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COLA DE RIENZO Y PETRARCA: EL DICTADOR Y EL ARTISTA (10)


Según algunos el alquimista Johannes de Rupescissa es francés de Auvernia, y otros dicen que es catalán de Peratallada. A favor de esta segunda hipótesis hay varios argumentos. Está la semejanza entre su nombre y el de su posible población de origen –ambos evocan, aunque no exactamente ‘piedra cortada’-. También que entre sus escritos se encuentren textos en catalán, pero ni uno solo en francés. Por último el nombre de Rupescissa o Peratallada se suele incluir junto al de Arnaldo de Vilanova y Ramón Llull, y estos últimos son indudablemente de la corona de Aragón. Se dice, en todo caso, que ha estudiado filosofía en Tolosa, que ha ingresado en los franciscanos, que se ha visto cautivado por las profecías de Joaquín de Fiore, que las ha divulgado enriquecidas con aportaciones propias, y que ha sido perseguido y encarcelado. En algún momento cercano a 1330 ha llegado a sus manos el Oráculo Angelical de Cirilo, un texto profético de gran aceptación entre los franciscanos espirituales. Se supone que Cirilo fue un sacerdote y ermitaño del Monte Carmelo que, en el transcurso de una misa, se vio sobresaltado por la irrupción de un ángel que le hizo entrega de dos tablas de plata repletas de profecías. Tras traducirlas al latín, continúa la tradición, Cirilo las mandó al propio Joaquín de Fiore que las usó para producir sus propias predicciones, de modo que para algunos el Oráculo Angelical es incluso más importante que las propias obras del abad calabrés. Rupescissa ha contribuido a dar difusión al Oráculo. Más adelante se ha centrado en la alquimia y se ha enfrascado –nunca mejor dicho- en una empresa notable, la búsqueda de la quintaesencia, una panacea a partir de la destilación de vinos escogidos.


A las pocas semanas de su llegada a la comunidad de fraticelli de los montes de Majella Cola di Rienzo es abordado por un tal Fra Angelo que le comunica varias cosas: que lo ha reconocido, que esperaba su llegada, y que según el Oráculo Angelical de Cirilo que en esos momentos enarbola –y que Fra Angelo considera de una exactitud absoluta- el ex tribuno está destinado a desempeñar un papel esencial en los acontecimientos que se avecinan. En concreto, debe contactar con el emperador vigente y entre ambos buscar a un misterioso “pastor angelical”, un nuevo Papa –que obviamente no es Clemente VI- para purificar el orden mundial, derrotar al anticristo –que este sí puede que sea Clemente VI- y preparar el inminente advenimiento de la Era del Espíritu. No le resulta difícil a Fra Angelo que Cola di Rienzo adopte este nuevo papel protagonista que se le ofrece.

Con estos mimbres Cola di Rienzo vuelve a la vida pública. En verano de 1350 viaja a Praga de incógnito, vestido de fraile, para entrevistarse con el emperador Carlos IV de Bohemia, personaje contra el que en su época de tribuno no paró de despotricar. Tal vez porque lo han reconocido, o porque continúa hablando muy bien, el tribuno consigue una audiencia con el emperador. Allí le cuenta que el mundo que conocen está próximo a su fin, y que la plaga y los terremotos han sido enviados por el creador para castigar a la iglesia corrupta y la rapacidad de los gobernantes. En realidad, continua Cola di Rienzo, de acuerdo con las profecías joaquinitas todo esto debería haber ocurrido antes, pero Dios esperó un tiempo por cariño a San Francisco y Santo Domingo. Ahora el reino del Espíritu Santo está a la vuelta de la esquina, y el emperador debe ponerse al frente de los acontecimientos, independizarse del papa corrupto, buscar al misterioso pastor angelical y marchar sobre Roma, donde para empezar erigirá un monumental templo dedicado al espíritu santo al que todos peregrinarán, incluidos los judíos y los paganos de Egipto. Cola di Rienzo desea marchar humildemente junto al emperador y allanarle el camino para que los italianos lo acepten dócilmente. Además, añade, es un gran momento para hacerse cargo de la Urbe, pues el Jubileo la ha dejado con las arcas desbordantes. En las sucesivas reuniones que mantiene con Carlos Cola di Rienzo añade algún detalle más de las profecías de Fra Angelo, por ejemplo que el vigente Papa está destinado a morir en el curso de un año y medio, y que para el año 1352 los sarracenos habrán adoptado el cristianismo. Y en otra le revela una noticia impactante: el tribuno es hijo ilegítimo del emperador Enrique VII de Luxemburgo, que en una visita no programada al Rione della Regola dejó embarazada a su madre. Así que pueden hablar de igual a igual.


El nuevo rumbo de Cola di Rienzo es asombroso incluso para quien haya presenciado todos sus bandazos previos. Aquel que no ha parado de declarar quejumbrosamente su fidelidad al papa ha devenido furibundo gibelino. El airado defensor de que Roma sólo sea gobernada por romanos le abre ahora las puertas a un bohemio al que pocos años atrás describía como ‘extranjero sediento de sangre romana’. El tribuno que se nombró a si mismo de acuerdo, según él, con las antiguas leyes de Roma pasa a declarar que sólo el emperador tiene autoridad para gobernarla - todo el que quiera gobernar sin Carlos, dice, ‘comete adulterio con la viuda Roma’-. Y para rematar pone en entredicho la honestidad de su propia madre.

Si en lugar de haber llegado hasta Carlos IV Cola di Rienzo hubiese caído en la corte de su antiguo rival Luis de Baviera, con su antipatía manifiesta a Clemente VI y sus franciscanos espirituales, quizás le habrían ido mejor las cosas. Pero Carlos es un fiel vasallo del papa, el Rex clericorum como le llama burlonamente Guillermo de Ockham, y los teólogos de Praga son más austeros, sin la capacidad para la fantasía que el relato de Cola di Rienzo exige. «Rienzo escandalizó a estos alemanes» contará el cronista. Carlos pide al tribuno que condense sus afirmaciones por escrito, lo que éste hace en extensas cartas que titula «El verdadero manifiesto del Tribuno sobre asuntos cismáticos y erróneos» y «La oración del Tribuno en respuesta al César sobre la elocuencia de la caridad». Una vez analizadas minuciosamente por el arzobispo de Praga Ernst von Pardubitz [19] éste confirma que sus opiniones parecen decididamente heréticas, por lo que deposita al tribuno en prisión. Cola di Rienzo permanece inicialmente tranquilo, pues ciertos reveses iniciales estaban incluidos en la profecía de Cirilo. Sin embargo septiembre de 1350, la fecha profetizada para su vuelta triunfal a Roma, pasa sin incidentes significativos, y comienza a ponerse nervioso. Continúa su correspondencia, tanto con Carlos como Ernst von Pardubitz, consiguiendo únicamente ser trasladado a la lóbrega fortaleza de Raudniz. El inestable temperamento de Cola di Rienzo vuelve a sumergirlo en la melancolía; escribe a Fra Angelo despidiéndose y pidiendo que cuide de su hijo.


Mientras tanto Carlos IV ha enviado noticias del encarcelamiento al papa, que inmediatamente envía una carta al arzobispo de Praga para que se lo mande o al menos lo mantenga a buen recaudo. Reitera esta petición en febrero de 1351, en tono más apremiante, recordando que el tribuno ha sido declarado hereje. Sin embargo Carlos está inmerso en su futura coronación, y decide reservarse al tribuno como una valiosa pieza para la negociación en curso. En enero de 1352 Von Pardubitz viaja a Aviñón para recordar a Clemente VI que Carlos espera ser coronado en Roma y que, a diferencia de lo que le pide Cola di Rienzo, tiene intención de salir inmediatamente después de la Urbe y no volver. La negociación no prospera, porque los florentinos y los Visconti de Milán se oponen firmemente, y el papa tampoco parece tener muchas ganas. Von Pardubitz retorna a Praga con unos enviados del papa y una carta para Carlos: «Estamos mandando instrucciones a nuestro venerable hermano Ernesto, arzobispo de Praga, al efecto de que, sin ocasionar disturbios, sea tan amable de entregar a Cola di Rienzo, el ciudadano romano condenado por herejía, a nuestros íntimos colaboradores y portadores de la presente (…) para que el dicho Cola di Rienzo sea conducido ante nos».


Carlos accede finalmente a la entrega, y a Cola di Rienzo no le parece mal. Está claro que los bohemios han resultado ser inmunes a su magnetismo. No le desagrada la idea de abandonar sus lúgubres aposentos y defenderse ante el papa en Aviñón, a quien ya cautivó cinco años atrás. Su biógrafo resume la entrega de Cola di Rienzo de una manera algo peculiar:

«Después de algún tiempo Cola pidió por favor al emperador que pudiera ir a Aviñón para aparecer frente al papa y presentarle pruebas de que no era un hereje ni un patarino [20]. El emperador dudó durante largo tiempo, pero finalmente accedió a su petición (…) En su viaje los habitantes de todos los pueblos por los que pasaba se alzaban en gran conmoción. Grandes multitudes acudían a contemplarlo con grandes gritos y alboroto. Las gentes se acercaban y le decían que querían liberarlo de las manos del papa, que no querían que lo llevaran a Aviñón. A todos les contestaba: “voy voluntariamente y no por la fuerza” Y les daba las gracias (…) Cuando Cola llegó a Aviñón habló en presencia del papa y presentó sus defensa (…) El papa permaneció en silencio ante sus palabras. Cola di Rienzo fue hecho prisionero en una sólida y espaciosa torre; una cadena notablemente fuerte fue ajustada a su pie. La cadena fue anclada a la bóveda de la torre. Allí permaneció Cola vestido con ropas bastante decentes (…) Disponía de muchos libros (…) Las cocinas del papa lo proveían de comida en abundancia».

Nada más llegar a Aviñón Cola di Rienzo intenta ponerse en contacto con Petrarca, pero éste hace oídos sordos. Quizás en parte para justificarse ante sus ojos, el poeta escribe una carta a un amigo:

«Recientemente ha llegado a la Curia, o mejor, no llegó sino que fue traído como prisionero, Cola di Rienzo, anteriormente el por todos temido Tribuno de Roma, hoy el más infortunado de los hombres (…) Rienzo entró en la Curia humillado y despreciado, aquél que una vez hizo temblar y temer a los malvados de este mundo, y que había llenado a los justos con las más gozosas esperanzas y expectativas».


Hay dos cosas que el poeta no perdona al tribuno. La primera, que no se dejara matar en el Capitolio:

«Podría haber afrontado una gloriosa muerte en el Capitolio, pero se ha sometido a las cadenas, primero de un bohemio y después de un lemosín, para su eterna deshonra y oprobio del nombre de Roma y de la república (...) A decir verdad los hechos que llevó a cabo, y los que prometió llevar a cabo cuando yo escribí sobre ellos, merecieron justamente no sólo mi elogio y admiración sino el de toda la humanidad. No creo que deba destruir ahora todas aquellas cartas por este paso en falso: que eligiera vivir en la vergüenza antes que morir en la gloria (…) El barro del que está hecha toda criatura mortal. Incluso la más sagrada y pura, puede sin duda ser destruido; pero la virtud no teme la muerte ni el reproche. La virtud es invulnerable y sobrevive toda calumnia y todo ataque inmaculada. ¡Si simplemente no hubiera manchado su honor con su letargo y cambio de propósito! No habría tenido nada que temer de la sentencia que pende sobre su cabeza excepto daño físico».

Y que no matara él mismo a los barones cuando los tuvo en su poder:

«Admito que ninguna pena es demasiado severa para Cola; primero, porque no perseveró en sus objetivos de manera tan inquebrantable como habría debido (…) y segundo porque habiéndose declarado campeón de la libertad, no debería haber permitido a los enemigos de la libertad marchar armados cuando podía haberlos aplastado de un solo golpe, una oportunidad que la fortuna no ha ofrecido nunca a un gobernante (…) Solía llamarse así mismo ‘severo y clemente’. A decir verdad, parece que decidió poner en práctica sólo la segunda parte del título y no la primera que era tan necesaria debido a la enfermedad de la república».

Y termina la carta con un enfado adicional que incluso parece supera a las dos decepciones precedentes. Según ciertos rumores Cola di Rienzo podría salvar finalmente la vida, pero no por ser un patriota sino por ser ¡un poeta! Esto resulta de lo más insultante para Petrarca que dedica el resto de una inacabable misiva a, entre innumerables citas, rebatir tal posibilidad. Porque al parecer está bien que el poeta se entrometa en las andanzas del hombre de acción, pero el hombre de acción nunca debe aspirar a convertirse en poeta.


NOTAS
[19] En bohemio Arnošt de Pardubice.
[20] La pataria fue un movimiento religioso del siglo XI centrado en Milán. Pretendían una reforma del clero, incluida la prohibición de que los clérigos mantuvieran concubinas. Posteriormente patarino se confundió con cátaro, resultando en sinónimo de hereje.

Imágenes: 1) Rupescissa y el proceso de obtención de la quintaesencia a partir del vino, similar a aquel por el que el árbol da frutos; 2) Cirilo de Constantinopla, por Zurbarán; 3) El emperador Carlos IV; 4) Ernst von Pardubitz; 5) Extensión del reino de Bohemia.

Comentarios

viejecita ha dicho que…
Gracias por seguir con el relato , querido Don Navarth , a pesar de tener todo el jaleo que tendrá encima, y de merecerse unas vacaciones totales.
Cuando tenga tiempo y ganas, por favor añada información sobre la imagen nº 6 , que es mi favorita,( la última de la que informa es la 5, con el mapa de Bohemia ). Supongo que es Petrarca recibiendo la corona de laurel, pero ¿ quien es la dama que se la lleva ? ¿ Su dama ? ¿ Una de las musas ? ¿ Afrodita ? ¿ Y el amorcito con el arco ? ¿ Y quien es el autor , para buscar más cosas suyas ?

Pido mil perdones por preguntar tanto. Soy en eso como mis nietos, que cada vez que les cuento una historia, me dicen ¿ Y luego que pasó ?...
navarth ha dicho que…
Viejecita, todo parece indicar que se trata de Petrarca con su amada Laura. El angelote debe ser un cupido que simboliza el amor entre ambos. Por lo demás, parece que finalmente la historia de Cola di Rienzo llega a su conclusión. Un fuerte abrazo.

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