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LA ESCALA SETON - SCHETTINO


¡Schettino, vuelva a bordo, coño!

Así gritaba el 13 de enero de 2012, a las dos de la madrugada, el comandante Gregorio de Falco de la capitanía marítima de Livorno. Al otro lado de la línea se encontraba el capitán Francesco Schettino que unas horas antes, a las 20:45, había estrellado el buque Costa Concordia -y con él su carrera- contra unas rocas de la isla de Giglio, enfrente de Toscana. A pesar de que el golpe había abierto una gigantesca vía de agua en el costado de babor, en su primera comunicación radiofónica Schettino había manifestado que se trataba de un mero problema en un generador eléctrico y había intentado continuar la navegación. Esta misma versión -la del fallo eléctrico- había sido trasmitida a los alarmados viajeros, aunque el efecto tranquilizador del mensaje se vio inmediatamente disipado cuando, simultáneamente, se les pidió que se pusieran los chalecos salvavidas. Mientras tanto la nave cargaba agua sin cesar; transcurridos veinticinco minutos desde el impacto Schettino dio orden de girar 180º y enfiló la bocana del puerto de Giglio. ¿Tenía algún plan en mente? En ningún momento emitió el preceptivo mayday, ni dio orden de abandonar la nave. Sin embargo la llevó hasta prácticamente tocar la costa de manera que, cuando a las 22:00 horas se escoró definitivamente, en lugar de hundirse del todo quedó sólo parcialmente sumergida, varada sobre el costado de estribor. Si su acción fue deliberada, es posible que salvara muchas vidas. Poco antes parte de la tripulación había tomado por su cuenta la decisión de ordenar el desalojo del barco: todo parece indicar que entre los primeros que obedecieron la orden estaba el propio Schettino.


A través de los móviles de algunos pasajeros las noticias del hundimiento llegaron a los carabineros, que rápidamente se pusieron en contacto con salvamento marítimo. Schettino recibió una primera llamada a las 00:32, cuando se encontraba en tierra contemplando consternado el desastre. Intentó hacer creer a sus interlocutores que se encontraba a popa supervisando la evacuación, pero sus respuestas eran tan contradictorias que llevaron a los de salvamento a preguntarle directamente si había abandonado el barco. "No, no. ¡Pero qué dice de abandonar el barco!". Treinta y dos muertos pusieron el lúgubre epílogo a la historia.


Tendemos a interpretar la realidad encajonándola en un relato sencillo. Esto no tendría que ser un problema, pero es que una vez que hemos encontrado el que creemos que se adapta mejor a las circunstancias tendemos a ignorar todos los hechos que no se ajustan a él. De forma similar, al analizar a las personas intentamos encuadrarlas en arquetipos, y percibimos con mucha mayor intensidad los atributos que encajan en él. En este sentido el despavorido Schettino, con sus aires de latin-lover fanfarrón y presumido, se ajustaba a la perfección a una comedia italiana, con él mismo en el papel de Alberto Sordi. Y así pronto los hechos comenzaron a ser convocados por relato y arquetipo. Parece ser que el motivo por el que el Costa Concordia se encontraba imprudentemente cerca de la costa de Giglio era que el capitán había decidido "dar una pasadita" -con el buque más grande construido hasta ese momento en Italia- para saludar a un antiguo miembro de la tripulación que se encontraba en tierra. Schettino, según comentaría más tarde algún miembro de su tripulación, era un fantasmón que acostumbraba a conducir su barco "como si fuera un Ferrari". También, cómo no, apareció en la historia una atractiva mujer con la que el capitán había estado bebiendo y ligando hasta poco antes de la colisión. En realidad parece como si el propio Schettino, atraído por su papel y su relato, se viera irremediablemente extraído de la tragedia que estaba protagonizando hacia la comedia; así acabó intentando explicar que no es que hubiera abandonado el barco sino que, al escorar éste súbitamente, se había caído en un bote salvavidas. Y otro fragmento de la conversación con Gregorio de Falco, cuando éste le insiste en que suba a bordo para coordinar el rescate, confirma este destino hacia lo cómico:

Schettino: Pero ¿se da cuenta de que está oscuro y no vemos nada?
De Falco: Así que está oscuro. ¿Y qué, quiere irse a casa? ¿Está oscuro y quiere irse a casa?



A continuación Schettino le asegura que va a volver a la nave, pero en lugar de hacerlo, según testimonios, toma un taxi y desaparece en la noche. ¿Un taxi? ¿En la isla de Giglio en mitad de una catástrofe busca y encuentra un taxi? ¿Y dónde va? La versión es dudosa, pero cinematográficamente perfecta.

La prensa anglosajona no se enfocó tanto en el aspecto cómico como en la cobardía de Schettino. El Capitán Cobarde, El Capitán Calamidad, e incluso La Gallina del Mediterráneo fueron títulos con que lo adornaron en los titulares. El capitán que abandona la nave sin esperar que lo hagan los pasajeros, y en especial las mujeres y niños, se convierte inmediatamente en una figura impecablemente infame. El caso es que, si bien nadie discutía el orden de evacuación en lo referente a los niños, los lectores de la prensa inglesa parecían estar divididos en lo que respecta a las mujeres. 'Quieren la igualdad excepto en el momento de ir a los botes salvavidas', fue un comentario especialmente valorado en el Daily Mail. Lo cierto es que los ingleses reclaman que eso de 'las mujeres y los niños primero' es un invento suyo. La historia es esta.


En enero de 1852 el vapor HMS Birkenhead zarpó de Portsmouth hacia el sur de África con soldados destinados a luchar contra los insurrectos Xhosa. En total formaban el pasaje unas 630 personas, incluyendo mujeres y niños. El 25 de febrero, cerca de Ciudad del Cabo, el Birkenhead chocó contra una roca no cartografiada hasta ese momento. Mientras el barco comenzaba a hundirse, el capitán comprobó que sólo había botes salvavidas en buen estado para un tercio de la tripulación. De modo que el coronel Alexander Seton, al mando de las tropas, ordenó formar en cubierta y permanecer así hasta que los sobrecargados botes se alejaron. El valor de Seton era doblemente meritorio, porque las circunstancias del Birkenhead habían sido doblemente desafortunadas: no sólo había descubierto la roca a su pesar, sino que ésta se encontraba en mitad de un hábitat de tiburones blancos. De este modo cuando el barco se fue finalmente a pique Seton y sus hombres se encontraron en el agua rodeados por ellos, dando comienzo al episodio con mayor número de humanos devorados por escualos conocido hasta el momento.

Schettino fue puesto a prueba y no estuvo a la altura, pero es fácil acusarlo de cobardía desde el sofá: es imposible saber de antemano dónde nos situaríamos cada uno de nosotros en la escala que va desde Seton hasta Schettino en un momento similar, con las negras aguas contemplándote fijamente. En cualquier caso es frecuente que al desempeñar un determinado papel sólo nos fijemos en sus aspectos ordinarios y agradables. Hasta Giglio, gran parte del trabajo de Schettino había consistido en presumir enfundado en su uniforme. Del mismo modo el trabajo de un bombero, hacer ejercicio y posar en pelotas para los calendarios, es francamente cómodo hasta que llega el incendio. Esto es con frecuencia aplicable a los políticos, que suelen pensar que su trabajo se centra en el disfrute de sus sinecuras en vez de trabajar por los intereses de su país. Es obvio que en esto también abundan más los Schettino que los Seton.


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Comentarios

Bruno ha dicho que…
Me temo que leo su asociación de ideas, digo de personaje. No sé por qué llama la atención con esa intensidad a una característica del capitán guaperas: que no para de mentir. Saludos, otra vez.
Carmen Quirós ha dicho que…
Ha sido una vuelta al pasado, Navarth. El Capitán Cobarde y el Proctor Calamidad tienen tanto en común que abruma mirar quién maneja el timón de nuestra nave.

Me ha encantado.
navarth ha dicho que…
Vaya, vaya. Veo que a los dos les ha evocado el mismo personaje. Un abrazo.
viejecita ha dicho que…
Sí claro, pero al capitán ese , por lo menos le sentaba bien el uniforme, parecía simpático, y NO endilgaba sermones mentirosos durante horas y horas, y en Todas las cadenas de televisión.
Puestos a hundirse...
navarth ha dicho que…
Visto así...
Teresa Forjas ha dicho que…
La historia está plagada de cobardes y soberbios, nosotros en este momento disfrutamos de unos cuantos.
Teresa Forjas ha dicho que…
La historia está plagada de cobardes y soberbios, nosotros en este momento disfrutamos de unos cuantos.

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