En 1935, con el fin de dar una pátina científica a su ideología racista (como el que aplica barniz de Judea a un mueble barato para ennoblecerlo), Heinrich Himmler se reunió con Herman Wirth y Richard Walther Darré y creó la ”Deutsches Ahnenerbe—Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte” (“Herencia Ancestral Alemana – Compañía para el estudio de la historia primigenia del espíritu”). Su objeto era buscar la confirmación de que un pueblo nórdico, los arios, había dominado todo el mundo en tiempos protohistóricos. Decir todo el mundo no era para ellos una exageración. Según algunas de las teorías racistas más intrépidas, como las de Hans F. K. Günther, profesor de la Universidad de Berlín, los arios habían llegado a conquistar China y Japón, donde gobernaron desde entonces como castas guerreras. Así pues ¿los samuráis eran arios? Pues parece que sí. Himmler, por su parte, estaba convencido de que los arios provenían de la Atlántida, donde habían fundado una magnífica civilización prematuramente frustrada por un tsunami. Además, pensaba, su camino evolutivo había sido diferente, y sin duda más refinado, que el del homo sapiens estándar. En un combinado intelectual de este tipo, era previsible que la atención de la Ahnenerbe se dirigiera hacia el esoterismo y el ocultismo, y así fue. Lamas, chamanes, runas y petroglifos se convirtieron en portadores de una emocionante historia secreta según la cuál la raza elegida de los arios había protagonizado desde tiempos inmemoriales una titánica lucha contra el mal. Es decir, contra los judíos.
Darré estaba hasta entonces a cargo de la Oficina para la Raza y el Asentamiento de las SS. Su misión había consistido en verificar la pureza racial de los aspirantes a ingresar en el cuerpo, y, una vez dentro del mismo, proporcionarles el adoctrinamiento adecuado. Wirth era uno de los mayores especialistas alemanes en prehistoria, y además estaba especialmente atraído por la Atlántida, pero aún así resultó demasiado serio para el proyecto. Dirigió dos expediciones de la Ahnenerbe. La primera a Karelia, en la que se dedicó a estudiar el folklore local, contactó con brujos autóctonos, se interesó, por motivos desconocidos, por las saunas finlandesas, y demostró un singular desenfado al manejar los presupuestos de la institución. La segunda expedición se dirigió al sur de Suecia, y en ella se centró en el análisis de petroglifos de los que creyó deducir la existencia de un alfabeto primitivo. Pero en 1937 Wirth abandonó la Ahnenerbe y fue sustituido por Walther Wüst, especialista en la India y un excelente divulgador del conocimiento. En ese momento, la compañía cambió su nombre por el más austero ”Forschungs und Lehrgemeinschaft: das Ahnenerbe” ("Comunidad para la investigación y enseñanza: La Herencia Ancestral"), y Wüst, hombre de altas miras, gasto 300.000 marcos del erario en trasladar su sede al barrio berlinés de Dahlem.
Desde su nueva sede, la Ahnenerbe emprendió nuevas expediciones. He aquí algunos ejemplos. En 1937 sus científicos viajaron a Francia, visitaron la gruta de Les Trois-Frères, y se extasiaron ante la figura de El Hechicero, un ser realizando enigmáticos ritos y dominando rebaños (¿un proto-Führer?). Más adelante se dirigieron al valle de Camonica, cerca de Pérgamo, para estudiar unas inscripciones en roca, parecidas a runas, que los llevaban a sospechar que, a pesar de su morenez, los fundadores de Roma también habían sido nórdicos. También investigaron las criptas de una serie de prominentes familias locales, pero los motivos permanecen ocultos.
Parece ser que el deseo de encontrar el hogar natal de los arios (si es que la Atlántida debía ser finalmente descartada) estaba detrás de la más famosa expedición patrocinada por la Ahnenerbe, la que, dirigida por el naturalista Ernst Schäffer emprendió al Tibet. Junto a Schäffer estaba Bruno Beger, un discípulo de Günther, que se dedicó a medir con entusiasmo el cráneo de los tibetanos para confirmar su parentesco con los nórdicos. De paso, encontró esvásticas.
Pero las investigaciones de la Ahnenerbe no sólo estaban dirigidas a rastrear los orígenes de los arios, sino también su perpetuo conflicto con los judíos.
Por ejemplo en 1938 dos profesores promovieron un viaje a Oriente Medio en el que pensaban demostrar que las tensiones del Imperio Romano con sus dominios más orientales había sido un mero reflejo de las existentes entre nórdicos y semitas (pues, recordemos, el Imperio Romano era en realidad nórdico). Incluso la estructura de la música venía a confirmar esta tensión racial:entre las conclusiones que la sección de musicología de la Ahnenerbe extrajo de sus estudios estaba que la consonancia alemana entraba en conflicto directo con el atonalismo judío.
Imágenes:
1. Emblema de la Ahnenerbe.
2. Hans F. K. Günther.
3. El Hechicero de Les Trois-Frères.
4. Runas en Camonica.
5. Esvásticas en el Tibet.
6. Bruno Beger comprobando su afinidad racial con una tibetana.
Comentarios
Hace un par de años mi hijo me regaló un libro sobre la expedición de los antropólogos nazis a Nepal... que sigue recolectando polvo en mi mesilla de noche en compañía de otros quince o veinte más. Tendré que darle prioridad, pero no doy abasto.
En otro orden de cosas, se sabe si Sabino Arana mandó también a alguien por aquellos pagos? En realidad la pregunta es retórica, ya que en todo caso deberían haber sido los nepalíes, o los chinos, los hindúes.. o los propios alemanes los que enviaran una expedición a Ochandiano, Apatamonasterio, Larrabasterra, Larrabezúa o Guecho (con ch) para tratar de averiguar donde empezó TODO.
Sabino, conocedor de la verdad, no tuvo ni que molestarse.
D. Gorka es que McNulty y cía enganchan. Hay drogas que desconocidas por la mayoría son más estimulantes.
Slds.Nodoycrédito.
D. GORKATAPLINES, por lo que acabo de contar a D. Nodoycrédito, estaría muy interesado en leer ese libro si lo localiza. Me habría encantado una expedición de los nazis para medir el cráneo de Sabino Arana y descubrir su identidad esencial. Por cierto, habrían encontrado un montón de esvásticas. Además el lauburu es dextrógira, como la de los ellos. Saludos.
El interés de los nazis por el esoterismo, la magia y las civilizaciones antiguas, reales o imaginarias, es un tema fascinante. Si me permite otras dos recomendaciones de lectura, la germanista española Rosa Sala Rose tiene un Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo en el que junto a entradas previsibles ("judío", "espacio vital") encontrará otras inesperadas ("tabaquismo", "Montserrat", "Stonehenge", "Tihahuanaco") También me gustó un libro del documentalista alemán Rüdiger Sühner, Schwarze Sonne, del que, si no recuerdo mal, hay traducción inglesa con el mismo título: The Black Sun. Es sucinto, se lee de un tirón y funciona estupendamente como introducción al esoterismo nazi. Tanto Sala Rose como Sühner presentan datos de interés sobre la pervivencia de estas mitologías después del derrumbe del nazismo, hasta nuestros días, en capillas marginales entre la militancia política y la secta religiosa. Por ejemplo, el diplomático chileno Miguel Serrano ha divulgado en sus obras una extraña mescolanza de teosofía, ufología y culto a un Hitler "místico", al que concibe como avatar o reencarnación de una deidad.
Le dejo un enlace que puede interesarle (como adicto a las series). Slds Nodoycrédito.
http://findesemana.libertaddigital.com/punaladas-por-la-espalda-de-frente-de-costado-la-politica-1276239646.html
Si no funciona pase por el blog de Santiago Navajas.
Aprovecho para recomendarle un libro que seguramente ya conoce: Hitler. Anatomía de un dictador. Conversaciones de sobremesa, de Henry Picker. Fue publicado en castellano por Grijalbo en 1965. Se pueden apreciar las aficiones y obsesiones de Adolf, contadas a sus invitados en un ambiente distendido.
Y aprovecho también para animarle a que continúe con la historia de la IG Farben. A más de uno nos ha dejado con las ganas.
Saludos,