctimas de las balas de futuros grupos terroristas. La lista incluye escritores “reaccionarios” como Katkov “cuyas lenguas deben ser cortadas para librarnos de sus mentiras sistemáticas y de la traición de la cultura y la enseñanza en conjunto”.
En agosto de 1869 Nechayev vuelve a Rusia y comienza a organizar una célula de “Narodnoya rasprava” en Moscú reclutando estudiantes de la Escuela de Agricultura que, por alguna razón, es ideológicamente muy turbulenta. Nechayev no admite la menor disidencia dentro de su grupo, y está acuciado por la llegada de la fecha profética. Por eso cuando unos de sus primeros seguidores de la Escuela de Agricultura, Ivan Ivanovich Ivanov, que ha desempeñado un papel esencial en la captación de nuevos miembros del grupo, discute alguna de sus instrucciones, Nechayev se pone nervioso. Se reúne con sus adeptos más fieles y les anuncia solemnemente que el Comité Central de “Narodnoya rasprava” (es decir, él) tiene en su poder pruebas de que Ivanov tiene intención de delatarlos. La noche del 21 de noviembre de 1869 Nechayev convoca a Ivanov al jardín de la Escuela de Agricultura para desenterrar una máquina de escribir que han escondido previamente. Allí Nechayev y otros tres miembros de “Narodnoya rasprava” asesinan a Ivanov, lo evisceran, lo rellenan con piedras y lo tiran al río.
El de Ivanov resulta ser el primer y último asesinato en la prometedora carrera criminal de Nechayev, que escapa a San Petesburgo y cruza a finales de año la frontera. Mientras tanto el cadáver de Ivanov ha sido hallado; aunque al principio se piensa en un robo, pronto la policía se pone en la pista de “Narodnoya rasprava”. Son arrestados muchos estudiantes, y miembros de la Tercera Sección son enviados en busca de Nechayev. Entretanto éste ha vuelto a Ginebra y desempeña una actividad frenética. Ahora su actitud hacia Bakunin ya no es de reverencia, y afirma que “ha perdido el nivel de energía y abnegación” requerido para ser un buen revolucionario. Bakunin, enfadado, rompe con él: “Es un fanático, y el fanatismo lo ha transformado en un completo jesuita, cuando no en ciertos momentos, en un estúpido. A menudo sus mentiras son pueriles, pero a pesar de esto es muy peligroso”.
En agosto de 1872 Nechayev es detenido por la policía suiza y entregado a la Tercera Sección. En octubre es trasladado a la inevitable fortaleza de Pedro y Pablo. Es juzgado y condenado a veinte años de trabajos forzados y exilio de por vida en Siberia. En enero es sometido a la ejecución civil y grita: “Antes de tres años vuestras cabezas serán cortadas en este mismo lugar por la primera guillotina rusa. Abajo el zar. Viva la libertad. Viva el pueblo ruso”.
Imágenes: 1) y 2) Nechayev de muy joven y de joven. 3) Bakunin. 4) Feodor Trepov, jefe de la policía de San Petersburgo. 5) La fortaleza de Shlisselburg. 6) Retrato de una desconocida de Ivan Kramskoi. No viene a cuento de nada, salvo quizás para enfatizar que, en la sociedad en que vivía Nechayev, no todo era tan desagradable.
________________
Notas: El sello oficial de Narodnaya rasprava muestra un hacha rodeada por la frase “El Comité de la Justicia Sumaria del Pueblo de 19 de febrero de
“No clamaré por el hacha, esa última ratio de los
oprimidos, mientras exista la más mínima esperanza de una solución sin ella. Rusia
necesita escobas, no hachas. Hemos de seguir el camino progresista de Norteamérica
e Inglaterra. Tal camino no les resulta simpático a los artistas de la revolución,
pero me tiene sin cuidado. Resueltamente prefiero este camino al
sangriento”.
Comentarios
Por cierto, fino humor el suyo. El cuadro de la joven es una maravilla. No todo era tan desagradable, ciertamente.
Yo diría que Bakunin se alarmó ante el ruido y la indignación que causó el asesinato de Ivanov, y por eso se apresuró a desmarcarse de Nechayev. Pero el asesinato encajaba perfectamente en lo que ambos habían predicado en su Catecismo. Fíjese por ejemplo en el “versículo” 10:
“Todo revolucionario debería tener a su cargo otros de segundo a tercer nivel. Estos deberán ser utilizados como parte del capital revolucionario común puesto a su disposición. Este capital, por supuesto, deberá ser gastado lo más económicamente posible con el fin de obtener de él el máximo beneficio”.
Así que Nechayev (y Bakunin) consideraban a sus compañeros material consumible para la revolución, de la que ellos eran profetas. Saludos.
Supongo que hay por ahí miradas ocultas que nunca llegarán a la universalidad de alguna "sonrisa". Gracias por traernos una.
Bakunin & Nechayev: El Acratecismo.
La propia religión ha conocido a muchos revolucionarios restauradores, refugiados en la mística. Revolucionarios sociales, activos, violentos algunos; y revolucionarios de la huida, del retraimiento, revolucionarios encastillados, ensimismados.
El revolucionario nihilista no es que tire al niño con el agua del barreño, es que se queda con el barreño de agua. Prescinde de lo trascendente (Dios, el más allá), pero no de la parafernalia religiosa. En esas condiciones, cualquier pretensión cientifista es imposible, contradictoria. Es como pretender racionalizar y demostrar lo religioso. Utopía y fracaso garantizado. De hecho, no es raro que estos místicos muestren propensión acomodaticia. Al Cristianismo le ocurrió lo mismo con la Iglesia.")
Querido Navarth, disculpe y no tema por mi salud mental. Sólo me he permitido mostrarle cómo su lectura tiene la virtud de no dejarme nunca indiferente, me pone en marcha y me voy por mis cerros y vericuetos.
Por lo demás, esta serie es ya todo un ensayo en síntesis, que le está saliendo redondo. Le felicito.
Y, de verdad, muchas gracias. La verdad es que a mí me está gustando esta serie, pero siempre me queda la duda de estar aburriendo a los visitantes. Un abrazo.
No sé si se me entiende.
Un saludo.
Con respecto a las raíces cristianas de los movimientos populistas quería poner de manifiesto lo siguiente. En esta secuencia de entradas intento describir las distintas corrientes que fluyen en el populismo ruso, que conforman sus características en las sucesivas generaciones. Así, aparte de la cháchara hegeliana que infectó la primera generación de populistas, he intentado contar cómo sucesivos aluviones de cientificismo, materialismo y positivismo, (y, con ellos, el ateísmo) tienden a pretender eliminar, tanto las emociones, como la moral. Esto es lo que, creo, relejaba Turgénev con su nihilista Bazarov.
En cuanto a la moral, para algunos de los más conspicuos hijos de puta (disculpeme) que aparecen en esta serie, como Nechayev, la eliminación de la definición del bien y del mal era altamente recomendable. Pero en tipos decentes, como Chernishevsky, es visible la zozobra y el desamparo. Por eso, sus “hombres nuevos”, los cientificistas “egoístas inteligentes”, acaban apelando al amor como solución de los problemas del mundo. El filósofo cristiano Vladimir Soloviev ironizaría más tarde con esta llegada científicista-positivista al amor: “el hombre desciende del mono, por lo tanto debemos amarnos los unos a los otros”
Dentro de dos entradas hablaré de los chaikovskistas y del movimiento “al encuentro del pueblo”. En ellos me parece notar, que, además de mimetismo juvenil, laten inquietudes que no se entienden sin el sustrato religioso (*). Para empezar, el complejo de culpa. También, el igualitarismo. Y así resulta que un movimiento de rebeldía juvenil contra todo lo establecido (la sociedad, la familia, la religión) tiene que acabar refugiándose en unos valores que, aunque no lo reconozcan, provienen de la religión de sus mayores. A mí me pasa igual: yo no soy creyente, pero mi sistema de valores tiene raíces cristianas. Sólo que a mí me parece bien, y no me rebelo contra ello. Saludos.
¡Ah!, y por otra parte, es muy notable la semejanza de los populistas rusos con los movimientos milenaristas .
(*) BENJAMINGRULLO probablemente le diría que, en realidad, todo se reduce a la negación de la muerte y la búsqueda de la inmortalidad, que es la tendencia común en cualquier movimiento religioso o ideológico.