PROPOSICIÓN 1: Los humanos no somos tanto racionales como racionalizadores.
"Para empezar, debemos hacer constar que la mayor parte de las acciones humanas tienen su origen, no en el razonamiento lógico, sino en el sentimiento. (…) No obstante al hombre, impelido a actuar por motivos no-lógicos, le gusta relacionar lógicamente sus actos con ciertos principios; de este modo inventa estos a posteriori para justificar sus acciones. Así sucede que una acción A, que en realidad es el efecto de la causa B, es presentada por su autor como el efecto de una muy frecuentemente imaginaria causa C. El hombre que engaña a sí a sus iguales comienza engañándose a sí mismo, y firmemente cree en su propio argumento”. Vilfredo Pareto: Un applicazione di teorie sociologiche. Rivista Italiana di Sociologia. 1901.
Al estudiar el comportamiento de las personas Pareto distingue entre los “residuos” y las “derivaciones”. Los residuos representan nuestro bagaje emocional evolutivo: el conjunto de deseos, pulsiones, instintos y sentimientos que nos dirigen, generalmente sin que seamos conscientes de ello. Las derivaciones son el intento de mantener una apariencia de racionalidad en comportamientos que carecen de ella: son las construcciones intelectuales ex post con los que las personas pretenden explicar –de forma automática, ante los demás y ante ellas mismas- por qué se han posicionado y actuado, algo que, en realidad, ha sido motivado por sus residuos. De esto se infiere inmediatamente una lección: para influir en el comportamiento de las personas de nada sirve dirigirse a sus derivaciones; hay que hacerlo a su sustrato emocional.
«La mente está dividida, como un jinete sobre un elefante, y la función del jinete es servir al elefante. El jinete es nuestro razonamiento consciente –la corriente de palabras e imágenes de las que nos damos perfecta cuenta-. El elefante es el otro 99% de procesos mentales, aquellos que tienen lugar fuera de nuestra consciencia pero que realmente gobiernan nuestro comportamiento». Jonathan Haidt. The righteous mind. 2012.
El jinete de Haidt simboliza nuestro yo consciente; el elefante es ese misterioso conjunto de mecanismos no conscientes -instintos, tendencias, gustos, atajos mentales- que condiciona nuestro comportamiento. El jinete no es estrictamente racional: no se comporta, por lo general, como un filósofo encargado de encontrar la verdad, sino que ha evolucionado para servir al elefante. No guía al elefante, sino que es más bien su portavoz, el encargado de proporcionar justificaciones y racionalizaciones ex post a sus movimientos, aunque casi nunca los entienda. En este sentido este singular portavoz, como Pareto adivinó, es el primer engañado por sus propios argumentos.
PROPOSICIÓN 2: Nuestra estructura emocional define nuestra inclinación política.
Tras haber descrito los residuos, Pareto se embarca en clasificarlos exhaustivamente en grupos y subgrupos, a los que proporciona nombres pintorescos. Los dos primeros grupos de residuos, que son los que nos interesan para este argumento, son “el instinto de las combinaciones” y “la persistencia de los conglomerados”. Simplificando bastante, los primeros impulsan al cambio y la renovación; los segundos reflejan la tendencia a conservar las instituciones ya formadas. Si en nuestra estructura emocional predominan los residuos del primer grupo tenderemos a ser progresistas –de los de verdad, me refiero- . Si abundan los residuos del segundo grupo tenderemos a ser conservadores.
Por su parte Haidt desarrolla la llamada Teoría de los Fundamentos Morales y propone la siguiente alegoría: al igual que la lengua dispone de receptores para captar cinco tipos de sabores, la mente humana dispone de seis receptores morales, nacidos por adaptación evolutiva. Su explicación llevaría más tiempo, pero básicamente son protección del vulnerable, equidad en los intercambios interpersonales, lealtad al grupo, respeto a la autoridad, no reconocimiento de la autoridad no merecida, y preservación de la santidad/pureza.
Es importante hacer notar que algunos de estos módulos tienen un reverso tenebroso. Especialmente el módulo de lealtad al grupo, que evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de formar y mantener coaliciones. Somos los descendientes de tribalistas, no de sus más individualistas primos –los bonobos, tal vez-. El instinto tribal ha sido útil para el sapiens, pero nos predispone a dividir el mundo en nosotros-ellos, a la confrontación, a la xenofobia, al odio al ajeno al grupo, a mecanismos de chivo expiatorio, y a la guerra.
Según Haidt la moralidad de cada sociedad, de manera asimilar a su gastronomía, es una construcción cultural que, partiendo de los mismos receptores morales -o gustativos-, e influenciada por azares de ambiente e historia, llega a unas construcciones diferentes. Podría decirse que la mente virtuosa es un ecualizador; un aparato con seis módulos morales que ecualizados de distinta forma producen diferentes tonos morales.
También, obviamente, las personas realizan su propio ajuste fino partiendo de su disposición genética, la experiencia, y la adopción de uno u otro relato existencial –y hay relatos que son hegemónicos- De este modo las diferencias en ecualización predisponen a ser liberales o conservadores, de izquierdas o de derechas:
PROPOSICIÓN 3: La ola de tribalismo.
Pero entonces, si las diferencias entre izquierdas y derechas son emocionales y por tanto bastante permanentes ¿por qué en ocasiones el eje izquierda-derecha se difumina o desaparece? ¿Por qué en la actualidad populismos o nacionalismos de izquierda y derecha pueden congeniar a la perfección? Sugiero esta explicación. En momentos de crisis y de incertidumbre, generadores de miedo y frustración, el impulso tribal se ecualiza al máximo, y su sonido apaga el resto de resto de los módulos morales. Las sociedades quedan anegadas por el tribalismo, de modo que la izquierda y la derecha quedan como dos rocas separadas pero sumergidas.
El tribalismo, inscrito en nuestros genes, es un componente emocional mucho más potente que los otros. Nuestro triunfo como especie se debe a él, pero ahora, en su versión alta ecualización, está desfasado y es peligroso. Ocurre como con el azúcar, muy útil para nuestros antepasados homínidos, pero que ahora nos condena a la diabetes. Aunque nos cueste verlo, y aunque continuamente tengamos que introducir mejoras, nuestra sociedad actual es un oasis de tolerancia, seguridad y respeto a las personas. Es una construcción cultural: un triunfo de la Ilustración frente a la tribu, de la razón frente a las –malas- emociones. En estos momentos de crisis, necesitamos recuperar la razón para defender el oasis.
"Para empezar, debemos hacer constar que la mayor parte de las acciones humanas tienen su origen, no en el razonamiento lógico, sino en el sentimiento. (…) No obstante al hombre, impelido a actuar por motivos no-lógicos, le gusta relacionar lógicamente sus actos con ciertos principios; de este modo inventa estos a posteriori para justificar sus acciones. Así sucede que una acción A, que en realidad es el efecto de la causa B, es presentada por su autor como el efecto de una muy frecuentemente imaginaria causa C. El hombre que engaña a sí a sus iguales comienza engañándose a sí mismo, y firmemente cree en su propio argumento”. Vilfredo Pareto: Un applicazione di teorie sociologiche. Rivista Italiana di Sociologia. 1901.
Al estudiar el comportamiento de las personas Pareto distingue entre los “residuos” y las “derivaciones”. Los residuos representan nuestro bagaje emocional evolutivo: el conjunto de deseos, pulsiones, instintos y sentimientos que nos dirigen, generalmente sin que seamos conscientes de ello. Las derivaciones son el intento de mantener una apariencia de racionalidad en comportamientos que carecen de ella: son las construcciones intelectuales ex post con los que las personas pretenden explicar –de forma automática, ante los demás y ante ellas mismas- por qué se han posicionado y actuado, algo que, en realidad, ha sido motivado por sus residuos. De esto se infiere inmediatamente una lección: para influir en el comportamiento de las personas de nada sirve dirigirse a sus derivaciones; hay que hacerlo a su sustrato emocional.
«La mente está dividida, como un jinete sobre un elefante, y la función del jinete es servir al elefante. El jinete es nuestro razonamiento consciente –la corriente de palabras e imágenes de las que nos damos perfecta cuenta-. El elefante es el otro 99% de procesos mentales, aquellos que tienen lugar fuera de nuestra consciencia pero que realmente gobiernan nuestro comportamiento». Jonathan Haidt. The righteous mind. 2012.
El jinete de Haidt simboliza nuestro yo consciente; el elefante es ese misterioso conjunto de mecanismos no conscientes -instintos, tendencias, gustos, atajos mentales- que condiciona nuestro comportamiento. El jinete no es estrictamente racional: no se comporta, por lo general, como un filósofo encargado de encontrar la verdad, sino que ha evolucionado para servir al elefante. No guía al elefante, sino que es más bien su portavoz, el encargado de proporcionar justificaciones y racionalizaciones ex post a sus movimientos, aunque casi nunca los entienda. En este sentido este singular portavoz, como Pareto adivinó, es el primer engañado por sus propios argumentos.
PROPOSICIÓN 2: Nuestra estructura emocional define nuestra inclinación política.
Tras haber descrito los residuos, Pareto se embarca en clasificarlos exhaustivamente en grupos y subgrupos, a los que proporciona nombres pintorescos. Los dos primeros grupos de residuos, que son los que nos interesan para este argumento, son “el instinto de las combinaciones” y “la persistencia de los conglomerados”. Simplificando bastante, los primeros impulsan al cambio y la renovación; los segundos reflejan la tendencia a conservar las instituciones ya formadas. Si en nuestra estructura emocional predominan los residuos del primer grupo tenderemos a ser progresistas –de los de verdad, me refiero- . Si abundan los residuos del segundo grupo tenderemos a ser conservadores.
Por su parte Haidt desarrolla la llamada Teoría de los Fundamentos Morales y propone la siguiente alegoría: al igual que la lengua dispone de receptores para captar cinco tipos de sabores, la mente humana dispone de seis receptores morales, nacidos por adaptación evolutiva. Su explicación llevaría más tiempo, pero básicamente son protección del vulnerable, equidad en los intercambios interpersonales, lealtad al grupo, respeto a la autoridad, no reconocimiento de la autoridad no merecida, y preservación de la santidad/pureza.
Es importante hacer notar que algunos de estos módulos tienen un reverso tenebroso. Especialmente el módulo de lealtad al grupo, que evolucionó en respuesta al desafío adaptativo de formar y mantener coaliciones. Somos los descendientes de tribalistas, no de sus más individualistas primos –los bonobos, tal vez-. El instinto tribal ha sido útil para el sapiens, pero nos predispone a dividir el mundo en nosotros-ellos, a la confrontación, a la xenofobia, al odio al ajeno al grupo, a mecanismos de chivo expiatorio, y a la guerra.
Según Haidt la moralidad de cada sociedad, de manera asimilar a su gastronomía, es una construcción cultural que, partiendo de los mismos receptores morales -o gustativos-, e influenciada por azares de ambiente e historia, llega a unas construcciones diferentes. Podría decirse que la mente virtuosa es un ecualizador; un aparato con seis módulos morales que ecualizados de distinta forma producen diferentes tonos morales.
También, obviamente, las personas realizan su propio ajuste fino partiendo de su disposición genética, la experiencia, y la adopción de uno u otro relato existencial –y hay relatos que son hegemónicos- De este modo las diferencias en ecualización predisponen a ser liberales o conservadores, de izquierdas o de derechas:
PROPOSICIÓN 3: La ola de tribalismo.
Pero entonces, si las diferencias entre izquierdas y derechas son emocionales y por tanto bastante permanentes ¿por qué en ocasiones el eje izquierda-derecha se difumina o desaparece? ¿Por qué en la actualidad populismos o nacionalismos de izquierda y derecha pueden congeniar a la perfección? Sugiero esta explicación. En momentos de crisis y de incertidumbre, generadores de miedo y frustración, el impulso tribal se ecualiza al máximo, y su sonido apaga el resto de resto de los módulos morales. Las sociedades quedan anegadas por el tribalismo, de modo que la izquierda y la derecha quedan como dos rocas separadas pero sumergidas.
El tribalismo, inscrito en nuestros genes, es un componente emocional mucho más potente que los otros. Nuestro triunfo como especie se debe a él, pero ahora, en su versión alta ecualización, está desfasado y es peligroso. Ocurre como con el azúcar, muy útil para nuestros antepasados homínidos, pero que ahora nos condena a la diabetes. Aunque nos cueste verlo, y aunque continuamente tengamos que introducir mejoras, nuestra sociedad actual es un oasis de tolerancia, seguridad y respeto a las personas. Es una construcción cultural: un triunfo de la Ilustración frente a la tribu, de la razón frente a las –malas- emociones. En estos momentos de crisis, necesitamos recuperar la razón para defender el oasis.
Comentarios
Y algunas otras:
“La guerra entre grupos, dice el biólogo evolucionista Jared Diamond, «ha sido parte de nuestra herencia humana y prehumana durante millones de años».
“De todos nuestros signos distintivos —dice Jared Diamond—, el único que se deriva directamente de nuestros ancestros animales es el genocidio.»
“Todo depende de si se considera nuestra conducta hacia los miembros de nuestro propio grupo o hacia los miembros de otros grupos. Hemos nacido para ser agradables con nuestros compañeros de grupo, porque durante millones de años nuestras vidas y las vidas de nuestros niños dependen de ellos. Y somos hostiles de nacimiento hacia los miembros de otros grupos, porque seis millones de años de historia nos han enseñado a tener cuidado con ellos.”
Busqué sus libros. No te pierdas el capitulo 16. “En blanco y negro” de su libro El Tercer Chimpancé:
“Los problemas que nos aquejan están profundamente enraizados en la herencia animal de la humanidad.”
“La propensión de los humanos a exterminar a otros grupos humanos por motivos xenófobos.”
2El potencial para el genocidio que las circunstancias está dentro de todos nosotros.”
“Nuestra propensión al genocidio para batir la marca de destrucción establecida en la primera mitad de este siglo,
2El acelerado proceso de homogeneización cultural se me antoja una de las principales fuentes de esperanza. La pérdida de la diversidad cultural tal vez sea el precio que hay que pagar por la supervivencia.”
“La xenofobia solo podía tolerarse en los tiempos en que nuestros medios de exterminio eran demasiado limitados para acarrear la destrucción de toda la especie humana.”