“La política debería ser realista; la política debería ser idealista. Estos dos principios son verdaderos cuando se complementan, y falsos por separado.” Johann K. Bluntschli
La política puede contemplarse desde una perspectiva ideal y otra real. O bien prescriptiva (lo que debe ser) y descriptiva (lo que es). Lo importante es destacar que, cuando el análisis se acomete exclusivamente desde una de las perspectivas, el error (o el desastre, cuando se tiene poder efectivo) están garantizados. De paso, sospecho que cuando políticos poco escrupulosos llegan al poder, y acceden a un conocimiento privilegiado de la política real, el efecto es devastador. Es fácil que estos políticos lleguen rápidamente a la conclusión de que toda la política es real, y olviden con la misma velocidad el plano ideal o prescriptivo. El político así liberado de escrúpulos pensará que todos los que continúan contemplando la política desde una perspectiva de valores son meros ingenuos, y que él no es un sinvergüenza, sino un nuevo Maquiavelo. Personajes como Rubalcaba o Pepe Blanco encajan especialmente bien en este modelo.
En una sociedad ideal, la policía debe perseguir a los delincuentes, los jueces deben juzgarlos, los políticos dirigir… The wire presenta la red de fuerzas reales que concurren en una sociedad determinada. El lugar escogido es Baltimore; el momento, la actualidad. A través de cinco temporadas, la serie describe algunos aspectos de la realidad; la policía, las calles, el puerto y los sindicatos, la educación, la prensa… Y, por supuesto, la política. El candidato a alcalde Thomas Carcetti, que comienza siendo un trepa, acaba convertido en un tipo bastante honesto que, sin embargo, tiene las manos muy atadas por todas las fuerzas en juego. Tan atadas, que su margen de actuación parece, finalmente, muy escaso. Como la serie es muy real, es fácil caer en la desesperanza o el cinismo.
Pero lo importante son las personas, y The Wire las muestra creando caracteres convincentes. ¿Qué hacen? Pues cada uno actúa bien o mal, según sus inclinaciones personales, pero siempre sometido a los campos magnéticos de los distintos poderes en juego. Obviamente, los que actúan bien, aquellos que intentan hacer correctamente su trabajo, no siempre son premiados. Más bien lo contrario. Jimmy Mc Nulty y Lester Freamon son excelentes policías, y, en consecuencia, no es raro encontrarlos desterrados en los trabajos más ingratos: confinados en los archivos de una comisaría, o patrullando en una lancha las frías aguas de la bahía. Porque para la policía de Baltimore no siempre es prioritario resolver los casos, y es posible que prefiera que unos cuantos cadáveres permanezcan sin descubrir con tal de que sus estadísticas no empeoren. El caso de McNulty y Freamon es importante, porque plantea interesantes dilemas morales. Sometidos a unas reglas de juego que consideran corruptas acaban, sencillamente, haciendo trampas. Hasta extremos espectaculares, en la última temporada.
La serie, es magnífica, y supone un salto cualitativo con respecto a las que estábamos acostumbrados. No se la pierdan, pero véanla en inglés subtitulado: con el doblaje español, los negros de la calle hablan como académicos de la lengua.
La política puede contemplarse desde una perspectiva ideal y otra real. O bien prescriptiva (lo que debe ser) y descriptiva (lo que es). Lo importante es destacar que, cuando el análisis se acomete exclusivamente desde una de las perspectivas, el error (o el desastre, cuando se tiene poder efectivo) están garantizados. De paso, sospecho que cuando políticos poco escrupulosos llegan al poder, y acceden a un conocimiento privilegiado de la política real, el efecto es devastador. Es fácil que estos políticos lleguen rápidamente a la conclusión de que toda la política es real, y olviden con la misma velocidad el plano ideal o prescriptivo. El político así liberado de escrúpulos pensará que todos los que continúan contemplando la política desde una perspectiva de valores son meros ingenuos, y que él no es un sinvergüenza, sino un nuevo Maquiavelo. Personajes como Rubalcaba o Pepe Blanco encajan especialmente bien en este modelo.
En una sociedad ideal, la policía debe perseguir a los delincuentes, los jueces deben juzgarlos, los políticos dirigir… The wire presenta la red de fuerzas reales que concurren en una sociedad determinada. El lugar escogido es Baltimore; el momento, la actualidad. A través de cinco temporadas, la serie describe algunos aspectos de la realidad; la policía, las calles, el puerto y los sindicatos, la educación, la prensa… Y, por supuesto, la política. El candidato a alcalde Thomas Carcetti, que comienza siendo un trepa, acaba convertido en un tipo bastante honesto que, sin embargo, tiene las manos muy atadas por todas las fuerzas en juego. Tan atadas, que su margen de actuación parece, finalmente, muy escaso. Como la serie es muy real, es fácil caer en la desesperanza o el cinismo.
Pero lo importante son las personas, y The Wire las muestra creando caracteres convincentes. ¿Qué hacen? Pues cada uno actúa bien o mal, según sus inclinaciones personales, pero siempre sometido a los campos magnéticos de los distintos poderes en juego. Obviamente, los que actúan bien, aquellos que intentan hacer correctamente su trabajo, no siempre son premiados. Más bien lo contrario. Jimmy Mc Nulty y Lester Freamon son excelentes policías, y, en consecuencia, no es raro encontrarlos desterrados en los trabajos más ingratos: confinados en los archivos de una comisaría, o patrullando en una lancha las frías aguas de la bahía. Porque para la policía de Baltimore no siempre es prioritario resolver los casos, y es posible que prefiera que unos cuantos cadáveres permanezcan sin descubrir con tal de que sus estadísticas no empeoren. El caso de McNulty y Freamon es importante, porque plantea interesantes dilemas morales. Sometidos a unas reglas de juego que consideran corruptas acaban, sencillamente, haciendo trampas. Hasta extremos espectaculares, en la última temporada.
La serie, es magnífica, y supone un salto cualitativo con respecto a las que estábamos acostumbrados. No se la pierdan, pero véanla en inglés subtitulado: con el doblaje español, los negros de la calle hablan como académicos de la lengua.
Comentarios
HORRACH, no puedo estar más de acuerdo. Los Soprano y The Wire son las dos series que marcan la diferencia.
Lo que me gusta de The Wire son, básicamente, dos cosas. Uno, que describe de forma muy realista las distintas líneas de fuerza de la sociedad que, como campos magnéticos, actúan sobre las personas que intentan vivir y hacer algo en ella. Dos, que se centra en esas personas concretas (por eso he escogido la foto que aparece en la entrada*). Al final, hay algunos tipos decentes y muchos indecentes, y éstos últimos lo tienen mucho más fácil. ¿Porque el sistema es perversamente republicano? Pues yo, insisto, no lo veo así. Saludos.
* Fíjese: me interesan las personas concretas, y no el Pueblo en abstracto. ¿Se puede ser menos socialista?
LUIGI, excelente haiku para The wire.
No he visto Wire, no conocía esa serie... la buscaré.
Sobre la política... Cuando alguien, ingenuo o pervertido, llega a través de la política y el servilismo partidario a ciertos territorios de poder aprende enseguida que su posición es impune, que mentir es su verdad y que los ciudadanos electores son unos estúpidos irresponsables que jamás le pedirán cuentas. A los periodistas se les compra facilmente, sus partidarios y correligionarios se contentan con un efusivo abrazo y tres palmadas en la espalda. Todos los políticos que conozco entraron en esa selva mejores o peores, pero siempre salieron de ella peores...
De lo que más me alegro cuando un partido o una colaición de intereses pierde es que de seguro habrá un buen número de "ex" que sentirán en sus carnes el desprecio y ninguneo de quienes hasta hace poco les temían y halagaban. Disfruto con su depresión, su ocultamiento, con su menosprecio... Ya que no hay hogueras para arrojarles (a ellos y su vanidad), buenas son estas venganzas del destino social: su invisibilidad y anulación... Lo bueno de la democracia electiva es que cada cuatro años hay más de lo mismo, políticos emergentes y políticos sumergidos para siempre...
A ver con qué cara de vergüenza se deja ver la Aina Calvo. ¿le quedará rastro de su hipócrita sonrisa?
Saludos desde el otro lado, exiliado, ya ve, pero no por la política...
Pau Llanes
Otra cosa que se me pasó comentarle es la curiosidad de que dos de los personajes principales, uno en cada bando para ser totalmente correctos, sean gay/lesbiana. Curioso ¿no?, o yo soy asín de retorcido y es merita mera causalidad.
FEROCIO, efectivamente la ha borrado pero me dio tiempo a leerla ayer. Por cierto, en lo de la corrección de género creo que está en lo cierto. Saludos