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A LA MEMORIA DE CHARLTON HESTON

BOWLING FOR COLUMBINE (Michael Moore)
En 1999, dos jóvenes de un pequeño pueblo de Denver, tras jugar a los bolos, se dirigieron al instituto Columbine, del que eran alumnos, armados hasta los dientes. Una vez allí, dispararon sobre sus compañeros, matando a doce ellos y dejando gravemente heridos a otros muchos. Después se suicidaron. La matanza del Instituto Columbine conmocionó a la sociedad estadounidense. Por un lado, resultaba muy difícil comprender las motivaciones de los asesinos y reconstruir la secuencia emocional que había llevado al atroz desenlace. Por otro, se ponía de manifiesto una vez más la sorprendente facilidad existente en Estados Unidos para adquirir armas de fuego. Para colmo, pocos días más tarde, un niño de tan sólo cinco años había llevado al colegió un arma que había encontrado en casa de un familiar y había disparado contra una niña de seis años, matándola. El espectador se enfrenta, pues, a un asunto tan grave como interesante, y, al comenzar la película, entiende que iba a asistir a un documental sobre el asunto y se prepara para disfrutarlo. Nada más lejos.
Para empezar, no se trata de un documental. Moore se limita a tomar de ellos la forma, con el fin de intentar proporcionar a la película una imagen de seriedad, profundidad y ecuanimidad en el análisis del tema. Pero, en realidad, la película no parece estar dirigida a la capacidad de análisis del espectador. De hecho, se limita a presentar una serie de imágenes inconexas que parecen mostrar, como un conjunto de postales naïf pegadas en un corcho, cual es la visión que Moore tiene de la sociedad estadounidense y del mundo.
Pero ahora entendemos por qué era tan difícil comprender lo que ocurrió en el Instituto Columbine. Gracias al documental de Moore sabemos que al embrión de la tragedia aportaron nutrientes asuntos insospechados, tales como la falta de asistencia sanitaria gratuita en Estados Unidos, un complot de la prensa para tener permanentemente asustada a la población, la Lockheed, el derrocamiento de Allende e, incluso, abejas asesinas africanas.
Para desarrollar este asunto, Moore ha contado con testimonios y opiniones de personas de probada solvencia intelectual, como por ejemplo Marilyn Manson. Manson es un cantante de rock cuyas letras son provocativas y, en opinión de algunos, incitan a la violencia. En realidad parece un producto de marketing que, a semejanza de Benetton o Madonna, pretende atraer la atención del público a base de escándalos enlatados. Es evidente que Manson no es culpable de nada más que de ser un patán con mal gusto. Sin embargo, en una agradable charla, él y Moore acaban encontrando una cabalística explicación a los sucesos de Columbine y, por extensión, a los problemas que aquejan a Estados Unidos: el mismo día de la matanza, Estados Unidos realizaba un bombardeo masivo sobre Kosovo con armas suministradas en parte por la Lockheed, que también tiene una fábrica en el mismo pueblo que el instituto Columbine. Significativo y clarificador.
Es este un documental de buenos y malos. Otro de los buenos, además de Manson, es un ex-alumno del Instituto Columbine que (sinceramente, no me quedó claro), o bien es guionista de la serie de dibujos animados “South Park”, o bien es conocido de los guionistas, o bien ha visto algún capítulo de la serie. Pues bien, para él, el motivo del crimen está claro: es consecuencia directa del ambiente opresivo creado por los profesores del Instituto, derivado a su vez de la cultura de competitividad de la sociedad americana. Habríamos agradecido escuchar también una opinión de los profesores del Instituto aludidos, pero ésta no apareció, sorprendentemente, por ningún lado. Porque, llegado a este punto, llama la atención en este singular documental que, a pesar de su proximidad en el espacio y el tiempo con los hechos narrados, la calidad de los testimonios es muy pobre. Por ejemplo, Moore no ha recabado o conseguido información de un solo profesor de Columbine, o de compañeros de las víctimas, o de familiares de los asesinos o las víctimas (con una única excepción). Tampoco, de eminentes psiquiatras o sociólogos. Esta carencia es rápidamente subsanada con el testimonio de tres adolescentes canadienses con granos.
¿Y quién es el malo? Charlton Heston. Moore se ha aprovechado de la avanzada edad de Heston (y, por que no decirlo, de su cortesía) para colarse con engaños en su casa y hacerle un truculento reportaje en el que intenta presentarlo como un sujeto sanguinario y responsabilizarlo de la muerte de la niña de seis años de la que hablábamos al principio. Moore, de este modo, consigue revelarse como un perfecto hijo de puta.
Pero al menos, ahora se nos han respondido muchas cuestiones. Por ejemplo, ¿influye el elevado porcentaje de armas por habitante en el gran número de muertes por arma de fuego en Estados Unidos? Pues no, revela Michael Moore contra todo pronóstico, ya que en Canadá, que, según él, también tiene unas cantidades sorprendentes de armas, el número de crímenes es muy reducido. A pesar de ello, Moore organiza un numerito con dos heridos de Columbine para conseguir que el gran almacén K-Mart deje de vender munición, algo que todos agradecemos pero que parece contradecir su teoría previa. Otra pregunta: ¿puede influir el alto grado de violencia que el cine, la televisión o los videojuegos presentan de manera incontrolada? Pues tampoco.
Un factor decisivo para Moore es el miedo. Estados Unidos es una sociedad de acojonados. En cambio, en Canadá no tienen miedo y duermen con la puerta abierta. Así lo manifestaron algunos entrevistados por Moore, reconociendo a continuación que, a consecuencia de esa costumbre, en sus casas roban con frecuencia. Pero ¿de qué tienen miedo los americanos? De los negros. Por eso Moore mezcla confusamente el ku-klux-klan y el temor a las abejas asesinas que, significativamente, también vienen de Africa. Este miedo es alimentado artificialmente por la prensa (y, quizás también, por Charlton Heston) que se encarga de divulgar todo tipo de crímenes cometidos por negros, y de presentarlos como gente peligrosa y poco de fiar. ¿Con qué objeto? Moore no ha considerado necesario aclararlo. Resulta curioso, sin embargo, que Moore se aventure a denunciar el miedo de la sociedad americana a través de argumentos con tintes paranoicos (la teoría conspirativa, la creencia en la existencia de claves encriptadas en la realidad…), en cuya base parecen encontrarse sus propios fantasmas.
Así pues, lo único interesante de este supuesto documental es que parece conectar muy bien con el pensamiento de una parte considerable de la sociedad: etéreo, hecho de lugares comunes, inconexo e incoherente.

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