Denuncia Carmen Calvo que hay un «pozo ético de la democracia española», y esta es la razón de ser de la Memoria Histórica. Tenemos que entender –siempre según Calvo- que la democracia salida de la Transición es imperfecta, y que hasta ahora España no era lo suficientemente democrática. ¿Qué es lo que ha cambiado? Pues, en primer lugar, que ahora «la sociedad española ya está madura para mirarse a sí misma teniendo ordenado con dignidad y justicia el pasado». Y, sobre todo, que ahora está Carmen Calvo. Porque cuando ella habla de Memoria Histórica lo está haciendo desde una posición de superioridad moral; hacia el pasado, y hacia aquellos del presente que se atrevan a manifestar objeciones. La necesidad de reconocer simultáneamente la imperfección actual de la democracia española y la superioridad moral de Calvo es, entonces, el primer obstáculo para contemplar su proyecto de ley con simpatía.
El siguiente escollo está en que es muy razonable dudar de su sinceridad. Hace falta suspender la incredulidad -como ante una película de Harry Potter- para conceder a Calvo que tras su proyecto hay un afán de higiene democrática. No encaja bien, por ejemplo, mantener el foco en un franquismo lejano mientras se practica el blanqueo de un terrorismo reciente. ¿Cuál es entonces la agenda oculta?
El mercado laboral español, con un paro estructural del 14%, es una anomalía europea; tenemos un sistema educativo ideologizado y defectuoso; la epidemia ha demostrado que la coordinación entre administraciones no funciona, y que permite eludir responsabilidades... Podríamos seguir. España afronta una situación muy complicada cuya salida requeriría reformas muy profundas. Y no parece que el Gobierno de Sánchez, que prioriza el relato a la gestión, tenga la menor intención de emprenderlas, porque es electoralmente costoso y sujeto a la evaluación de resultados. Mucho más cómodo que ser Gobierno es ser Inquisición: fijemos una agenda religioso-cultural alternativa que nos permita, desde la posición de superioridad en la que se encuentra Calvo, sustituir política por antorchas. Convirtamos a los opositores y discrepantes en candidatos a brujas franquistas incinerables, y expulsémoslos así del escenario.
El problema de la guerra cultural es que sustituye la rendición de cuentas por la exhibición de virtud, y expulsa de la agenda aquellas reformas que, prosaicas y difíciles, son imprescindibles. Y como me conozco la táctica «estáis abucheando a Shakespeare» cuando lo estamos haciendo con Krusty, me apresuro a decir que estoy a favor de toda actuación que vaya dirigida al reconocimiento de las víctimas de la violencia, el sectarismo, la intolerancia y la xenofobia, y de las que nos sirvan para ponernos en guardia ante nuestra tendencia natural a recurrir a la cachiporra. Sólo a favor de estas.
Comentarios
Varias mentiras en una frase. Pero, sra, el pasado se mira con la veracidad, no con la dignidad ni con la justicia. Veracidad, la que buscan los historiadores profesionales.
Es tan elemental saberlo que desmonta el primer aserto. Si la sociedad estuviera madura le rechinaría esa frase y pensaría que esa frase la ha dicho un vendedor de crecepelo.
Bueno, pues la crecepelista está de ministra.
Lo que me cuesta entender es que, a estas alturas, puedan quedar ingenuos que acepten, sin más, lo que conlleva.
No queda alguien honrado en la izquierda que rechace el concepto ?