
En 1856 William Henry Perkin, un estudiante de dieciocho años del Royal College of Chemistry de Londres, intentaba sintetizar quinina a partir de la anilina. La quinina, un alcaloide usado para combatir la malaria, únicamente puede extraerse de forma natural del árbol de la Quina , que crece en regiones andinas de Bolivia y Perú. La producción natural resultaba, por tanto, dramáticamente insuficiente para la demanda mundial, y por eso los científicos se esforzaban para encontrar un sustitutivo. Perkin no obtuvo el éxito que esperaba. Al oxidar la anilina, en lugar de los blancos cristales de la quinina deseados, obtuvo una sustancia de un indeleble color malva: había descubierto el primer colorante artificial. Perkin, cuyo espíritu era más negociante que científico, abandono el College y fundó una fábrica con su padre en la que comenzó a producir sus propios pigmentos. Así nació una nueva industria.
El descubrimiento de los colorantes sintéticos había sido inglés, pero fueron los alemanes los que se aprovecharon de él. La anilina es un derivado del benceno, y éste era extraído a su vez del alquitrán de hulla, un residuo del proceso de obtención de alumbrado de gas. Los alemanes disponían de ingentes cantidades de alquitrán, desechos de la producción de acero en el Ruhr a los que, de este modo, podían dar una nueva utilidad. Al comenzar el siglo XX seis grandes compañías alemanas dominaban la industria mundial de producción y distribución de colorantes sintéticos. Las mayores eran conocidas como las Tres Grandes:
BASF (Badische Anilin und Soda-Fabrik, Ludwigshafen)
Bayer (Farbenfabriken vorm. Friedrich Bayer & Co., Leberkusen)
Hoechst (Farbwerke vorm. Meister Lucius und Bruening of Hoechst am Main)
Y eran seguidas por otras tres empresas:
Agfa (Aktiengesellschaft für Anilinfabrikanten, Berlín)
Cassella (Leopold Cassella & Co., Frankfurt)
Kalle (Kalle & Co., Biebrick)
Si bien las empresas alemanas habían conseguido el monopolio mundial de la industria del colorante, permanecían enredadas entre ellas en interminables luchas de precios y litigios sobre patentes. En 1903 Carl Duisberg, director general de Bayer y prominente figura en la industria, visitó América y admiró la elegancia con la que algunas empresas, y en especial la Standard Oil de Nelson Rockefeller, sorteaban la legislación anti-trust del país. Al volver a Alemania Duisberg se reunió con los directivos de las empresas del sector de los colorantes, que, obviamente, se mostraron receptivos a cualquier idea que pudiera disminuir la sangría que les suponía la competencia. De este modo se crearon dos Interessen Gemeinschaft (comunidades de intereses) que agrupaban respectivamente a BASF, Bayer y AGFA, por un lado, y a Hoechst, Cassella y Kalle por otro.
Las I.G. se encargaban de fijar políticas comunes y organizar el reparto de cuotas exclusivamente en el ámbito de la fabricación de colorantes, pero las integrantes se mantenían como empresas independientes, que se dedicaron a explorar otros campos de la química. AGFA se con

virtió en la principal productora mundial de material fotográfico. Hoechst y Bayer diversificaron hacia la industria farmacéutica. La primera desarrolló la Novocaína, y apoyo la investigación que llevaría a la obtención del Salvarsan, el medicamento que curaba la sífilis. De los laboratorios de Bayer emergió la Aspirina. También la Heroína, diseñada para remediar la adicción a la morfina y como medicamento contra la tos, especialmente efectivo en los niños.
En principio el nombre de BASF no era tan conocido para el público como AGFA, Bayer o Hoechst, ya que no se dedicó al gran consumo. Sin embargo, dentro del sector la empresa era altamente respetada. Para empezar, fue la primera empresa en desarrollar los colorantes azules (los rojos y los verdes habían resultado mucho más sencillos de alcanzar), en una carrera en la que había empeñado su prestigio y su dinero. Tras este triunfo se embarcó en una empresa de mucha mayor trascendencia: la obtención de nitratos sintéticos. Los nitratos naturales, también conocidos como guano, de los que Chile poseía el monopolio natural, eran usados como fertilizantes. A finales del siglo XIX las teorías de Malthus,
que profetizaban la incapacidad de la Tierra para alimentar una población en aumento, hacían temer que las reservas de nitrato de Chile acabaran agotándose, por lo que la búsqueda de un nitrato sintético se convirtió en una prioridad. Adicionalmente, el nitrato de sodio era un elemento fundamental en la fabricación de pólvora negra y, en general, de explosivos.
En 1909 el científico Fritz Haber, patrocinado por BASF, desarrolló en laboratorio un proceso para, mediante la combinación de elevadas presiones y temperaturas, obtener amoniaco a partir de hidrógeno y nitrógeno. La obtención de amoniaco representaba un paso intermedio en la obtención de nitratos sintéticos, pero, previamente, había que desarrollar un procedimiento para conseguir trasladar los resultados del laboratorio a la producción industrial. BASF escogió para esta misión al ingeniero Carl Bosch, que construyó una planta en Oppau, muy cerca de la sede de la empresa. En 1913 Bosch consiguió su objetivo, y la planta de Oppau era capaz de producir industrialmente amoniaco. Este método basado en altas presiones y temperaturas se denominó Haber-Bosch, en honor del científico y el ingeniero que lo habían desarrollado.
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* El árbol de la Quina fue denominado Cinchona por Linneo, ya que, según la tradición, la primera persona en ser curada de la malaria usando corteza de Quina había sido la condesa de Chinchón. Se dice que fueron los quechuas los primeros en apreciar sus virtudes curativas, y que fueron los jesuitas los que la introdujeron en Europa. Por eso era conocida como “corteza jesuita” o “polvo jesuita” (con perdón)
Comentarios
Ameno relato, vive Dios. Llevo una temporada pensando que en España no se inventa ni se produce nada relevante en los últimos treinta años. Es terrible pensar que buena parte de las fuentes de energía y las lineas maestras de la producción industrial se trazaron durante la dictadura franquista.
Llevamos treinta años muy metidos en política y los jóvenes quieren ser funcionarios. Esto va mal.
.
Receta familiar celosamente guardada hasta ese momento.
Me gusta cada vez más su forma de escribir D. Navarth.
Un saludo.
PD: Enhorabuena por su germanofilia.
Y yo admiro la elegancia de sus ironías. Espero con impaciencia la continuación, ya me imagino la clase de "claroscuros" que contendrá.