“A pesar de una extendida creencia en contrario, estudios objetivos indican que, aunque la magnitud de la tragedia humana se vería considerablemente incrementada en la posguerra (termonuclear), esto no impediría que la mayoría de los supervivientes y sus descendientes llevaran vidas normales y felices.”

Esto podría haber sido enunciado por el doctor Strangelove. En cierto modo así fue. También es correcto decir que fueron escritas en 1960 por Herman Kahn, físico y consultor de la RAND Corporation, un think tank creado para ofrecer asesoramiento a las fuerzas armadas norteamericanas. En aquélla época era frecuente describir la escalada de armamento nuclear de Rusia y Estados Unidos con esta alegoría: dos personas, metidas en un bidón de gasolina, compitiendo por ver quien tiene más cerillas. La imagen se basaba en el convencimiento de que una guerra termonuclear acabaría inexorablemente con ambos contendientes, lo cual tenía su parte buena: en esas circunstancias, ninguna de los dos partes estaría incentivada para lanzar un ataque. Esta estrategia de disuasión, basada en el mantenimiento de un arsenal suficiente, era conocida como MAD: Mutual Assured Destruction (Mutua Destrucción Asegurada)
Pero Kahn veía las cosas de otro modo: un ataque termonuclear no implicaría necesariamente la destrucción automática de ambos contendientes, y ésta dependería de factores tales como la capacidad y voluntad de devolver el golpe y la preparación previa para las consecuencias del evento. En realidad, una guerra termonuclear podía ser ganada por una de las partes. Desde ese punto de vista, cualquiera de ellas podían verse tentadas a intentarlo, y la confianza que proporcionaba la estrategia MAD no era más que un espejismo.
Para Kahn una guerra termonuclear no era más que una guerra, y procedía comenzar a desdramatizar y analizar fríamente las consecuencias. La herramienta usada para este fin fueron los malabarismos numéricos. Tomemos el caso de las malformaciones genéticas producidas por la radiación. Según Kahn era cierto que, si nos fijábamos en los números absolutos, las cifras previsibles eran perturbadoras, pero no porque los riesgos relativos fueran inasumibles, sino porque la población de la tierra era muy numerosa. Y además en el cálculo estaba incluida no sólo la población actual, sino la de los siguientes 10.000 años. ¿10.000 años? Bueno, sí, es el tiempo que algunos materiales radiactivos permanecerían activos. Pero, si uno lo piensa bien, el repartir las bajas a lo largo de 10.000 años no es más que una ventaja:
“Si se pidiera a alguien que eligiera entre cuatro situaciones, una en que el 100% de la gente resultara muerta inmediatamente, otra en la que el 10% de cada generación muriera prematuramente, otra en la que un 1% de cada generación muriera prematuramente a lo largo de 100 generaciones, o, finalmente, una en la que el 0,% de cada generación muriera prematuramente a lo largo de 1.000 generaciones, no hay duda de cuál es la situación que escogería la mayoría de la gente. Sin embargo, el número total de muertos sería el mismo.”
Por cierto, en su cálculo Kahn omitía los abortos debidos a la radiación, y explicaba el motivo: “en conjunto, la raza humana es tan fecunda que una pequeña reducción no tendría que suponer un serio problema”. Debíamos restar importancia al asunto de las radiaciones, pues. No debíamos olvidar que “el hombre ha estado sometido a radiación natural durante millones de años, y cualesquiera que sean los potenciales efectos de las exposiciones tras una guerra, éstas no son por naturaleza distintas a aquéllas: únicamente más intensas”
Como he dicho, la guerra la ganaría aquél que estuviera mejor preparado de antemano para todas las contingencias de la guerra, y Kahn estaba dispuesto a analizar todos y cada uno de esos aspectos. Por ejemplo, es bien sabido que el estroncio-90 es altamente cancerígeno, y era previsible que grandes cantidades de alimentos quedaran contaminados tras las bombas. ¿Qué hacer? Muy sencillo. Los alimentos se clasificarían en categorías A, B, C, D, y E, según la cantidad de estroncio-90 que contuvieran. Los de categoría A serían lo que contuviesen entre 0 y 200 unidades de estroncio, y los E los que presentaran 25.000 o más. De este modo:
“La comida A se restringiría a los niños y las mujeres embarazadas. La comida B sería alimento de alto precio a disposición de cualquiera (que pudiera o estuviera dispuesto a pagarlo). La comida C sería alimento de bajo precio, también a disposición de cualquiera. La comida D se destinaría a las personas mayores de 40 ó 50 años (…) porque con estos niveles de radiación normalmente se tardan décadas en desarrollar cáncer. La mayoría de estas personas morirían de otras causas antes de que lo contrajeran.”
De manera injusta, por lo que Kahn es más conocido es por el Doomsday device (el mecanismo del Juicio Final). Este ingenio consistiría en un arsenal de bombas termonucleares, con capacidad para destruir a toda la humanidad, programado para dispararse automáticamente ante determinadas circunstancias (por ejemplo, un ataque previo del enemigo). He hablado antes del Doctor Strangelove, y es el momento de decir que Kubrick se basó en Kahn para este personaje. En cualquier caso, es evidente que Kahn no proponía la construcción del mecanismo: lo presentaba como un elemento teórico para el análisis de la disuasión, para lo que el artefacto era especialmente idóneo. Resulta parcialmente tranquilizador que “sólo unos pocos científicos e ingenieros” se sintieran atraídos por la posibilidad de construir un Doomsday device. Pero lo cierto es que la cuestión deja abiertas perturbadoras preguntas. Es obvio que casi ningún político ni militar estaría dispuesto a poner en peligro la vida de todos los habitantes del planeta (especialmente, porque con el Doomsday device su propia vida estaría en juego). Pero ¿cuántas vidas estarían dispuestos a arriesgar? Según Kahn “ambos, Estados Unidas o la OTAN estarían dispuestos a afrontar renuentemente 100 o 200 millones de muertos debidos a los efectos inmediatos de una guerra” Y posiblemente lo más inquietante de toda la frase es ese “o” que parece delatar la escasa importancia que Kahn concede a una diferencia de 100 millones de personas muertas.
"On Thermonuclear War". Herman Kahn; 1960

Esto podría haber sido enunciado por el doctor Strangelove. En cierto modo así fue. También es correcto decir que fueron escritas en 1960 por Herman Kahn, físico y consultor de la RAND Corporation, un think tank creado para ofrecer asesoramiento a las fuerzas armadas norteamericanas. En aquélla época era frecuente describir la escalada de armamento nuclear de Rusia y Estados Unidos con esta alegoría: dos personas, metidas en un bidón de gasolina, compitiendo por ver quien tiene más cerillas. La imagen se basaba en el convencimiento de que una guerra termonuclear acabaría inexorablemente con ambos contendientes, lo cual tenía su parte buena: en esas circunstancias, ninguna de los dos partes estaría incentivada para lanzar un ataque. Esta estrategia de disuasión, basada en el mantenimiento de un arsenal suficiente, era conocida como MAD: Mutual Assured Destruction (Mutua Destrucción Asegurada)
Pero Kahn veía las cosas de otro modo: un ataque termonuclear no implicaría necesariamente la destrucción automática de ambos contendientes, y ésta dependería de factores tales como la capacidad y voluntad de devolver el golpe y la preparación previa para las consecuencias del evento. En realidad, una guerra termonuclear podía ser ganada por una de las partes. Desde ese punto de vista, cualquiera de ellas podían verse tentadas a intentarlo, y la confianza que proporcionaba la estrategia MAD no era más que un espejismo.
Para Kahn una guerra termonuclear no era más que una guerra, y procedía comenzar a desdramatizar y analizar fríamente las consecuencias. La herramienta usada para este fin fueron los malabarismos numéricos. Tomemos el caso de las malformaciones genéticas producidas por la radiación. Según Kahn era cierto que, si nos fijábamos en los números absolutos, las cifras previsibles eran perturbadoras, pero no porque los riesgos relativos fueran inasumibles, sino porque la población de la tierra era muy numerosa. Y además en el cálculo estaba incluida no sólo la población actual, sino la de los siguientes 10.000 años. ¿10.000 años? Bueno, sí, es el tiempo que algunos materiales radiactivos permanecerían activos. Pero, si uno lo piensa bien, el repartir las bajas a lo largo de 10.000 años no es más que una ventaja:
“Si se pidiera a alguien que eligiera entre cuatro situaciones, una en que el 100% de la gente resultara muerta inmediatamente, otra en la que el 10% de cada generación muriera prematuramente, otra en la que un 1% de cada generación muriera prematuramente a lo largo de 100 generaciones, o, finalmente, una en la que el 0,% de cada generación muriera prematuramente a lo largo de 1.000 generaciones, no hay duda de cuál es la situación que escogería la mayoría de la gente. Sin embargo, el número total de muertos sería el mismo.”
Por cierto, en su cálculo Kahn omitía los abortos debidos a la radiación, y explicaba el motivo: “en conjunto, la raza humana es tan fecunda que una pequeña reducción no tendría que suponer un serio problema”. Debíamos restar importancia al asunto de las radiaciones, pues. No debíamos olvidar que “el hombre ha estado sometido a radiación natural durante millones de años, y cualesquiera que sean los potenciales efectos de las exposiciones tras una guerra, éstas no son por naturaleza distintas a aquéllas: únicamente más intensas”
Como he dicho, la guerra la ganaría aquél que estuviera mejor preparado de antemano para todas las contingencias de la guerra, y Kahn estaba dispuesto a analizar todos y cada uno de esos aspectos. Por ejemplo, es bien sabido que el estroncio-90 es altamente cancerígeno, y era previsible que grandes cantidades de alimentos quedaran contaminados tras las bombas. ¿Qué hacer? Muy sencillo. Los alimentos se clasificarían en categorías A, B, C, D, y E, según la cantidad de estroncio-90 que contuvieran. Los de categoría A serían lo que contuviesen entre 0 y 200 unidades de estroncio, y los E los que presentaran 25.000 o más. De este modo:
“La comida A se restringiría a los niños y las mujeres embarazadas. La comida B sería alimento de alto precio a disposición de cualquiera (que pudiera o estuviera dispuesto a pagarlo). La comida C sería alimento de bajo precio, también a disposición de cualquiera. La comida D se destinaría a las personas mayores de 40 ó 50 años (…) porque con estos niveles de radiación normalmente se tardan décadas en desarrollar cáncer. La mayoría de estas personas morirían de otras causas antes de que lo contrajeran.”
De manera injusta, por lo que Kahn es más conocido es por el Doomsday device (el mecanismo del Juicio Final). Este ingenio consistiría en un arsenal de bombas termonucleares, con capacidad para destruir a toda la humanidad, programado para dispararse automáticamente ante determinadas circunstancias (por ejemplo, un ataque previo del enemigo). He hablado antes del Doctor Strangelove, y es el momento de decir que Kubrick se basó en Kahn para este personaje. En cualquier caso, es evidente que Kahn no proponía la construcción del mecanismo: lo presentaba como un elemento teórico para el análisis de la disuasión, para lo que el artefacto era especialmente idóneo. Resulta parcialmente tranquilizador que “sólo unos pocos científicos e ingenieros” se sintieran atraídos por la posibilidad de construir un Doomsday device. Pero lo cierto es que la cuestión deja abiertas perturbadoras preguntas. Es obvio que casi ningún político ni militar estaría dispuesto a poner en peligro la vida de todos los habitantes del planeta (especialmente, porque con el Doomsday device su propia vida estaría en juego). Pero ¿cuántas vidas estarían dispuestos a arriesgar? Según Kahn “ambos, Estados Unidas o la OTAN estarían dispuestos a afrontar renuentemente 100 o 200 millones de muertos debidos a los efectos inmediatos de una guerra” Y posiblemente lo más inquietante de toda la frase es ese “o” que parece delatar la escasa importancia que Kahn concede a una diferencia de 100 millones de personas muertas.
"On Thermonuclear War". Herman Kahn; 1960

Comentarios
Por una Y, casi se carga un juez el sagrado derecho de defensa y acaba él expulsado de la carrera judicial.
Con una O, se relativizan 100 millones de vidas humanas.
Como para tenerles respeto, sino mieduco, directamente.
Un abrazo
Don Anónimo, gracias.
Bien visto Miss MARA.
Saludos.
Y nunca defrauda la entrada.
Por lo demás, y para demostrar mi antedicha ignorancia sobre el tema, ahí va una pregunta: ¿Existe algún análisis comparativo serio entre las ansias bélico-nucleares de ambas potencias? Lo digo porque, aun tras la desestalinización, me sorprendería que una dictadura totalitaria no estuviera más cerca de caer en la tentación del desastre que una democracia liberal. Yo suponía que la amenaza provenía de la URSS, no de Estados Unidos, y que la idea de la disuasión, más allá de su supuesta reciprocidad, se desarrolló para frenar a Stalin y sus continuadores, pero la propagación de individuos como el que nos cita da que pensar. Parece como si el terror adoptara autonomía.
Gracias de nuevo por su entrada. Como dijo en la casa de D. Santiago, esto es un privilegio.
A mí lo que me llama la atención no es el análisis de Mr. Kahn. Las bombas nucleares y el mundo bipolar de entonces es lo que tenían y, en cierta medida, encuentro estos análisis necesarios, repito, especialmente en esa época.
Lo que sí me interesa es el cambio de escala. De finales del siglo XIX donde una batalla muy sangrienta podría llegar a los 10.000 - 20.000, se pasa con la Primera Guerra Mundial a campañas que son auténticas matanzas, que se supera en la Segunda Guerra Mundial (pero no cambia de escala) hasta que se abre la puerta al final de ésta a la destrucción total. Millones o miles de millones. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿50 años?
Ese cambio de escala se muestra en detalles curiosos cuando uno lee con ojos actuales a Albert Camus en La Peste. Con la ciudad ya sitiada, el doctor Bernard Rieux cuenta los muertos, de los 5 - 10, pasa a los 20, a los 40 y luego vuelve a bajar. En aquella época era un drama. Ahora queda en anécdota que puede ni merecer una nota a pie de página.
Saludos
Nonpossumus yo también pienso que el peligro provenía de la dictadura soviética antes que de la democracia americana. En realidad, Kahn no estaba sugiriendo un ataque de los Estados Unidos, sino que estos se prepararan adecuadamente porque, en su opinión, la disuasión de la estrategia MAD no era más que un espejismo. Hasta aquí bien. Como dice D. PSyko, considero el análisis necesario. Lo que me horripila es la tendencia, que en Kahn creo ver, a reordenar la realidad del siguiente modo: como hay bastantes posibilidades de que esto ocurra, esto no puede ser tan horrible. De ahí lo de relativizar a base de números la catástrofe. Y de ahí lo de las vidas felices que llevarían los supervivientes y todo eso. Pues sí: podía ocurrir y era absolutamente horrible.
Con posterioridad suele aludirse a esta época como la era paranoica, pero no la existencia de un enemigo con capacidad para destruir el país no era un delirio paranoico. Este, por cierto, es una costumbre a la hora de analizar la guerra fría por los analistas de izquierda: se omite la existencia de una URSS con voluntad expansionista, y se presenta a los Estados Unidos manoteando contra el vacío.
Del arsenal y tácticas concretas de ambas potencias no sé mucho. Sé que, durante algún tiempo, los Estados Unidos mantuvieron permanentemente en el aire escuadrillas de bombarderos, on el fin de asegurarse capacidad para devolver el golpe. Como era muy caro, esta función se delegó en los submarinos nucleares armados con los famosos misiles Polaris. Luego, ya en los 80, con una URSS claramente debilitada, Reagan propuso cambiar la estrategia MAD por un sistema de neutralización de un ataque enemigo desde el espacio. Se llamó Stars Wars, y como lo había propuesto Reagan le tomaron mucho el pelo.
Pero la guerra termonuclear deja muchas cuestiones sin respuesta. Tal vez nos puso ante un dilema o sin respuesta. O tal vez, como dice Nonpossumus, es como si el terror tuviera autonomía. He aquí que los gobiernos, incluida una democracia, se enfrentaban a la contingencia de una guerra que provocaría cientos de millones de muertos (y aquí estoy, como Kahn, relativizando la existencia de un millón más o menos) y efectos en los siguientes ¡10.000 años! Por eso me parecen tan terribles las reordenaciones de la realidad de Kahn: porque es como si la tecnología definiera un escenario que condicionara la moralidad.
En fin, disculpen el rollo. Una vez más, les agradezco sus comentarios.
Aún así le voy a poner un par de mails de amigos que me han parecido muy interesantes y que tienen algo que ver con la guerra, aunque se centran en el conflicto entre Irán e Israel. Aquí va el primero:
"La guerra fría es un tema apasionante, al menos para mi. He leido muchas cosas, no tanto oficiales, mas bien de los entresijos humanos. Un personaje que es como para hacer una película es Von Neumann, perteneció al grupo de científicos de El Alamo. era matemático y desarrolló la teoría de juegos que se usó en política. La crisis de los misiles en Cuba, por ejemplo, es el juego del gallina.
Hay un libro muy interesante, que en realidad es una tesis doctoral, sobre el desarrollo de la bomba atómica hasta sus últimas aplicaciones en armamento. La autora estudia tanto los proyectos americanos como los rusos y además intercala sus entrevistas con los científicos. Ahora no me acuerdo como se llama, pero ya lo buscaré.
En el final del libro hace unas conclusiones sobre la carrera armamentística, y dice que lo más relevante es que en determinado momento las dos partes entienden que si se produce un ataque nadie ganará y que es entonces cuando Reagan, de manera inteligente da un giro determinante, convierte la carrera en el instrumento para agotar económicamente a la URSS. Ese juego ya tiene solución conocida, así que los elementos que lo hicieron creíble ya no están. Con los modernos medios de detección cuando Irán apriete el botón, 5 segundos después israelíes y americanos apretaran el suyo.
Desde mi punta de vista, la guerra clásica, esa de armas y muertos ya no es eficaz, demasiados inconvenientes. La guerra se hace de otra manera más sutil y si hay muertos tienen que ser de los que no importan. Hoy se llora más no poder ir de vacaciones que al buen chico que da la vida por su país. Las guerra modernas se libran entre servicios de inteligencia, o eso me parece . El sistema del Consejo de Seguridad es malo, pero ha complicado mucho las cosas para las exhibiciones de armamento, enseguida aparece un periodista con una alcachofa y te levanta la opinión pública en contra, el político se lo piensa dos veces, mejor dicho, consulta las encuestas.
Irán quiere ser potencia regional, ser quién establezca el equilibrio en la zona y repartir el pastel, para llevarse el mejor bocado claro. Es de lejos una sociedad organizada y estructurada comparada con sus vecinos y cree firmemente que se merece ese papel. Lo tiene todo para vencer, sobre todo voluntad.
Hace mucho que no voy por Israel, pero su supervivencia depende de la cohesión de su sociedad y no se como andará, la prensa no me permite apreciarlo.
Obama quiere ser reelegido, y es premio Nobel de la paz preventivo, así que está atado de pies y manos. Hillary anda bailando rumba por ahi y me da la impresión que pasa ya de todo, no quiere líos. Irán lo sabe y saca pecho aprovechando la ocasión. Las aguas volverán a su cauce en noviembre".
"A la hora de la verdad, la guerra siempre tiene una componente sorpresiva. Incluso cuando se sabe que va a haber una, las modalidades tácticas, las estrategias y la lógica de lo que ambos contendientes considerarán una victoria suficiente o una derrota aceptable van cambiando a lo largo de la historia. El armisticio es siempre la confluencia de que el que va ganando considera suficiente su victoria, caso de declararla en este momento, y de que el que va perdiendo llega a la conclusión de que más vale parar ahora que emperrarse en llegar hasta el amargo final.
Siempre fue así a lo largo de la historia, pero desde la Primera Guerra Mundial para acá la tendencia ha sido hacia mayor complejidad, ambigüedad (se puede ganar militarmente y perder políticamente) e incluso imprecisión en lo que es un estado de guerra y lo que no lo es.
Jacques tiene un problema en lo que dice: la cuestión no es si vamos a tener una guerra con Irán o no, la cuestión es hasta dónde va a llegar la guerra que, objetivamente, ya tenemos con Irán.
Precisamente en las teorías actuales de la guerra ya se ha abandonado totalmente el concepto de dos ejércitos convencionales frente a frente machacándose. Precisamente, y no por coincidencia, en el último número de “Parameters”, la revista teórica de los militares americanos, vuelven a publicar un artículo muy interesante escrito en 2002, a menos de un año del 11 septiembre, bajo el título sugestivo de "El Caos como estrategia", fijaos bien que no dice "La estrategia del caos”. Éste es el link para los que leen inglés:http://www.carlisle.army.mil/USAWC/Parameters/Articles/2011winter/Liotta.pdf. (sigue)
La postura de “oposición a la guerra” de Jacques es mayoritaria dentro del buena parte del conservatismo francés, un poco menos en Italia y Alemania y abrumadoramente en la izquierda zombi europea. Hay un síndrome de no querer creer en esa guerra en marcha desde 2001 pero que las poblaciones rechazan, el síndrome avestruz, de denial, y los políticos, obligados a presentarse periódicamente a las elecciones dimiten de su función de explicarle al personal el mundo en el que vive. Pero aquí cabe aplicar lo que decía Trotsky: "puede que usted no se interese por la guerra; no importa, la guerra se interesa por usted". Por cierto, Trotsky, que de eso sabía un rato, es también el que dijo que “la guerra es la locomotora de la historia”.
En la "oposición a la guerra" es tan poco realista como declararse en contra de la lluvia cuando nos sorprende un aguacero en una excursión por el monte. Lo que importa en esta guerra, como en todas, es cómo ganarla o, por lo menos, cómo no perderla. Hay que recordar en esta ocasión la frase genial de que los generales siempre hacen planes para ganar la última guerra pasada; pero que se aplicó sobre todo a la línea Maginot, las fortificaciones que construyeron en Francia a lo largo de la frontera con Alemania para impedir que Hitler nos invadiera. Respondía a la lógica de la Primera Guerra Mundial, guerra de posiciones y trincheras; Hitler sólo tuvo que invadir Bélgica, entrar en Francia por allí, tomar la línea Maginot por detrás y conquistar el país en cuestión de días.
No estoy seguro de que la guerra actual se una guerra principalmente de servicios de información. Sin duda esos servicios tienen una función importante, pero no más significativa que durante la Guerra Fría. Creo que, al revés, lo que vivimos ahora es una guerra difusa, sobre todo sin frentes definidos y en los que la información, su manipulación y distribución a través de las redes transversales de Internet sí son elementos esenciales: parece que nadie se para a pensar, por comodidad o por miedo, en los puntos comunes entre el asesino ese de Toulouse y el pájaro noruego que se cargó a 72 jovencitos socialistas. Ambos son hijos y producto de la era de la comunicación global."
Cuando actores de segunda fila se manifiestan al grito de "no a la guerra", en realidad se manifiestan contra el derecho y la obligación de las sociedades libres a defenderse. ¿Por qué? Porque casi nadie quiere creer, casi nadie se atreve a asumir que nuestra sociedad esté realmente amenazada. Los tales actores buscan un plus de popularidad defendiendo una noción que saben es agradable para la gente.
Y para otros personajes públicos, si nuestra sociedad está amenazada, bueno, es una amenaza pequeñita. La clase política, al menos en público, dice creer que esa amenaza, mini-amenaza, puede exorcizarse con una policía eficaz y un sistema penitenciario que se dedique concienzudamente a "reinsertar" a los enemigos que, en el fondo, pobrecillos, son ellos mismos víctimas de nuestros propios pecados históricos (colonialismo, capitalismo, democracia). Y el criterio de esos políticos, sea cual sea la etiqueta que se pongan, es preguntar al espejito que es lo que les va a dar un voto más o menos.
Pero la realidad es tozuda y Trotsky tenía razón en eso: si no nos interesamos por la guerra, la guerra si se interesará por nosotros. Israel son los nuestros. Al menos para los que seguimos creyendo en el sistema democrático por sufragio universal directo, en la libertad de expresión, con todas sus miserias en el derecho a hacer lo que nos venga en gana siempre que no le pisemos el callo de su libertad individual al vecino".
THE END
España debe de ser el mejor ejemplo del éxito de la estrategia del caos. Gracias al alineamiento de la izquierda “pacifista” del “no a la guerra”, un atentado terrorista consiguió cambiar el resaltado electoral previsto, y desviar el odio de la acción hacia el gobernante en curso. No debe subestimarse el hecho de que la izquierda continúa dominando, no sólo los medios de comunicación, sino también la etiqueta política.
ya sé qué es un comentario algo extemporáneo pero puedo matar dos pájaros de un tiro.
Ando leyendo el libro de Daniel Kahneman "Thinking, fast and slow" que no puedo más que recomendarle encarecidamente. Primero, porque hace meses usted preguntó por un libro donde vinieran expuestos el funcionamiento del cerebro y los distintos sesgos, en particular sobre los métodos de racionamiento y toma de decisiones.
En el libro vienen muy bien introducidos sin caer en excesivos tecnicismos, además de utilizar una idea común que hila los temas, en contraste con la excesiva fragmentación de los libros de texto.
Segundo, por esta perla que viene de ídems al tema del comentario. La traducción es mía:
[Hablando sobre Paul Slovic, un estudioso del cálculo del riesgo]:
"Las diferencias entre los expertos y la gente son explicadas en parte por sesgos en juicios neutrales, pero Slovic pone especial atención a las situaciones que reflejan un genuino conflicto de valores. Slovic destaca que los expertos a menudo miden el riesgo por el número de vidas (o vidas por año) perdidas, mientras que la gente realiza distinciones más sutiles, por ejemplo entre "buenas muertes" y "malas muertes", o entre fatalidades debidas a accidentes fortuitos y muertes que ocurren como resultado de actividades voluntarias, como esquiar. Esas distinciones legítimas son muchas veces ignoradas por la estadística, que sólamente cuenta casos. Slovic aduce a partir de esas observaciones que la gente tiene una concepción del riesgo más rica que la de los expertos. En consecuencia, [Slovic] se resiste a la idea de que el punto de vista de los expertos debe prevalecer y que sus opiniones deben ser aceptadas sin poner ningún reparo cuando entran en conflicto con las opiniones y deseos de otros ciudadanos. Cuando los expertos y la gente no están de acuerdo en las prioridades, Slovic dice que 'cada parte debe respetar los insights y la inteligencia del otro'".
Kahneman introduce otros puntos de vista, tanto a favor como en contra. Discúlpeme que no lo escriba, pero me llevaría un tiempo que ahora no tengo. El libro merece la pena.
Saludos,