Publicado en Revista Enki
Hemos celebrado en el Congreso, a lo largo de muchas sesiones, una Comisión de Investigación sobre la crisis financiera en España. Se trataba de ver qué fue lo que nos condujo al naufragio que, según el Tribunal de Cuentas, ha costado a los contribuyentes 60.800 millones de euros en concepto de “rescate bancario”. Un desastre que provocó la pérdida de más de 72.000 empleos directos que, sumados a los producidos por la falta de liquidez en la economía, se pueden calcular en millones.
Desde luego el naufragio tiene causas generales –la tempestad se inicia con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos- pero tiene otras específicamente españolas. Desde las primeras sesiones de la Comisión hay algo que parece claro: la crisis financiera en España ha sido la crisis de las Cajas de Ahorro. ¿Por qué ha sido así? ¿Por qué los bancos, por lo general, aguantaron mejor la tempestad mientras que casi la totalidad de las Cajas –hay dos honrosas excepciones- han desaparecido? El motivo parece claro: las Cajas habían sido colonizadas por el poder político.
La colonización política dejó a las Cajas muy poco preparadas para capear el temporal por varias razones. En primer lugar porque fueron utilizadas para financiar proyectos de dudosa rentabilidad, pero con los que los políticos esperaban obtener rendimiento electoral. Se creó así lo que el compareciente Jesús Fernández Villaverde llamó el «el bucle diabólico» entre partidos políticos, cajas y constructores. Un bucle que provocó un «caciquismo posmoderno» en el que los poderes autonómicos y locales se dedicaron a financiar obras faraónicas y promociones inmobiliarias para su propio lucimiento y para disponer de inauguraciones en vísperas de elecciones. Este caciquismo posmoderno, por cierto, fue mucho más insidioso que el tradicional en el que, al menos, las voluntades de los votantes se compraban con el dinero de los propios caciques y no con los depósitos ajenos. Además, la financiación de las Cajas politizadas a constructores y promotores inmobiliarios abrió de par en par la puerta a la posibilidad de corrupción en forma de comisiones y mordidas. En todo caso esta utilización partidista hizo que, cuando llegó el temporal, la exposición de las Cajas al riesgo inmobiliario –por porcentaje y por solvencia- era muy superior al de los bancos.
Pero además, y esta es la segunda razón del desastre, los partidos, sindicatos y patronales llenaron los consejos de administración de las Cajas con políticos, parientes y amigos sin el menor conocimiento financiero; esto las dejó muy mal preparadas para reaccionar a tiempo ante la crisis y tomar las decisiones correctas. En este sentido las comparecencias de antiguos directivos de Caja Madrid, Caixa Catalunya, Bancaja, Caja de Castilla-La Mancha y muchas otras instituciones han sido desoladoras. «Ninguno de los que estábamos allí éramos expertos», admitió con total candor el expresidente de la desaparecida Caja de Ahorros del Mediterráneo. Era sincero: la cualificación aportada por uno de sus compañeros era la de ser bailarina profesional. Por su parte el expresidente de Caixa Catalunya –y exvicepresidente del Gobierno- sacó pecho y defendió que él se había preocupado en dar cursos de formación a los miembros de su Consejo… para que supieran lo que es un balance y una cuenta de resultados. La escasa preparación de sus miembros, por cierto, no les impidió subirse los sueldos -«para alcanzar el salario medio del sector»- como premio a los esfuerzos realizados para conseguir hundir la Caja, razón por la que ahora están imputados. Su entidad acabo necesitando un rescate de 12.052 millones de euros.
Hay una tercera razón por la que la colonización política de las Cajas precipitó el desastre: aquellos que tenían que haber regulado, vigilado e intervenido –el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores- lo hicieron tarde y de forma insuficiente. También sus presidentes habían sido nombrados por los partidos políticos.
¿Y en Baleares? Pues aquí, junto a Sa Nostra, que se hundió siguiendo el mismo patrón que el resto de Cajas, tenemos a una de las dos únicas Cajas que se han salvado del desastre: Colonya, Caja de Ahorros de Pollensa. Su presidente, que compareció en la Comisión de Investigación del Congreso, proporcionó la receta del éxito: ellos se habían mantenido en el negocio tradicional, no habían aceptado «interferencias políticas», y no habían financiado “ninguna macroinfraestructura pública”. Ahora díganme, por favor, si no es imprescindible que también en el Parlamento Balear haya una comisión de investigación para saber por qué Sa Nostra, y con ella su obra social, ha desaparecido de Baleares.
Comentarios
Y ya lo he dicho en La Argos , pero se lo repito aquí :
Las dos únicas verdaderas razones que me impiden afiliarme a VOX son :
Poder llegar a ver a Arrimadas de presidenta de la Generalidad de Cataluña, y a usted de presidente de Baleares. ( O, en su defecto, ministro de Sanidad, de Cultura, o, después de leer este texto, de Economía )
Muchas Gracias