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Mostrando entradas de abril, 2012

SOBRE LA MODA POLÍTICA (O EL UNIFORME IDEOLÓGICO)

“ En lo más profundo de su ser, no sólo en palabras sino también en hechos, el revolucionario ha roto cualquier vínculo con el orden social y el mundo cultivado, incluyendo todas sus leyes, propiedades, convenciones sociales y reglas éticas. Es un enemigo implacable del mundo, y si continúa viviendo en él, es sólo para destruirlo más eficazmente ” Sergei Nechayev. Catecismo del revolucionario. “ Estamos llamados a destruir, no a construir; otros mejores, más inteligentes, menos anquilosados, construirán. ” Mijail Bakunin. He aquí un proyecto ambicioso: contar la historia de los movimientos revolucionarios que florecieron en Rusia en el siglo XIX y principios del XX. Desde luego, ya se ha escrito mucho (y con mucho más conocimiento del que podría aportar yo) sobre el asunto, pero, en mi opinión, normalmente se cometen dos errores de partida. Uno, analizarlos exclusivamente como construcciones racionales. Dos contemplarlos, con simpatía, entendiendo que tenían razón. Ambos errores

SOBRE LA GUERRA TERMONUCLEAR

“ A pesar de una extendida creencia en contrario, estudios objetivos indican que, aunque la magnitud de la tragedia humana se vería considerablemente incrementada en la posguerra (termonuclear), esto no impediría que la mayoría de los supervivientes y sus descendientes llevaran vidas normales y felices. ” Esto podría haber sido enunciado por el doctor Strangelove. En cierto modo así fue. También es correcto decir que fueron escritas en 1960 por Herman Kahn , físico y consultor de la RAND Corporation, un think tank creado para ofrecer asesoramiento a las fuerzas armadas norteamericanas. En aquélla época era frecuente describir la escalada de armamento nuclear de Rusia y Estados Unidos con esta alegoría: dos personas, metidas en un bidón de gasolina, compitiendo por ver quien tiene más cerillas. La imagen se basaba en el convencimiento de que una guerra termonuclear acabaría inexorablemente con ambos contendientes, lo cual tenía su parte buena: en esas circunstancias, ninguna de los dos