En política encuentras de todo. Gente con vocación de servicio público, y vendedores de crecepelo; tipos inteligentes con diagnósticos –y a veces tratamientos- acertados, y merluzos que no ven más allá de sus narices; dialogantes y sectarios; abnegados y aprovechados; constructivos y destructivos. Pesados, muchos pesados. Y jetas, muchos jetas. De la feliz conjunción de estos dos últimos nace el Realpolitiker.
El Realpolitiker es el que ha descubierto que la mejor manera de hacer que un globo ascienda es soltar lastre –y tener un globo, claro-. Y el descubrir que es capaz de hacer descubrimientos lo hace feliz, porque hasta ese momento sospechaba de sí mismo, frecuentemente con razón, que no valía para nada. El cambio entonces es radical: el Realpolitiker pasa a verse como el poder en la sombra, el maestro de marionetas o el hombre que acaricia el gato, según su bagaje cinematográfico –del otro no suele tener-. Es frecuente que acabe en puestos de importancia en los partidos, como la secretaría de organización o la secretaría general, pero siempre cerca del líder.
Porque el líder es, en esta alegoría, el globo, imponente y relleno de aire, y lo que pretende es ascender y mantenerse el mayor tiempo posible en lo alto. La Realpolitik consiste en que el Realpolitiker le dice al líder que lo único verdaderamente importante es el viaje del globo, que es precisamente lo que el líder quiere oír. Hay veces que ni siquiera necesita al Realpolitiker, porque se lo dice él mismo.
Esto en cuanto al globo ¿Y el lastre? Pues el lastre que va soltando para mantenerse en el aire es todo lo demás: las ideas, los valores, los diagnósticos, las terapias, la coherencia, la inteligencia, los escrúpulos, la verdad y, finalmente, la propia realidad. Sí, curiosamente la Realpolitik puede acabar lanzando por la borda la realidad, y el globo sigue flotando en la nada. Mejor que antes, de hecho. Lo único que tiene que hacer es reemplazar la realidad con chatarra, y de esta tenemos un montón: la etnicista ha funcionado siempre muy bien en España, y recientemente hemos importado una chatarra religiosa muy prometedora de los Estados Unidos. Sé lo que me van a decir: eso de que un globo se mantenga mejor cuanta más chatarra acumule es aeronáuticamente contraintuitivo, pero las alegorías llegan hasta donde llegan. Y sí, he estado tentado de usar cierta imagen de Pink Floyd como foto de portada.
Comentarios
Cuando yo era pequeña, en el pleistoceno, en las fiestas de niños había piñatas y globos. En las piñatas, se llevaban los caramelos los más brutos. Los globos, los solían echar a volar los padres, en la playa, encendiendo un trapo embebido de alcohol, en una cazuelita colgada bajo la base del globo. Y los niños mayores sujetaban el globo para que se hinchara con el aire caliente , poder entonces soltarlo y que saliera volando. Pero en cuanto venía una brisa un poco fuerte se llevaba al globo, que acababa ardiendo, caído en la arena .
Lo malo de este globo que nos ¿ domina?, es que , no arde, ni se lo lleva el viento, y allí sigue, encima nuestro . Y que los cuervos le renuevan el combustible continuamente, y ahí arriba sigue. Y que, cuando por fin salga ardiendo, se caerá encima de nosotros.
Lo peor de todo, es que pareciera como que ese solar tuviera un cartel de "se vende" , ( y, ni siquiera al mejor postor ), y que a nosotros, los que vivíamos y éramos dueños de eso que están convirtiendo en un solar, no nos van a dejar más alternativa que emigrar ( ¿ a donde? ) , con lo puesto, o vivir de realquilados sometidos a los nuevos dueños de ese "solar", que antes era nuestro...
¡ Porca miseria !