Señala Rafa Latorre el elemento característico de las protestas. Mientras muchos contemplan, conmocionados, la brutal muerte de George Floyd, otros se apresuran a añadirle el calificativo “estructural”: no es un hecho aislado, sino consecuencia de un defecto esencial e insalvable de la sociedad. ¿Veis como no funciona? Es una táctica bastante eficaz: la casa está bastante limpia y ordenada, pero ellos sólo muestran un rincón con una telaraña. ¿Y no podríamos limitarnos a limpiar el rincón? Existen leyes y tribunales; existen cauces pacíficos para protestar. No ¡A derribar la casa!
De este modo la ira se libera revestida de virtud. Los destructores antisistema se convierten en luchadores antifascistas, y pueden expresarse según sus inclinaciones particulares: algunos acusan y señalan; otros derriban estatuas; otros saquean y roban; otros golpean o matan a los que pasan por ahí.
Los gritos airados de los neovirtuosos amedrentan a los observadores: si están tan enfadados, algo habremos hecho. Gritad “arrepentíos” con la suficiente furia, y el espectador se sentirá culpable de cualquier cosa. En 1878 la activista Vera Zasulich expresó su disgusto con la sociedad zarista disparando sobre el pecho del jefe de policía de San Petersburgo: la sociedad zarista, compungida, la absolvió -el fiscal lo calificó como una «loable protesta de la dignidad humana herida»-. Todo parece indicar que somos especialmente vulnerables al mito de la violencia sanadora.
Ahora ciudadanos y políticos se apresuran a hincar la rodilla ante los inquisidores. Es prudente: cuando la masa avanza con antorchas, más vale disolverse en ella -tampoco es que medie un proceso racional: son nuestras antenas de pertenencia las que nos orientan en todo momento-. Y la humillación, aunque se perciba, tiene premio: la aceptación y la bondad sin esfuerzo provocan una balsámica sensación que resulta adictiva. Lo más grotesco es que se contemplen a sí mismos como rebeldes.
Comentarios
Pero, lo que se ha visto ahora con lo de la pandemia, el confinamiento, las muertes en residencias de ancianos, y así, es que haría falta un movimiento de
"Old Lives Matter".
Aunque no creo que "los Progres" en todas partes, lo permitieran, ni que pidieran perdón, ni nada, que se les ha visto demasiado el plumero, con la cara de felicidad que se les ponía cuando en la propia "Televisión Espantosa" nos decían que gracias al virus, y a las muertes de tantos pensionistas ( y con pensiones altas, después de cuarenta años de cotizar de verdad- esto último lo añado yo de mi caletre ), la caja de la Seguridad Social, o sea, de las pensiones, había remontado muchísimo y ya no estaba en números rojos .
Pues eso