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LOS SOCIALISTAS UTÓPICOS: OWEN



En el año 1784 David Dale, de Glasgow, crea una factoría para hilar y tejer algodón cerca de los saltos del Clyde en el condado de Lanark, Escocia. El agua de las cascadas debe proporcionar la fuerza motriz de las maquinas; por lo demás la elección parece poco afortunada. Las comunicaciones son deficientes y la población escasa, y la que hay desdeña el duro trabajo en las fábricas textiles. Dale construye una aldea alrededor de las fábricas que poco a poco atrae gente, aquellos que no han conseguido encontrar nada mejor con que garantizar su subsistencia. Además decide recurrir a los hospicios e instituciones benéficas de las grandes ciudades para que le proporcionen niños. Con este fin acude a Edimburgo, de donde obtiene 500 ejemplares de edades comprendidas entre los seis y ocho años con los que formaliza contratos para trabajar en la fábrica. La población crece y pronto New Lanark cuenta con 2.000 habitantes, pero la convivencia no es sencilla: imperan la miseria, el alcoholismo y el robo. La situación de los niños no es mejor. Son correctamente alimentados y vestidos, pero desde los seis años (a veces desde los cinco años) deben trabajar catorce horas al día y recibir una rudimentaria educación al finalizar la jornada. En estas condiciones crecen deformes de cuerpo y mente. El periodo contratado dura entre siete y nueve años, es decir, hasta los 14 ó 15. En ese momento los niños y niñas son liberados de sus penosas obligaciones con New Lanark y se apresuran a regresar a Glasgow o Edimburgo, donde sucumben a las tentaciones de la gran ciudad en especial el alcoholismo, el robo y la prostitución activa o pasiva. Y eso que David Dale no es mala persona:

La buena voluntad del señor Dale se torna así en malos resultados. Si estas son las condiciones del trabajo infantil bajo las mejores circunstancias ¿cuáles son las peores?


En una visita a Glasgow Carolina Dale, hija del propietario de New Lanark, coincide con Robert Owen, y ambos se sienten recíprocamente atraídos. Owen es galés y dirige con éxito una fábrica textil en Manchester, donde además es socio de la Sociedad Filosófica y Literaria. Tras visitar New Lanark convence a sus socios de Manchester para que hagan una oferta a Dale, que acepta. En 1799 Owen, que entretanto se ha casado con Carolina, se traslada a New Lanark, que entonces reúne a 2.500 personas. El robo está ampliamente extendido en la comunidad, pero Owen renuncia a imponer sanciones o castigos y comienza a inculcar nuevos hábitos de conducta. Más tarde contará:

Fueron simultáneamente instruidos en como dirigir su trabajo hacia ocupaciones legales y útiles con las que, sin peligro ni deshonor, podían realmente ganar más que lo que habían obtenido previamente con prácticas deshonestas”.

La embriaguez es desalentada de forma similar, y también se persigue el juego y la prostitución. En lugar de penalizar a sus trabajadores cuando su rendimiento no es satisfactorio, Owen cuelga sobre cada puesto de trabajo un cubo cuyas caras están pintadas de colores. La cara negra indica un trabajo deficiente; la azul ‘indiferente’; la amarilla ‘bueno’; y la blanca ‘excelente’. Los trabajadores se ven influidos por la presencia del ‘monitor silencioso’, y su rendimiento mejora gradualmente.


Owen eleva la edad mínima para trabajar desde los 6 años hasta los 10. En ese tiempo arrancado al trabajo los niños dedican todos sus esfuerzos a recibir educación, pues ésta es un elemento esencial en su visión. Los niños entran en la escuela desde los 2 años, con lo que New lanark aporta el primer kindergarten a la historia. En ella los castigos están proscritos y los niños “no son molestados con los libros”, sino que aprenden jugando con los objetos de su entorno en función de su propia curiosidad.

En general Owen trata a su trabajadores con respeto, y con ello consigue despertar en ellos cierta dignidad. En paralelo son mejoradas sus condiciones económicas. Owen crea economatos subvencionados con las ganancias de la fábrica en los que los trabajadores pueden comprar a precio asequible bienes de buena calidad. Algunos de los socios protestan por la derivación de beneficios hacia la mejora de las condiciones de los obreros, pero Owen consigue que nuevos socios entren en el accionariado, entre ellos su amigo Jeremy Bentham. En el transcurso de una decena de años New Lanark experimenta una notable transformación.
 

A partir de ese momento Owen comete el error de generalizar con excesiva alegría los buenos resultados obtenidos en New Lanark, de extrapolar al límite sus experiencias, y de ignorar el efecto del azar. En 1816 sistematiza sus experiencias en Una nueva visión de la sociedad. El pilar básico de esta nueva visión es este: el hombre es completamente incapaz de formar su propio carácter, que le viene impuesto por la educación y las circunstancias:

Cada día que pasa hará más evidente que el carácter del hombre es, sin excepción, siempre formado por otros; que puede ser, y es, mayoritariamente formado por sus predecesores; que ellos le proporcionan o le pueden proporcionar sus ideas y sus hábitos, que son los poderes que gobernarán y dirigirán su conducta. El hombre, por tanto, nunca pudo ni es posible que pueda jamás formar su propio carácter”.

Y por si no queda suficientemente claro Owen lo reitera en mayúsculas: “LA VOLUNTAD DEL HOMBRE NO TIENE EL MENOR PODER SOBRE SUS OPINIONES; DEBE CREER, SIEMPRE LO HIZO, Y SIEMPRE LO HARÁ, EN AQUELLO QUE HA SIDO IMPRESO EN SU MENTE POR SUS PREDECESORES Y LAS CIRCUNSTANCIAS QUE LO RODEARON.


Llevado a su extremo (como hace Owen) este es un planteamiento devastador pues no sólo niega la responsabilidad humana (“el hombre no es un sujeto apto para ser culpado ni alabado”, defiende) sino también su contrapartida, la libertad. Pero Owen está contento porque piensa que ha descubierto la herramienta exclusiva para formar el carácter: la educación:

Los niños (...) pueden ser formados colectivamente para desarrollar cualquier carácter humano. Y a pesar de que estos seres, como el resto de las creaciones de la naturaleza, presentan infinitas variedades poseen esa cualidad plástica que (hace que), con perseverancia y bajo dirección juiciosa, puede ser finalmente moldeada a la imagen de nuestros anhelos y deseos racionales”.

El hombre puede ser formado para adquirir cualquier sentimiento o hábito o cualquier carácter”.

El hombre se convierte así en una pieza de ingeniería social apta para ser moldeada por el visionario de turno. De hecho Owen considera que hasta ese momento la humanidad ha permanecido en las tinieblas, y que su doble descubrimiento (el hombre no puede formar su propio carácter; con la educación se puede modelar cualquier carácter) ilumina una nueva (y feliz) era: “En todas las épocas y en todos los países el hombre parece haber conspirado ciegamente (...) para haber permanecido tan ignorante de sí mismo como lo era del sistema solar en los días anteriores a Copérnico o Galileo”.

Porque la maldad, el crimen y la miseria provienen de la ignorancia, y en realidad son culpa de la sociedad que ha formado deficientemente el carácter de la persona: “En aquellos caracteres que ahora tienden al crimen, obviamente la falta no está en el individuo, sino que los defectos proceden del sistema en el que el individuo ha sido educado”. El mayor crimen, pues, es de la sociedad, que debería dedicarse a educar “en lugar de castigar crímenes después de haber permitido que el carácter humano se haya formado para cometerlos. En realidad la aplicación de una educación adecuada provocará no sólo la desaparición del delito, sino también de la miseria: “Adoptando los medios necesarios el hombre puede ser gradualmente formado para vivir en cualquier parte del mundo sin pobreza, sin crimen y sin castigo; porque estos son los efectos del error en los distintos sistemas de formación, error capital procedente de una gran ignorancia de la naturaleza humana”. “Sobre mi experiencia de una vida dedicada al asunto, no dudo en afirmar que los miembros de cualquier comunidad pueden gradualmente ser formados para vivir sin ociosidad, sin pobreza, sin crimen y sin castigo, porque cada una de estas circunstancias son consecuencia de errores en los distintos sistemas (de educación) prevalentes a lo largo del mundo. Todas ellos son consecuencias necesarias de la ignorancia”.


¿Y qué hacer con las personas adultas, aquellas que ya han incorporado todos los vicios de una deficiente educación? Pues con paciencia y gentileza incluso éstos pueden ser corregidos. Curiosamente Owen defiende que uno mismo es incapaz de alterar su propio carácter ya formado, pero un tercero sí puede conseguirlo: “Incluso los crímenes ahora existentes en los adultos desaparecerán gradualmente: porque incluso la disposición peor formada, salvo los casos de locura incurable, no resistirán una firme, determinada, bien dirigida y perseverante bondad”.

El esquema de la sociedad ideal se cierra con la aplicación de lo que podría llamarse filantropía egoísta. Consiste en que todo hombre debe “descubrir que su felicidad individual sólo puede ser incrementada y extendida en la medida en que él persevere en incrementar y extender la felicidad a su alrededor”:

 “Todo individuo deberá necesariamente dirigirse a promover la felicidad de cualquier otro individuo dentro de su esfera de acción; porque debe comprender claramente y sin ningún tipo de duda que ese comportamiento es la esencia del propio interés y la verdadera causa de la propia felicidad”.

Este concepto es implantado en cada espécimen desde que ingresa en la escuela a los 2 años, donde se le repite con machaconería que “que debe comportarse para hacer felices a sus compañeros”.

Convencido de que tiene en sus manos la llave del Paraíso, Owen buscará horizontes más amplios para implantarlo en la tierra.



Imágenes: 1) Trabajadora manejando una hiladora Jenny, inventada en 1764 por Hargreaves. 2) New Lanark. El edificio 1 es el kindergarten, el 2 la ‘escuela para la formación del carácter’, y el resto las fábricas. 3) El ‘monitor silencioso’, despintado en esta ocasión. 4) Más imágenes de New Lanark. 5) Otra imagen de la spinning Jenny. 6) Robert Owen.
 

Comentarios

viejecita ha dicho que…
Muchas Gracias Don Navarth

Me ha gustado mucho esta nueva entrada.
Qué pena que Owen no se limitase a su negocio, a sus hilaturas y a sus trabajadores. Porque no iba por mal camino. Aunque sus éxitos fueran parciales.

Porque lo de creer que todo lo hace la educación, por fundamental que esta sea, es negar la biología.
Cada uno somos lo que es nuestro cuerpo, lo que marcan nuestros genes. Y esto se puede desarrollar o no, gracias a la educación y a los estímulos (Mucho mejor con premios que con castigos, en efecto ). Pero no somos todos iguales. Y por mucho que se intente educar a alguien, sólo llegará al máximo de lo que su biología le permita alcanzar.

Y con esa misma cantidad de educación externa, otro llegará mucho más lejos, y seguirá perfeccionándose y educándose a sí mismo, y creciendo en conocimiento propio y de las leyes del universo.

Siempre se están enfrentando los que creen que todo es cuestión de genes, con los que creen que todo es educación. Si fueran un poco sensatos, y se dieran cuenta que lo que somos se lo debemos a las dos cosas, puede que nos dejasen un poco más a nuestro aire a los que queremos mantenernos en la esfera de lo privado..
Anónimo ha dicho que…
Muchas gracias por esta magnífica entrada que da para mucha reflexión. Más allá de conclusiones maximalistas que se tornarían muy peligrosas por atentar contra la libertad él comprendió como ya lo hizo san José de Calasanz que la educación de los niños era el mejor arma contra la violencia, alcoholismo, etc. Muy bien traído. Hasta el sábado.
navarth ha dicho que…
Doña Viejecita, además de los genes y la educación yo creo que hay u tercer factor que influye en nuestro desarrollo como personas: lo que nosotros mismos nos aportamos a base de observarnos, regañarnos y corregirnos.

Don Tumbaollas yo también creo que la educación es esencial, y parece que Owen hizo un excelente trabajo en New Lanark. El problema es que luego llevó el concepto hasta el extremo y lo adoptó con orejeras de fanático.

Nos vemos el sábado. Viejecita ¿estará usted?

viejecita ha dicho que…
Tengo el billete de tren, de ida y vuelta desde hace quince días. Si los dioses no me juegan ninguna mala pasada, allí estaré.

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