El mundo se divide entre los afortunados que leen a Carlos Granés y los que aún no lo han descubierto (luego están los que, en vez de a Carlos Granés, leen a Agamben, pero estos son se merecen nada). El caso es que la teoría política y la filosofía son claramente insuficientes para explicar las corrientes dominantes de la sociedad. Gramsci hablaba de «cultura» al detectar -para su sorpresa-que había fuerzas ocultas más decisivas que la lectura de El Capital, y tenía razón.
Un ejemplo ¿cómo pudo la Escuela de Frankfurt moldear la cultura de la posguerra si no había manera de leer a la Escuela de Frankfurt? Pues porque la verdadera revolución, juvenil y banal, la estaban protagonizando beatniks y hippies, para los que Marcuse no era más que un adorno culto. Un señalizador sexual, diría Geoffrey Miller, con una función equivalente a la cola del pavo real.
Pues bien, en El puño invisible Granés nos contó cómo el arte y la moda iban moldeando la política a la vez que las ideologías. En Salvajes de una nueva época relató la latinización de al política europea con España en un papel protagonista. Su última obra es Delirio americano, y sólo puedo decir que es el equivalente a Las armas y las letras pero para todo un continente. Disfrútenlo.
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