El pasado día 9 comenté en el blog de Santiago González que la cara de Leire Pajín me recordaba la de un bebé monstruoso (no sé, quizás por la frente algo hinchada y los rasgos regordetes). El caso es que Monsieur de Sans-Foy tuvo la enorme gentileza de dedicarme estos versos:
LEIRE PAJÍN: PREMIO "PLANETA"
LEIRE PAJÍN: PREMIO "PLANETA"
O cómo llevarse un kilo al mes,sin saber ni decir "Atlántico"
Doña Leire Pajín tiene cara de niño,
de bebé que tuviera proporciones gigantes.
Sus facciones, más propias de los tiernos infantes,
justifican el torpe, proverbial desaliño:
se diría que vuelve, cada vez que la veo,
sudorosa a la escuela del alegre recreo.
.
Al hablar, bambolea la cabeza en exceso
cual muñeco de feria, contumaz tentetieso.
Hace muecas extrañas, divertidos visajes,
que parece talmente que le pican los trajes.
Empezó la carrera como humilde becaria
-doña Leire es pelota, doña Leire es sectaria-
y ha sabido ganarse, con su cara de niño,
la jugosa vacante del ministro Pepiño.
Persevere en el cargo, que cualquier adoquín
puede ser hoy ministro, doña Leire Pajín.
(Dedicado al caballero Navarth)
Pero sucedió que en esos días andaba yo muy atareado por distintas cuestiones laborales, y los versos en cuestión me pasaron desapercibidos hasta hoy cuando, al abrir la puerta, me he encontrado a dos sicarios albano-kosovares enviados por Monsieur para recordármelos. Lo cierto es que las cosas son como son, y tiene toda la razón al sentirse ofendido. De modo que, como buen yakuza, en este acto procedo a cortarme ambos meñiques y a ponerlos a su disposición. Un gesto ínfimo, lo sé, pero puede que sirva para indicarle mi arrepentimiento. ¡Miiis disculpas! ¡Káká! (léase con acento japonés)
Pero sucedió que en esos días andaba yo muy atareado por distintas cuestiones laborales, y los versos en cuestión me pasaron desapercibidos hasta hoy cuando, al abrir la puerta, me he encontrado a dos sicarios albano-kosovares enviados por Monsieur para recordármelos. Lo cierto es que las cosas son como son, y tiene toda la razón al sentirse ofendido. De modo que, como buen yakuza, en este acto procedo a cortarme ambos meñiques y a ponerlos a su disposición. Un gesto ínfimo, lo sé, pero puede que sirva para indicarle mi arrepentimiento. ¡Miiis disculpas! ¡Káká! (léase con acento japonés)

¡Gracias Monsieur!
Comentarios
¡Es la última vez que mando sicarios andorranos! Lo barato sale caro.
De todas formas, si otra vez quiere Vd. congraciarse conmigo, le bastan estas palabras mágicas:
"Que te den pomada".
Y me manda una botella de esa excelente ginerbra que destilan por allí.
Un abrazo, y cuídese esos deditos, que si no, no le veo futuro enseñando a los turistas el piano de Chopín...