«Dos normas son fundamentales para que una democracia funcione: la tolerancia mutua, o el entendimiento de que los partidos competidores se aceptan como rivales legítimos, y la templanza, o la idea de que los políticos deben ejercer moderación en el despliegue de sus prerrogativas institucionales».
How democracies die. Steven Levitski
La tolerancia, primera de estas dos normas no escritas, es fácil de entender. Hace referencia a que los partidos y ciudadanos deben aceptar que -siempre que respeten las reglas de juego- sus rivales tienen igual derecho a existir, competir por el poder y gobernar. Pueden pensar que las ideas contrarias a las suyas son equivocadas o estúpidas, pero en ningún caso deben tratarlas como herejías que se deben extirpar: el único campo para confrontarlas, y eventualmente derrotarlas, debe ser el debate. La tolerancia es una característica básica de la democracia liberal que la diferencia de los populismos, que funcionan sobre dicotomías tribales amigo-enemigo.
La templanza en política es más difícil de explicar -empezando por el nombre: Levitski usa forbearance, que podría traducirse como paciencia, continencia, comedimiento o autocontrol-. En política no se actúa con templanza cuando se estiran los límites de la legalidad, ni cuando, aun cumpliendo los cauces y requisitos formales, se vulnera la razón de ser de las instituciones. Lo contrario de actuar con templanza es lo que los estadounidenses llaman constitutional hardball.
Ambas virtudes, tolerancia y templanza, están interrelacionadas. Cuando la tolerancia es baja, y el adversario es visto como enemigo, es tentador abandonar la templanza: estirar los límites del derecho, y subvertir el normal funcionamiento de las instituciones, puede ser considerado justificado si sirve para derrotar a quien se ve como un malvado rival. A su vez la falta de templanza en la ejecución del poder será percibido por los opositores como una seria amenaza, lo que disminuirá la tolerancia por su parte e incrementará la polarización. Se inicia así una espiral viciosa de funestos resultados para la convivencia.
Con el nombramiento de su anterior Ministra de Justicia como Fiscal General del Estado Pedro Sánchez ha pulverizado la templanza. Y para enmascarar su actuación no duda en volatilizar simultáneamente la tolerancia hacia el adversario, al que lleva tiempo estigmatizando. Es el momento de romper esta dinámica que sólo beneficia a extremistas y aventureros sin escrúpulos porque, como recuerda Levitski, la historia nos ha demostrado que la polarización extrema puede matar a las democracias.
La tolerancia, primera de estas dos normas no escritas, es fácil de entender. Hace referencia a que los partidos y ciudadanos deben aceptar que -siempre que respeten las reglas de juego- sus rivales tienen igual derecho a existir, competir por el poder y gobernar. Pueden pensar que las ideas contrarias a las suyas son equivocadas o estúpidas, pero en ningún caso deben tratarlas como herejías que se deben extirpar: el único campo para confrontarlas, y eventualmente derrotarlas, debe ser el debate. La tolerancia es una característica básica de la democracia liberal que la diferencia de los populismos, que funcionan sobre dicotomías tribales amigo-enemigo.
La templanza en política es más difícil de explicar -empezando por el nombre: Levitski usa forbearance, que podría traducirse como paciencia, continencia, comedimiento o autocontrol-. En política no se actúa con templanza cuando se estiran los límites de la legalidad, ni cuando, aun cumpliendo los cauces y requisitos formales, se vulnera la razón de ser de las instituciones. Lo contrario de actuar con templanza es lo que los estadounidenses llaman constitutional hardball.
Ambas virtudes, tolerancia y templanza, están interrelacionadas. Cuando la tolerancia es baja, y el adversario es visto como enemigo, es tentador abandonar la templanza: estirar los límites del derecho, y subvertir el normal funcionamiento de las instituciones, puede ser considerado justificado si sirve para derrotar a quien se ve como un malvado rival. A su vez la falta de templanza en la ejecución del poder será percibido por los opositores como una seria amenaza, lo que disminuirá la tolerancia por su parte e incrementará la polarización. Se inicia así una espiral viciosa de funestos resultados para la convivencia.
Con el nombramiento de su anterior Ministra de Justicia como Fiscal General del Estado Pedro Sánchez ha pulverizado la templanza. Y para enmascarar su actuación no duda en volatilizar simultáneamente la tolerancia hacia el adversario, al que lleva tiempo estigmatizando. Es el momento de romper esta dinámica que sólo beneficia a extremistas y aventureros sin escrúpulos porque, como recuerda Levitski, la historia nos ha demostrado que la polarización extrema puede matar a las democracias.
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