En 2009, en una reunión mensual de ministros de finanzas europeos, el
recién llegado George Papaconstantinou intentaba explicar a sus colegas que el
déficit del 3,7% con el que Grecia había prometido acabar el año se iba a
acercar más bien al 13%. En realidad los déficits de los años precedentes, que
las cuentas públicas mostraban en torno al 3%, habían sido realmente cercanos
al 15%. Murmullos y gritos ahogados de sorpresa se extendieron por la sala, y
el ministro danés resumió el sentir general: George, sabemos que esto no es
culpa tuya pero ¿no debería ir alguien a la cárcel? La pregunta era, desde
luego, pertinente.
Desde que en 2001, a base de falsear sistemáticamente sus cuentas, Grecia había
conseguido entrar en el euro, obteniendo así la garantía incondicional de
Europa (léase Alemania) para su deuda, había aprovechado para gastar a
conciencia; de este modo consiguió convertir su sector público, ya de por sí
hipertrofiado, en algo monstruoso. Suele ponerse como ejemplo de despilfarro a
los Ferrocarriles Nacionales donde, a pesar del porcentaje de empleos de baja
cualificación, el sueldo medio era de 65.000 € anuales – nos saldría más barato
cerrar y proporcionar un taxi a cada uno de nuestros viajeros, había admitido un
alto cargo en un arrebato de sinceridad -. Y el problema no estaba sólo en los
Ferrocarriles. El sueldo medio de los empleados públicos triplicaba al de los
trabajadores del sector privado. La edad de jubilación para los empleos
calificados como “duros” era de 55 años para los hombres y 50 para las mujeres,
y en plena orgía de derroche público más de 600 profesiones consiguieron ser
incluidas entre las duras, entre ellas peluqueros, camareros, locutores de
radio o músicos. Mientras tanto se creaban nuevos departamentos que permitían a
los políticos colocar a sus allegados o alimentar caladeros de votos – en el
ministerio de agricultura se creó una sección compuesta por 270 especialistas
en fotografía digital para digitalizar las fotografías aéreas de las explotaciones
agrícolas, pero desgraciadamente ninguno tenía la menor idea de fotografía
digital -. Mención especial merece la enseñanza: siendo uno de los peor
valorados de Europa, el sistema educativo griego tenía una ratio profesor/alumno
cuatro veces superior al de Finlandia. Por supuesto los fieles servidores de la
cosa pública también se beneficiaban de esta liberalidad en el gasto, y era
habitual que los ministros acabaran sus carreras multimillonarios.
Y si por el lado de los
gastos públicos la cosa había sido, digamos, poco seria, por el de los ingresos
no había sido mejor. Sólo pagaban impuestos los infortunados sujetos a una
nómina. Empresas con ingresos millonarios pagaban cero impuestos por la
sencilla vía de no constituirse como empresas y, en caso de ser pilladas,
sobornar al funcionario de turno. Porque una de las características del sector
público griego es la de estar completamente corrompido: todo el mundo asume que,
con el fin de engrasar el funcionamiento de la administración, es necesario untar
al funcionario correspondiente. En 2009 la recaudación sencillamente se evaporó:
era año electoral, y los políticos griegos consideran de mal gusto pedir dinero
a sus votantes en esas fechas.
Con estos mimbres, y aprovechando las facilidades crediticias del momento, Grecia
había conseguido duplicar en 10 años su gasto público. Para poder endeudarse
había contado con la inestimable ayuda de la banca de inversión Goldman Sachs
que, a cambio de un suculento contrato, consiguió que los bonos griegos fueran
bien valorados por las agencias de rating
empleando técnicas similares a las usadas para blanquear los créditos subprime en Estados Unidos (y con los
mismos resultados que allí).
La fiesta griega terminó en 2009, momento en que el primer ministro
Karamanlis se vio envuelto en un escándalo de corrupción con los monjes
del monasterio de Vatopedi (y esto sí que es una historia), y su sucesor Papandreu
se vio obligado a reconocer que la situación no era exactamente tal y
como habían contado hasta entonces. En ese momento los bonos griegos habían
pasado a ser basura y Grecia debía algo así como 1 billón de euros, lo que
suponía algo así como 215.000 € por cada griego con empleo.
A partir de aquí, unos
cuantos conceptos básicos. Aunque resulte muy gratificante echar a los demás
las culpas propias, ni Alemania, ni la Comisión Europea, ni el FMI, ni el BCE
(ni la Alemania nazi, como llegó a decir Tsipras) son los culpables de la ruina
griega. Intentar detener la hemorragia de dinero público no es un
“austericidio”, sino un intento de evitar que el paciente se desangre. No
existen, como acaba de decir Iñigo Errejón, unas élites financieras asustadas que
intentan sabotear el ilusionante proyecto de Syriza. Ah, y los “hombres de
negro” de la Troika no son las SS, como ha afirmado aún más toscamente Juan
Carlos Monedero.
Entendamos más bien que
asistimos al espectáculo de unos irresponsables que practicaron (y aún
practican) la creencia en la ilimitación del gasto público, a lo que se suma
ahora la irresponsabilidad aún mayor de sembrar el odio señalando enemigos
ficticios – oscuras conspiraciones, élites irremediablemente malvadas – a los
que podamos culpabilizar de nuestros fracasos. La práctica de ambas
irresponsabilidades produce sin duda satisfacciones momentáneas, pero condena a
la sociedad a la bien contrastada estrategia de los lemmings.
Adenda del 09/07/2015. No se pierdan esta entrevista al escritor de novela negra Petros Márkaris.
Comentarios
Sólo me gustaría añadir que en su libro recién publicado " Días de Ira", Hermann Tertsch lo explica muy bien también, y al rebufo, y como consecuencia, llega a una serie de conclusiones bastante escalofriantes respecto de Europa en general , y respecto de España en particular.
Un saluco.
Habría que preguntar al hegeliano Monedero y a sus secuaces por qué no compran deuda griega.
Existe el mito de que se suicidan, pero es eso, un mito. Contradice la teoría del gen egoísta.
Lo que sí parecen hacer es seguir rutas de migración con una orientación fija , sin importarles los obstáculos,lo cual origina accidentes, no suicidios. Lo mismo les ocurre a los cangrejos de la isla de Navidad, que atraviesan en masa carreteras pero nadie dice que se suicidan en masa bajo las ruedas de los automóviles.
Hace no mucho en Suiza hubo un referéndum para reducir la jornada de trabajo que se saldó con un NO concluyente. Los suizos supieron ver que si no se compensaban las horas que dejaban de trabajarse con mayor dotación de capital, tecnología u otros factores productivos, la productividad decaía; con ella, la competitividad, cuota de mercado, ventas; y al final, lo aparentemente bueno, se traducía en desempleo y merma de calidad de vida. ¿Alguien se imagina el resultado del referéndum en Apaña? Pues eso, democracia (libertad y responsabilidad, derechos y deberes) frente a demagogia (libertad nini, y derechos y Jauja). En el sur nos queda mucho por aprender.
Gracias Dª Viejecita, me apunto el libro de Tertsch. Gracias a usted D. Rubín por su trabajo infatigable.
Jo, Don Temístocles me acaba usted de destruir un mito con la ayuda de Dawkins. Bien visto.
“…y la de quienes creen que el mundo sensible es una extensión de un juego virtual, provisto de una tecla ESC para escapar a un entorno más confortable cuando las cosas se tuercen”. Con su permiso me apunto esto D. Catenaccio. Gran comentario.
Pero nadie obligó a los griegos a pedir dinero hasta el hundimiento total. Que por cierto invalida a esos tontunas que piensan que aumentando el gasto público crece la renta. Como si no hubiera muchas maneras de fumarse el dinero. Que no es lo mismo un casino que una fábrica o una carretera. O simplemente robarlo por el camino. O hacer que unos tengan el dinero y otros, que no lo tienen, trabajen para ellos.
Lo asombroso es que parece que los griegos siguen pidiendo dinero sin querer poner los medios que les permitan salir de la crisis y devolver algo en un plazo razonable.
El dilema es cuándo se corta la pierna al gangrenado. Y cuándo el gangrenado da por seguro que pidiendo más alcohol a Willian Holden no va a evitar que le corten en algún momento esa pierna.
Y luego meditar la irresponsabilidad de políticos y ciudadanos no queriendo reconocer la situación. Tragándose el programa de los populistas.
Y también meditar la actitud de los populismos, políticos y economistas-políticos clamando contra el austericidio y propugnando el gasto total. Jauja. La tecla esc cuando llueva, dicen arriba. Si precisamente venimos del gran gasto.
Ayer vi una manifestación de izquierdas total. Unos 800. Contra la mordaza, los centros de internamiento de emigrantes (libertad total de inmigración), los gays, los desahucios y los recortes. Nada nuevo. Los estuve mirando. Desarrapados. Sucios. Seguramente muchos parados. Entre los 20 y los cuarenta la mayoría. Y algunos mayores cazurros con pinta de saberlo todo.
Habría que investigar cómo se ganan la vida y han llegado a eso. Un drama social que habrá que arreglar.
Ausencia de líderes significados. Van mandados. Pero, me estremecí: Casi todos tenían cara de no haber podido aprobar ni el primero de la ESO.
Y si realmente la UE no puede dejarlos escapar, que ya es decir, realmente es para tirarlos por inútiles llevando las cosas por este camino. Como si no hubiera otros. Hay algo que no casa aquí. Que sería la variante política del asunto. En cualquier caso me imagino que una reunión de mandamases regula el comportamiento de la UE para evitar y tratar enfermos semejantes.
Aparte de la otra variante política de que ninguno quiere ser el primero en romper por el asunto del buenismo. No paran.