Tanto daño como el libro de Suso de Toro tendrían que hacerle a Zapatero las entrevistas que le ha atizado El Mundo. Porque nada como estas entrevistas en profundidad para demostrar su superficialidad. Al leer las respuestas del Presidente, uno tiene la impresión de estar viendo esas atracciones de las ferias que consisten en un cartón decorado con escenas pintorescas y personajes disfrazados, y un agujero a la altura de las cabezas para que la gente meta la suya y se haga la correspondiente foto. Porque al igual que esos decorados, las respuestas de Zapatero son meras viñetas planas, sin nada detrás. Y como si él mismo asumiera esa circunstancia, Zapatero no parece preocuparse en lo más mínimo de que sus respuestas coincidan con la realidad. Porque, por algún curioso proceso mental, parece estar convencido que lo importante no es ésta, sino sus escenarios pintados en cartón, que son desechables a voluntad.
De este modo, Zapatero puede asomar la cabeza por el agujero del decorado y afirmar orgullosamente "como líder de la oposición yo hice el Pacto Antiterrorista”, sin importarle que, en realidad, lo traicionó aún antes de alcanzar el poder. O decir "me he reunido nueve veces con Rajoy, el triple que Aznar conmigo, por lo tanto yo he multiplicado por tres la voluntad de diálogo”, sin tener en cuenta que ha hecho de la marginación del PP un eje de su política. O declarar "el fin de la violencia no tuvo precio político”, a pesar de haber permitido la vuelta de ETA a las instituciones. Porque parece que desde el punto de vista de Zapatero, si la realidad no coincide con sus ilustraciones en cartón, peor para ella. Lo malo es que gran parte de sus votantes parecen estar de acuerdo. Ni siquiera parece importarles que su Presidente reconozca ahora, con la mayor desfachatez, que les mintió tras el atentado e la T-4.
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