Pese a Fukuyama –profeta fallido- asistimos desde hace unos años a un retroceso de la democracia liberal. Hay muchos ejemplos de esta tendencia en Europa -el Brexit, las “democracias iliberales” de Hungría y Polonia, el ascenso de partidos populistas de derecha e izquierda, la virulencia de los nacionalismos-, y también en el resto del mundo –el ascenso de Trump- [http://navarth.blogspot.com/2019/12/democracia-y-tribalismo-el-ajuste-fino.html y http://navarth.blogspot.com/2019/03/sobre-democracia-elites-y-borracheras.html].
La etiqueta que se está dando a estos movimientos es “populismo” [http://navarth.blogspot.com/2017/11/espana-significante-vacio.html y http://navarth.blogspot.com/2018/12/chantal-mouffe-el-populismo-y-su.html], y se han analizado sus características básicas: designación del sujeto democrático –el “pueblo, o “la gente”- al margen de los procedimientos democráticos establecidos dejando fuera a una parte de la ciudadanía, identificación de este pueblo escogido con un líder que interpreta su voluntad, preferencia de la democracia plebiscitaria sobre la representativa, elusión del estado de derecho, aversión por los controles de la democracia liberal y, sobre todo, una visión suma-cero de la política entendida como lucha entre amigo-enemigo, el bien contra el mal. Una lucha moral, en suma, en la que no hay adversarios con los que negociar sino herejes a los que destruir. Pero el populismo no es más que el aprovechamiento que políticos poco escrupulosos hacen de una poderosa tendencia de nuestra naturaleza: el tribalismo.
En estas entradas parto de dos premisas básicas. En primer lugar, el sapiens no es tanto racional como racionalizador, muy hábil para justificar intelectualmente a posteriori las decisiones que ha tomado por motivos emocionales que con frecuencia desconoce [http://navarth.blogspot.com/2018/11/emociones-de-izquierda-y-de-derecha-de.html y http://navarth.blogspot.com/2014/01/vilfredo-pareto.html]. En segundo lugar, evolutivamente tenemos una tendencia tribal que nos lleva a agruparnos en el confort y la seguridad de una tribu, y a solucionar nuestra inquietud destruyendo a la que está enfrente [https://www.letraslibres.com/espana-mexico/politica/desiertos-oasis-y-tartaros-como-salvar-la-democracia-liberal?fbclid=IwAR0gA6xoiVXKybBX4jzZDzpgxB4_1qWjr7MD_22LrqFnuenszI_5G_VIYjU#.XI_wjPR-ZlN.twitter y http://navarth.blogspot.com/2019/07/la-democracia-tribal.html]. En realidad nuestra disposición tribal tiene una parte buena –la cooperación grupal explica nuestro éxito como especie- y un reverso tenebroso –nos incita a destruir al que queda fuera-. Llamaré tribalismo exclusivamente a esta faceta oscura de nuestra naturaleza. En todo caso, nuestra predisposición tribal se manifiesta automáticamente y de las maneras más pintorescas [http://navarth.blogspot.com/2020/06/identidades-y-tal.html y http://navarth.blogspot.com/2020/06/identidades-y-tal-y-2.html].
El tribalismo se agudiza en momentos de crisis: económica, de valores, de pertenencia, inseguridad… Y en esos momentos florecen los populismos. Ocurrió en los años 30 del siglo XX; y ocurre ahora, por eso observamos tantas semejanzas entre ambos momentos [http://navarth.blogspot.com/2020/05/la-democracia-liberal-puede-desaparecer.html y https://navarth.blogspot.com/2020/05/las-lecciones-de-snyder-sobre-la-tirania.html]. Un ejemplo curioso es Carl Schmitt, el jurista más brillante del régimen nazi. El antisemitismo de Schmitt –la emoción tribal predominante del momento- lo llevó a construir una brillante teoría política y del estado basada en la dicotomía amigo-enemigo, y en la supeditación de toda norma jurídica a la voluntad del “pueblo”. Pues bien, esta construcción de un ideólogo nazi de los años 30 del siglo XX es observable en el actual nacionalismo catalán e incluso en el populismo de ultraizquierda de Podemos, lo que parece delatar la existencia de un componente emocional similar [http://navarth.blogspot.com/2019/03/un-curioso-fenomeno-politico-del-siglo.html].
Es interesante, por cierto, repasar lo que algunos pensadores del siglo XIX decían de las "masas" [http://navarth.blogspot.com/2020/03/psicologia-de-las-masas.html]. Y es necesario empezar a reconocer que la elección en democracia, incluso en sus momentos más estables, no es tanto un asunto racional sino básicamente identitario [http://navarth.blogspot.com/2020/07/en-una-perturbadora-escena-de-lo-que.html]
En resumen, el peligro al que nos enfrentamos es un aumento de la fiebre tribalista, que en la esfera política facilita el triunfo de los populismos identitarios –de ellos, el nacionalismo sigue siendo el más potente, pero las “identidades culturales” cotizan al alza- a expensas de la democracia liberal. Seguiremos intentando cartografiar esta tierra incógnita.
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