Señores, les he mentido desde el principio pero, en mi descargo, tengo que decirles que lo he hecho desde mi creencia sincera en su estupidez. No me malinterpreten: yo no soy mejor que ustedes. En realidad, yo no soy nada: no soy más que una emanación de sus sentimientos. Cuando les decía que reducir el gasto público era antisocial, cuando les decía que la reforma del mercado laboral era un síntoma revelador del odio hacia los trabajadores, no pensaba realmente lo que decía. Mejor dicho: no pensaba en el sentido obsoleto de la palabra ‘pensar’. Sin embargo esas eran las medidas que proponía la oposición. Y yo sabía, porque ustedes lo sabían y yo no soy más que una condensación de sus emociones, que lo que proponía la oposición era necesariamente malvado, y por tanto yo hacía bien al criticarlo. Pero entonces ¿realmente mentía? Al llegar a este punto ustedes y yo estaremos de acuerdo en que el concepto ‘mentira’ debe desvanecerse para siempre.
Ahora se imponen las razones de estado. Del estado de mi bienestar, que es el suyo. Ahora parece haber entrado con fuerza en el escenario un factor difuso y sorprendente que algunos llaman “realidad”. Ahora un francés, una alemana, un negro, y un chino, como si se tratara de un chiste, me obligan a hacer aquéllas cosas por las que antes (¿realmente existe el ‘antes’?) criminalizaba a la oposición. Yo entiendo, porque ustedes lo comprenden y yo no soy más que su espíritu materializado, que esto no implica un bandazo. Antes estas medidas eran malas porque las defendía la oposición, ahora son buenas porque las proponemos Nosotros. ¿Existe algo más obvio? ¿Hay algo más claro? Y además ¿podría hablarse de contradicción cuando Nosotros, junto con la mentira, hemos desterrado la coherencia? En cualquier caso, para que eviten la tentación de reflexionar (con el consiguiente dolor de cabeza), permítanme entretenerlos con este pequeño malabarismo. ¡Ale hop!: subida de impuestos a los ricos. Si, todos sabemos que esto no es nada, pero es que yo soy nada. Yo no soy más que la emanación de los (peores) instintos de la Tribu. Hagan caso, pues, a lo que decía ayer el antiguo Gran Chamán de belfos caídos: en estos momentos, y en cualquier otro, sólo la Militancia, sólo la Tribu, importa.
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